La filosofía es acción, es una forma de vida que se pone en práctica cada día y define nuestra forma de ser y estar en la realidad, pensaban los “cínicos”. Consideraban ocioso el ejercicio filosófico de la retórica sin resultados tangibles en la existencia. El filósofo Michel Onfray analiza en su libro Cinismos, retrato de los filósofos que llamaban perros la escuela de pensamiento que la filosofía académica ignora como un rechazo a su actitud libertaria y crítica. Diógenes de Sinope, “el Perro”, que buscaba con una lámpara un hombre que fuera honesto y vivía en un barril de barro, creó una escuela que la academia no considera tal porque no dejó ningún texto, escrito, nada, y eso también era parte de su filosofía.
La existencia se rige, tiene una dirección que se lleva impuesta por leyes religiosas, sociales, políticas, económicas, y esas nos alejan de la libertad y nos deforman como individuos. La filosofía, como un pensamiento práctico, debería ayudarnos a construir una verdadera felicidad, la postura de Diógenes es que la filosofía es una discusión estéril entre los que se consideran filósofos, alejada de toda realidad y de espaldas al individuo, entonces, la filosofía aporta nada para alcanzar esa felicidad.
Onfray se une a las ideas de los cínicos y con su desprecio a las instituciones anquilosadas, como las religiones y las universidades, en contra de esa visión petrificada del conocimiento, de posibilidad impráctica de alcanzar la felicidad o por lo menos un estado de serenidad coherente con el propio ser, nos da un ensayo lúcido y revolucionario.
Diógenes vivió y murió en la pobreza, cada acción que llevaba en su vida era una prolongación de sus ideas filosóficas, refutaba a Platón y a las escuelas contemporáneas. Los cínicos eran auténticos transgresores y ascetas, sin ninguna posesión material, sin vanidades que perseguir, con desprecio a todas las ataduras e instituciones. La palabra “cínico” se debía al desparpajo y burla que hacían de los filósofos e imposiciones sociales. Con el tiempo, como muchas palabras, se consideró un adjetivo peyorativo, como la palabra proxeneta, que viene de próxeno, que era un anfitrión de los extranjeros, como un cónsul, ejemplo de hospitalidad.
Ser un cínico es muy cercano a la filosofía de la Yoga, la búsqueda de no tener ningún tipo de ataduras, de expectativas. Los epicúreos también coinciden en esa felicidad que se logra evitando todo aquello que causa dolor, y la visión realista, sin elucubraciones, fantasmagorías y teológicas sobre la naturaleza, el universo, la vida y la muerte.
Lo que es muy disfrutable del libro es la abierta complicidad y afinidad entre Onfray y el pensamiento cínico, con la figura de Diógenes, al que llama un verdadero asceta. El libro pertenece a la colección “Pensamiento crítico”, editada por la Secretaría de Cultura del Estado de México. Me declaro cínica y seguidora de Diógenes de Sinope, aunque yo sí use perfume.
AQ