Cine en extinción

Hombre de celuloide

Es buena, sin embargo, como señal de que los tiempos están cambiando y obras como Jurassic World están a punto de extinguirse

Foto Universal Pictures
Fernando Zamora
Ciudad de México /

En algo tienen razón los amantes de refritos como Jurassic World: El reino caído: sus originales son clásicos. ¿Cómo no iba a ser un clásico Jurassic Park si hay en ella algo que recuerda a Julio Verne? Es Michael Chrichton, un médico metido a creador de bestsellers. Chrichton sabe de genética lo suficiente como para hacernos creer (en voz de Jeff Goldblum) que la vida “siempre encuentra su lugar” y que un tiranosaurio rex puede extinguir a la raza humana.

Con la primera versión de Parque Jurásico llegó a su clímax el renacimiento del cine comercial que comenzó en 1977 con La guerra de las galaxias y se consolidó en 1982 con El extraterrestre. Lucas y Spielberg fueron los genios que consiguieron sacar al cine de la crisis en que lo había metido la televisión. Sus historias simples pero con espectaculares efectos visuales dieron origen a un espíritu fílmico que aún vivimos hoy y cuya decadencia es visible. Las creaturas de Lucas y Spielberg, igual que los dinosaurios del Parque Jurásico, han mutado; se han transformado en engendros que más que pertenecer a la tradición de Verne son una mezcla de todos los lugares comunes de nuestro tiempo.

En El reino caído uno no sabe si está viendo una película de ciencia ficción, un western o un filme de terror: después de todo, durante el clímax la sombra del dinosaurio mutante se refleja en la pared de la habitación de una niña que, metida bajo la cama, parece estar teniendo pesadillas. Pero más allá de que Jurassic World pertenezca a una especie de cine en extinción (el que más se ha visto afectado por la aparición de plataformas digitales como Netflix), la película parece salida de un mundo viejo. Los padres de hoy serán incapaces de transmitir a sus hijos lo que sintieron hace 30 años con este cine que en aquellos tiempos era atractivo e inteligente, pero evolucionó hasta crear engendros tan difíciles de digerir como las nuevas películas de Star Wars. A decir verdad, el cine de hoy está en el mismo lugar en que lo encontraron Lucas y Spielberg en las décadas de 1970 y 1980; el cine al que ellos revivieron sigue ahí, a la mano de cualquiera con una televisión inteligente y acceso a Internet. La lucha por la supervivencia en el complejo mundo de los medios actuales de comunicación la están perdiendo estos filmes que, adivino, terminarán por ser devorados por las plataformas digitales. Se trata sin embargo de una buena noticia para los cinéfilos porque creo que sucederá lo mismo que en el siglo pasado, cuando la irrupción de la televisión relegó al cine a los circuitos de arte; entonces aparecieron en Hollywood algunas de sus mejores películas. Vaquero de media noche, de 1969, por ejemplo, no hubiese sido posible en la época de producciones como las de Cecil B. De Mille o Sam Zimbalist. Obras como El reino caído marcan la extinción de una época que, como la música ochentera, ha sobrevivido más de lo normal. Si esta película solo fuese la historia de cómo unos millonarios sin escrúpulos salvan dinosaurios para venderlos como material genético, si fuese solo la historia de una niña chípil que investiga la historia de su pasado para enterarse de que ella también es un engendro genético, la película sería muy mala. Es buena, sin embargo, como señal de que los tiempos están cambiando y obras como Jurassic World están a punto de extinguirse, pero el cine, claro, no morirá. Eso sí, se está transformando.


​Jurassic World: El reino caído (Jurassic World: Fallen Kingdom). Dirección: Juan Antonio Bayona. Estados Unidos, 2018.

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