Nelson Carro ha sido testigo, como público, crítico de cine y —desde 2007— como su funcionario, de la creación, auge, polémicas, tragedias y cambios de la Cineteca Nacional a lo largo de medio siglo.
Director de Difusión y Programación de la institución a lo largo de tres administraciones federales, empezó a ir como público en 1977 a su malograda primera sede en Calzada de Tlalpan y Churubusco.
El también crítico cinematográfico, que emigró de Uruguay hace medio siglo, habla en entrevista sobre el papel que ha jugado la institución que dirige en la actualidad Alejandro Pelayo y que tendrá su festejo a partir del próximo miércoles 17 de enero con la exhibición de la primera película que proyectó en su historia, El compadre Mendoza (1933), que dará pie a una retrospectiva completa de Fernando Fuentes y luego a otras muestras de directores como Akira Kurosawa o Luchino Visconti.
- Te recomendamos ‘Faya Dayi’: la verdad de la ficción Laberinto
La Cineteca Nacional abrió sus puertas el 17 de enero de 1974 en su primera sede, ubicada donde ahora se encuentra el complejo de los Estudios Churubusco, el Centro Nacional de las Artes, Canal 22 y la nueva Cineteca de las Artes, recién inaugurada en agosto pasado.
Después del incendio que la arrasó el 24 de marzo de 1982, se trasladó a su sede actual, en Xoco, donde se inauguró el 27 de enero de 1984, por lo que ésta cumple años también: 40.
En 2024, la Cineteca Nacional festejará su medio siglo con dos nuevas sedes, en el Cenart y en Chapultepec, todavía sin recuperarse del golpe de la pandemia y con un aumento a 70 pesos del boleto.
“Este 2024 se juntan dos momentos para la Cineteca Nacional: los 50 años y el último año de la administración. Como siempre, la idea es que sea un cierre fuerte, más fuerte por el festejo del medio siglo de existencia, que es mucho tiempo. Son 50 años de trabajo continuo en una misma línea. Si uno revisa las primeras proyecciones, ciclos, no son muy diferentes a los que hacemos hoy, obvio los directores son otros, pero el concepto básico sigue siendo prácticamente el mismo”, dice Nelson Carro.
¿Cómo define ese “concepto básico”?
Este concepto ha sido siempre una mezcla entre lo que es una Cineteca en el sentido más tradicional, una filmoteca, una cinemateca (la exhibición de ciclos de películas importantes de la historia del cine, retrospectivas, recuperación de materiales), con algo que en esos años cuando se creó la Cineteca estaba muy de moda, sobre todo en los países europeos, que eran las salas de arte y ensayo. La Cineteca siempre fue esa combinación. De hecho, una de las primeras películas que se exhibió y que sigue siendo una de las más exitosas en la historia de la institución, Naranja mecánica, que en ese momento no tuvo exhibición en salas comerciales, sólo se estrenó en la Cineteca Nacional.
Llegó de Uruguay prácticamente cuando nació la Cineteca Nacional. ¿Cómo ha vivido esas tres experiencias respecto a ésta: como público, como crítico y como funcionario, su directivo?
Efectivamente, empecé a ir a la Cineteca en 1977, tres años después de su inauguración. Entonces se veían películas de Herzog, de Fassbinder…, copias en 16 mm del Instituto Goethe, películas que no tenían exhibición en otras salas. Sin duda, la Cineteca fue fundamental en esos años para todos los que no éramos cinéfilos, junto con algunas otras salas como las del IFAL o las universitarias, antes de que se hiciera el Centro Cultural Universitario de la UNAM. La Cineteca de Tlalpan y Churubusco ya era en los 70 el centro de la cinefilia y es curioso que 50 años después haya vuelto, con la nueva sede de la Cineteca de las Artes, a unos centenares de metros de donde nació, en el mismo predio.
Como crítico escribía de todo un poco, pero ya en Tiempo Libre lo que escribía se volcó hacia lo que más me importaba, cuyo 80 o 90 por ciento eran películas que se exhibían en la Cineteca o cineclubes. Después, como funcionario, en Programación, desde 2007 cuando el director fue Leonardo García Tsao, fue interesante ver cómo todo lo que escribí y opiné durante 30 y pico de años se podía hacer desde el otro lado; también te das cuenta que no todo es posible, pero no eran trabajos diferentes.
¿La Cineteca contribuyó a la profesionalización de la crítica cinematográfica?
La crítica de cine especializada, que nace alrededor de Nuevo Cine, es anterior al nacimiento de la Cineteca. Sin embargo, lo que sí permitió la Cineteca fue ver mucho cine que de otra manera era casi imposible de ver. Es decir, antes de Cineteca existían cineclubes universitarios, el IFAL, un poco más al margen de la exhibición comercial. Pero la Cineteca abrió un espacio enorme para el público cinéfilo, un espacio que ya se había abierto de alguna manera con la muestra del 71. Sí fue un oasis para el cine.
La Cineteca nace en un buen momento, poco después del gran movimiento global de cine de la segunda mitad del siglo XX, con la nouvelle vague, el nuevo cine alemán, el cinema novo brasileño…
Sí, claro. Desde el principio Cineteca estuvo muy abierta a esas cinematografías; algunas, como la nueva ola, tenían muy buena difusión comercial en cines como el París, el Paseo. Pero el nuevo cine alemán ya fue un movimiento totalmente marginal y no llegaban filmes alemanas, como El matrimonio de Maria Braun, a salas comerciales, sino hasta mucho tiempo después, e incluso mucho del cine latinoamericano; Retrospectivas como la de Miklós Jancsó, un descubrimiento a partir de la Cineteca.
La antropóloga Ana Rosas Mantecón ha investigado la evolución del público, en su libro Ir al cine (Gedisa), por ejemplo. ¿Cómo ha cambiado el público de Cineteca, usted que lo ha atestiguado?
En primer lugar, el público ha aumentado muchísimo y, sobre todo, el público más cinéfilo ha crecido mucho. Recuerdo al principio muy poquitos espectadores. Hoy hay ya varias generaciones de cinéfilos que se han formado en la Cineteca, gente que empezó a ir en el año 74, gente de mi generación, después otras hasta los jóvenes de 14 o 15 años que vienen hoy. Esta labor sostenida indudablemente sí ha formado a una gran cantidad de cinéfilos. Muchos cineastas dicen en las conferencias de prensa que se formaron en la Cineteca, que los traían sus papás, o gente de otras disciplinas también, que además son cinéfilos. Sin duda, para la formación cultural de los mexicanos la Cineteca ha sido tan importante, yo diría, como el Museo de Antropología o el Palacio de Bellas Artes.
Recién se registró otra polémica en la Cineteca con el asunto de las protestas de personas trans. ¿Cuáles le parecen las polémicas más importantes que ha enfrentado la institución desde 1974?
El incendio (de marzo de 1982) evidentemente fue algo que marcó a la Cineteca. Afortunadamente, a pesar de todo lo que significó la tragedia, de la que en realidad nunca ha quedado muy claro qué fue lo que sucedió, se pudo recuperar y volver a convertirse en ese lugar de encuentro, de reunión. Ahora se habla mucho de que con los jardines, las cafeterías… es un lugar de reunión más allá de venir a ver una película, pero eso ha sido siempre en realidad. Me acuerdo de ir a la vieja Cineteca a encontrarme con amigos que iban a las mismas películas, era también un lugar para platicar y tomar café.
El incendio marcó un antes y un después, las instalaciones originales y un buen de materiales desaparecieron. Otros dos momentos clave fueron el cambio acá (Xoco) y luego la remodelación (en el gobierno de Felipe Calderón 2006-2012), que estuvimos cerrados casi un año, aunque seguimos trabajando en sedes alternativas. Yo temía que recuperar el público fuera muy difícil con un año cerrado, era bastante pesimista, pero se recuperó y creció muchísimo, el espacio público reconquistado ayudó muchísimo, ahora venir a Cineteca es una experiencia mucho más amplia que ver cine.
Sí, pero hubo una polémica por el incremento en el presupuesto original y muchas cosas más.
Hay algo que a mí me parece importante con estas megaobras, que antes pasó con el Cenart, con la Biblioteca Vasconcelos, la Cineteca, ahora (Cineteca) Chapultepec: son obras que siempre resultan polémicas, que son muy ambiciosas, pero que, a la larga, son obras que quedan y que funcionan.
Cuando empecé a venir a Cineteca a mediados de los ochenta, me acuerdo de las polémicas en torno a películas como Yo te saludo, María, El imperio de los sentidos, La última tentación de Cristo o La sombra del caudillo. ¿Cómo ha enfrentado la censura la Cineteca?
Desde que apareció, había películas que solo se autorizaban para pasar en Cineteca, una exhibición controlada o reducida, como fueron los casos de Naranja mecánica, El último tango en París, no sé si fue en ese momento el mismo caso la Trilogía de la Vida de Pasolini (El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches). Algunas de las películas de Marco Ferreri, La última mujer (1975), en Cineteca se exhibió la copia original, pero la que circuló en salas comerciales tenía cortes. Era la supervisión la que exigía cortes, sobre todo, de desnudos masculinos, una serie de cosas que no estaban aceptadas (para salas comerciales), pero que sí podían verse en Cineteca, donde había apertura.
Después, la Cineteca se enfrentó a otros escándalos, que tuvieron que ver con censura, como con la película de Luis Estrada, La ley de Herodes (2000). Ahí sí hubo un intento de censurarla, me parece que de Imcine; pero en realidad fue equivocado, porque pasó como pasa siempre: el filme se exhibió y tuvo mucho más éxito que el que hubiera tenido. Era casi exclusivamente por su mención al PRI (el partido en el poder entonces). Esa fue la última ocasión, a partir de ahí se pudo nombrar al PRI sin ningún problema en las películas. Y del 2007 para acá, ya no ha habido ningún caso de que se prohibiera o se recomendara no pasar una película; de hecho, la supervisión ya no prohíbe películas, sólo las clasifica.
Cuando se inició el sexenio de Enrique Peña y el doctor Alejandro Pelayo regresó a Cineteca, en las taquillas se pedía a los jóvenes credencial de elector para venderles boletos para las funciones. Recuerdo que comenté al director que era absurdo, porque los menores de 18 años no podrían ver ninguna película en Cineteca, ni clásicos de Fellini, Buñuel, Pasolini, Ferreri...
En realidad, la clasificación se ha vuelto muchísimo más permisiva. Ahora las películas C son muy pocas. Sí, también eso ha ido evolucionando. Es más, ahora con plataformas y redes y todo eso ya cada quien puede ver casi lo que quiere. Pero, igual, la clasificación es útil como algo informativo.
Como responsable de la Programación ha tejido muchas redes a escala nacional y mundial ¿cómo ha sido ese trabajo? ¿Qué problemas ha enfrentado?
Trabajamos y colaboramos con muchas instituciones culturales, cinematecas, embajadas, escuelas de cine. Hemos conseguido una forma de trabajo, en parte, por una razón: la Cineteca brinda buenos resultados, en términos de asistencia y visibilidad, y económicos. A una institución cultural hacer exhibiciones acá le resulta muy atractivo, lucidor; hay un esfuerzo de trabajo que reditúa. Viene mucha gente a ver cine Y cuando trabajamos con empresas comerciales, también les sirve económicamente, así podemos trabajar con distribuidores internacionales.
Puede ser contraproducente eso para la imagen y misión de la Cineteca, por ejemplo, como la exhibición de la película de Pixar-Disney, Coco (2017), que hasta premiere tuvo en Bellas Artes.
Puede ser discutible, y se vale. En el caso de Coco, ahí, la programé yo, siempre la pensé como un todo: hubo un ciclo de películas clásicas de Disney con una exposición y Coco con otra exposición, que fueron ambas muy visitadas. Eso fue muy exitoso. Son cosas que nos sirven mucho económicamente como difusión, que yo realmente no siento que sea una traición. A Cineteca sí le resulta un muy buen ingreso una película como Coco, que le permite financiar otro tipo de actividades que no son redituables, no con todos los ciclos la Cineteca recupera lo invertido, hay muchos que son pérdidas desde el comienzo, estamos invirtiendo en difusión de cultura y no vamos a generar ingresos.
¿Qué le ha resultado más difícil de conseguir?
Ganarse la confianza. La Cineteca no estrenaba grandes películas, la primera que estrenamos antes que el circuito comercial fue Alerta Solar (2007), de Danny Boyle, antes sólo pasábamos las películas después de su estreno comercial. Ahora nos ofrecen al mismo tiempo las películas que en salas comerciales, ese es un logro importante.
¿Cuál es la imagen de la Cineteca al exterior?
Buena. El año pasado, que estuvo la reunión de FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos) había gente de muchas cinematecas del mundo, y eso decían. Claro, hay cinematecas con un enorme prestigio y tradición, como la francesa, pero su director me decía que ellos tienen un presupuesto para trabajar y no dependen de los ingresos. La Cinémathèque française está totalmente subsidiada como institución cultural; en nuestro caso, somos una mezcla, tenemos un presupuesto, pero los ingresos son importantes. Afuera de México, lo que más asombra es la cantidad de espectadores que tenemos, el éxito que tenemos. Claro, también en México hay mucha gente, los precios son muy baratos, por eso pudimos tener un millón de espectadores este 2023 (antes de la pandemia llegó a 1 millón 200 mil), una buena cinemateca no puede tener esa cantidad, ni siquiera en Europa, debemos de ser de las más altas. Tiene que ver con cómo trabajamos: como sala de arte con cinemateca tradicional.
¿Cómo ve este año de 50 aniversario para la Cineteca?
Es un año sin duda significativo, no sé si más importante, porque, en realidad, seguiremos haciendo lo mismo que hacemos siempre. Pero, es significativo haber llegado a 50 años de trabajo constante, con un perfil definido, con una gran cantidad de público, con muchísima gente que se ha formado en este medio siglo. Cuando comenzó Cineteca las películas que se proyectaban eran de Fellini, Visconti, Buñuel, cineastas que forman parte de una historia bastante pasado; y, por otro lado, apenas empezaban directores como Woody Allen, que luego se volvieron figuras destacadas de las muestras, pero que ya también están en sus últimos años.
¿Hacia dónde va la Cineteca?
El rumbo de la Cineteca está fijado desde los inicios, obviamente hay matices, épocas mejores o peores, pero no me cabe ninguna duda de que la Cineteca va a seguir por el mismo camino, como en realidad siguen en México todas las instituciones culturales.
¿Cuál es su mayor satisfacción?
Como espectador, todo el cine que he podido ver y sigo viendo aquí, desde que empecé a ver Herzog o Fassbinder hasta la actualidad; mi fascinación es sentarme a ver Los héroes de Mesa Verde, de Sergio Leone, y disfrutarla en Cineteca, con una buena proyección, con una buena copia restaurada, eso como espectador. Como funcionario, haber hecho de la Cineteca lo que es hoy, desde la reestructuración hasta ahora que ha ido aumentando año con año, no sólo yo, todo mi equipo. Hablando de polémicas, la pandemia fue un golpe muy duro, a la Cineteca sí le afectó y aún no nos recuperamos.
¿Cuál dirías que es hoy el papel social que tiene la Cineteca a 50 años de su creación?
El papel de la Cineteca es fundamentalmente poner al espectador en contacto con películas que cuestionen al mundo actual en el sentido más amplio. En todas las películas que exhibimos hay una visión personal, pero se busca que toquen al espectador, que después de ver la película salga diferente, le provoque algo, le haga pensar, reflexionar, descubrir que iraníes o finlandeses no son tan diferentes a nosotros, que en realidad tienen los mismos problemas o conflictos, se busca hacerlo pensar en la situación actual de México, las películas hablan de todo lo que nos preocupa a todos, el cine tiene una enorme convicción, leer implica un esfuerzo mayor que ver una película.
ÁSS