Ha llegado el mes de mayo, el del Festival de Cannes. Muchos viejos amigos se reúnen en La Riviera para mirar cine de arte. Cosa rara, este año se hará un homenaje a Tom Cruise. Mejor revisar a los autores en competencia y particularmente a quienes suenan ya como favoritos para volver a casa habiendo visto su obra convertida en un “palmarés”.
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Luego de la presentación inaugural, Coupez (Final cut!) de Michel Hazanavicius (remake de un filme de zombis) inicia la competencia. La francesa Claire Denis podría llevarse la Palma de Oro. En Mubi está disponible Chocolat de 1988 que no debe confundirse de ningún modo con el homónimo de Lasse Hallström del año 2000, obra que resulta horrible, empalagosa y aburridísima.
Chocolat, de Claire Denis, es todo lo contrario, una película muy hermosa que, además, abrió el cine al deseo femenino, a la mirada de la mujer sobre el cuerpo del hombre.
Chocolat ha sido elogiada también por su lúcida reflexión en torno al colonialismo. La historia comienza con un niño recostado sobre la playa. Las aguas del Atlántico bañan su cuerpo color chocolate, las olas forman remolinos en sus contornos. A lo lejos lo está mirando una chica blanca. En otra secuencia esta mujer camina por la carretera. El padre del niño detiene su auto y ofrece llevarla. Ella acepta. Estamos en una antigua colonia francesa que se ha independizado. El paisaje y el niño ofrecen a la protagonista el pretexto para recordar cuando ella vivió en este país tropical y había en su casa un hermoso sirviente llamado Protée.
Lo más llamativo en la ópera prima de Claire Denis es el contenido del discurso. El deseo está ahí, sin duda, del mismo modo que está en Rojo y negro de Stendhal, pero no se explicita del todo. Permite así que sea el espectador quien vaya descubriendo lo que hay en el interior de todos estos personajes: el funcionario colonial, la mujer solitaria, los sirvientes gentiles y una niña que se llama Francia. El contenido del deseo llama la atención porque en las películas que Denis dirigió más tarde, el erotismo se volvió manifiesto.
Pareciese que la directora hubiera querido complacer a los críticos que elogiaron esta su primera película. Por ejemplo, en la primera secuencia de Un sol interior del 2017 (disponible en Cinépolis Klic) Denis ofrece una escena sexual tan explícita que parece pornográfica. Y no es por ser moralistas, pero la promesa de Chocolat era de muy distinta naturaleza. En su obra de 1998 Claire Denis se presenta como continuadora de los grandes artistas franceses. De Proust, por ejemplo, maestro en jugar con el erotismo en modo sutil, romántico y divertido. Para conseguir el prodigio que es Chocolat, Denis ensambla todo lo que implica el cine de arte, la fotografía, claro, los retratos cuidadísimos de Protée, el inusual objeto del deseo, pero también las actuaciones. Y el guion. Hay un sirviente que vaga por la habitación de la señora, ella le pide que se vaya, pero luego ordena que vuelva y le abroche en el cuello un collar. El marido, en otro lugar, contempla las montañas. Hay un hombre, casi un esclavo, que se baña en agua fría, recuerda a la mujer que ama. Llora.
Chocolat está llena de escenas que se pegan a la memoria, secuencias en las que casi es posible olisquear el aire de un país que, humillado por Francia, terminó por enamorarla. Si el estreno en Cannes de Stars at Noon resulta tan potente como esta primera película de Claire Denis, ella tendría que ganar la Palma de oro.
Chocolat
Claire Denis | Francia, Alemania, Camerún | 1988.
AQ