Al recorrer CoBrA. Serpiente de mil cabezas, que se exhibe en el Museo de Arte Moderno, experimentamos el situacionismo. Frente a cada cuadro construimos una situación, tal como el danés Asger Jorn —uno de los más de 30 integrantes de CoBrA (acrónimo de Copenhague, Bruselas y Ámsterdam)— ya creaba.
En 1948, Jorn, los belgas Joseph Noiret y Christian Dotremont y los holandeses Karel Appel, Corneille y Constant publicaron, en París, el manifiesto de la Internacional de Artistas Experimentales, que daría inicio a la leyenda —como la denominó Dotremont— de un movimiento que sigue sorprendiendo. El grupo CoBrA inventó teorías para liberarse del yugo de la pasividad. Su propuesta: hacer un arte libre que le devolviera la espontaneidad —aniquilada por la Segunda Guerra Mundial— a la imaginación.
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Esa imaginación espontánea se desborda en cada una de las 126 obras que integran esta muestra curada por Hilde de Bruijn, contagiando al espectador del siglo XXI de la energía y la resiliencia de estos autoproclamados “artistas experimentales” que reinventaron la luz del Norte.
Color, lucha, apuesta, locura, atrevimiento es lo que irradian estas piezas. Al observar la paleta, los materiales, las formas y los temas queda claro que los CoBrA rechazaban la academia con conocimiento de causa. Sabían qué estaban rompiendo, y por eso lo rompieron.
The Awakening II. Asger Jorn, 1953 | CoBrA Museum
Cada uno, desde su individualidad, colaboraba con el otro. En sus piezas no hay espacio para el prejuicio, sólo para lo que les dio la gana; como el “surrealismo revolucionario” de Dotremont o el lenguaje experimental desarrollado por los daneses o el afán editorial explayado en publicaciones como Helhesten, CoBrA y Reflex, entre otras; o los juegos teóricos de Constant, quien urgía a romper las reglas de la élite para potenciar la creatividad de las masas. Para ellos la lucha era tan política como plástica.
Se asumían un experimento artístico y, sin temor a fracasar ni a triunfar, cuestionaron y exploraron terrenos, límites, técnicas y soportes, como se observa en Saludos desde Nueva Babilonia de Constant, en los logogrammes de Dotremont; en las Suites de las Cocas del Ródano” de Alechinsky; en las Imágenes cotidianas de Corneille; en el Blanco amarillo de Carl-Henning Pedersen, o en las Figuras jugando de Jacques Doucet.
Explosivos, luminosos e inspiradores, los CoBrA le rehuyeron al tedio concentrándose en recuperar lo espontáneo de la expresión artística, una búsqueda que hoy parece, otra vez, inalcanzable.
ÁSS