Paradojas del cine ambientalista

Cine | Crítica

En El comienzo de la vida 2, la directora Renata Terra nos conduce a una conclusión tan evidente como inesperada: no hay niñez sin pasto, árboles o mar.

Fotograma de 'El comienzo de la vida 2'. (Imagen: Maria Farinha Filmes)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

La pandemia nos ha enfrentado con nuestra propia fragilidad y, en el mejor de los casos, con la necesidad de llevarnos mejor con el mundo. Por ello no resulta extraño que aparezca en cartelera el documental Soy Greta, sobre la activista de 17 años que se hizo famosa por gritar contra el calentamiento global y por pelearse en Twitter con Donald Trump. Pero ¿vale la pena arriesgarse al contagio por esta película? Creo que no.

En streaming puede verse, en cambio, otro filme que con menos vehemencia y mejores recursos fílmicos recuerda al público que, le guste o no, es uno con nuestro planeta azul.

El comienzo de la vida 2 es secuela de otra obra producida por la Unicef. Un niño se encuentra con un gusano al escarbar la tierra. La educadora pregunta: ¿cómo verá un gusano? El niño piensa. Imagina. El niño cierra los ojos y dice: ¡ya recuerdo! Otro pequeño se sumerge en un río. Parece que va a ahogarse, como Ofelia en la pintura de Millais. Con imágenes de esta clase, la directora Renata Terra conduce al espectador por diversas ciudades de América, desde Estados Unidos hasta Brasil. En cada una de ellas investiga el modo en que los niños de esta generación están perdiendo su infancia. Porque, en efecto, al perder su vida frente a la pantalla de un celular o de una computadora, dejan un poco de ser niños. Este es el motivo central de la película: no hay niñez sin pasto, árboles o mar.

En 1974 los niños del mundo podían jugar en la calle. Por diversas razones, al día de hoy sólo el 4 por ciento de los menores de 10 años puede salir de su casa para jugar. Y cuando consiguen escapar de las cajas de sus multifamiliares, se sumergen en otra caja, un autobús o un coche que los lleva a una tercera caja de concreto: la escuela. Este hecho produce toda clase de enfermedades: obesidad, diabetes, déficit de atención. Rodeados de gris, los niños pierden la capacidad de enamorarse de su entorno. Y cuando comienzan a mostrar problemas físicos o de conducta, aparece la depresión y “la medicina”: hay escuelas en Estados Unidos en las que el 30 por ciento de los alumnos toma Ritalin.

El caso más interesante en El comienzo de la vida 2 es el de Mateo, un muchachito brasileño que padece problemas de audición y que ha sido diagnosticado con TDAH (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad). A los 10 años sus padres, trabajadores de Sao Paulo, van y vienen llevando al niño con toda clase de especialistas: fonólogos, psicólogos y neurólogos. Cada uno tiene una opinión distinta de lo que está aquejando a Mateo pero, llegado el verano, la madre y el padre deciden hacer algo en apariencia radical: dejarlo jugar a sus anchas en el parque del barrio. En tres meses, Mateo es ya un niño normal.

Historias como las de Mateo nos enfrentan con otro problema con el que a menudo se encuentran los ambientalistas: suena fácil decir: dejen a los niños jugar, pero también es cierto que las áreas verdes en las ciudades son un lujo. Las familias trabajadoras no tienen jardines y en los parques del barrio existen toda clase de peligros. La propuesta del documental es esta: unirse con otros padres de familia para adueñarse de parques y áreas verdes. Y, sobre todo, dejar fuera de ellos el celular.

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