Conversaciones con Concha Gurría

La mar en medio

José de la Colina vuelve a las palabras de su madre, a quien grabó en varias ocasiones, para revivir el exilio familiar ocasionado por la Guerra Civil y los motivos por los que después de ser registrado como Novel, le cambiaron el nombre.

Guernica, arrasada durante la Guerra Civil. (Archivo)
José de la Colina
Ciudad de México /

1938

“Tú ya no te llamabas Novel, porque cuando fuimos a formalizar tus papeles en el consulado español para la residencia en Bruselas, mi patrona, la andaluza, me dijo: Mira, Concha, como el niño no tiene más que el registro en Santander, conviene que los papeles se los hagan totalmente nuevos, y si váis a andar por el mundo, date cuenta de que ese nombre de Novel, que huele de lejos a anarquista, o sea a pólvora, no lo va a ayudar nada, todo lo contrario, y entonces allí mismo te cambiamos el nombre a José, así que has tenido tres nombres, primero Novel que es el que se empeñó en ponerte tu padre aunque a mí, la verdad, no me gustaba, era terquedad de Jenaro que no quería ponerte ningún nombre de santo, y como yo entonces no me atrevía a contradecir en nada a Jenaro, por miedo del genio que tiene, pues así te inscribimos en el registro de nacimiento, o sea que Novel porque eras el primero y nuevo, ¿verdad?, y luego, en Bruselas, José, que es el que se me ocurrió allí en el consulado y con el que unos días después te bautizamos por lo católico, en secreto, sin que se lo dijéramos a tu padre, y bautizamos también a Raúl dejándolo seguir en Raúl, que me parece que no hay Raúles santos pero por lo menos no sonaba a anarquista, ¿verdad? Esto de vuestros bautizos es el único secreto que le he tenido a vuestro padre, que por lo demás yo creo que lo sabe, estoy casi segura, pero él hace como si no, se ve que ahora esas cosas no le importan tanto, pero, si lo hubiera sabido entonces, la filípica que me habría soltado, se me hubiera caído el pelo.Y el tercer nombre que tienes es de risa, Segundo, que ya sabes por qué: es que, déjame explicárselo a María (esposa de José de la Colina): cuando hicimos Conchita y yo un viaje a España, en los años sesenta, José me había pedido que le consiguiera un certificado de su acta de nacimiento, porque él no tenía ningún papel que demostrara, vamos, que demostrara siquiera que había nacido, ¿verdad?, y entonces en Santander fuimos al registro civil y pedí el registro de Novel de la Colina Gurría y el pobre hombre que atendía a esos asuntos, que era joven pero casposo, y se veía que no tenía muchas ganas de buscar, me decía: Imposible, no puede ser, conozco bien los registros y le puedo asegurar a usted que no hay ningún Novel de esas fechas, porque desde que triunfó el Movimiento no se han registrado nombres que no sean cristianos. Entonces le dije: Es que mi hijo nació durante la República, no durante el Movimiento, y se ponía rezongón, pero por fin: ¿Cuándo dice usted que nació?, El veintinueve de marzo de 1934, No puede ser, porque ya había triunfado el Movimiento, señora, y el Movimiento triunfó en 1931, Perdón, señor, le dije, en el 31 triunfó la República, y él: Pues, señora, sí que está usted bien en historia nacional, a ver si no sabré yo cuándo perdió la República y cuándo triunfó el Movimiento, y entonces otro oficinista que estaba cerca, de más edad, le dice: No, Fulano, la señora tiene razón, la República fue en el 31 y el Movimiento triunfó en el 39, y ya el fulano se fue a buscar en los registros y vuelve con un librote y busca la hoja del veintinueve de marzo y con mucho retintín va y me dice: Pues, señora, resulta que, en efecto, todos los datos que usted me ha dado, la fecha, los apellidos, los nombres de los padres, todo coincide, absolutamente todo, menos precisamente el nombre, porque aquí no hay ningún Novel, sino un Segundo de la Colina Gurría, No puede ser, le digo yo, y él se puso muy estirado y dio así la vuelta al libro sobre el mostrador para que yo pudiera leer y me dice: Mírelo usted, señora, a ver si se convence, y en efecto, leí: Segundo, y nos miramos Angelines y Conchita y yo, ¿pues qué pasaba?, y entonces se ve que el otro oficinista, que era mayor, se compadeció de nosotras, se acercó y me dijo, muy atento: Mire usted, señora, seguramente lo que ha pasado es que el registro fue modificado en alguna fecha después del 37, quiero decir oficialmente modificado, no es que se cometiera ninguna irregularidad, y Angelines: ¿Ninguna irregularidad, y lo cambiaron?, Sí, es que cuando entraron las autoridades del Movimiento se tomó la disposición de cambiar todos los nombres que no fueran de origen católico, o sea que no fueran del santoral cristiano. Y nos dio un poco de rabia, pero, bueno, pedimos la copia del certificado, y me acuerdo que cuando volvimos de España, que por cierto, Pepe, tú aún no volvías de Cuba, Jenaro, al enterarse se puso como una fiera: ¿Serán hijos de tal y tal, Franco y todos esos canallas, que hasta del nombre lo despojan a uno?

“Allí en Bruselas estábamos bien, bueno, lo menos mal que podíamos estar en esas circunstancias ¿verdad?, yo iba a ver a mis hijos con alguna cosita que les compraba, y déjame decirte, María, las primeras visitas eran un disgusto, era algo que me partía el corazón, porque en cuanto me veían se me tiraban al cuello y me abrazaban: Mamá, llévame contigo, Pero si yo no puedo, no tengo casa, ¿Pues dónde vives? me preguntaban extrañados, y se me aferraban a las piernas lloriqueando, no querían dejarme ir, Raúl sobre todo, y yo me volvía a Bruselas deshecha. Pepe estaba bien tratado, pero la manera como tenían los otros a Raúl ya no me convencía tanto, porque tenían dos hijas ya señoritas que iban a los bailes, y si los padres no estaban en casa, para que Raúl no se quedara solo, se lo llevaban con ellas, y el niño se aburría o se dormía allí y luego lo despertaban y volvían a casa, con el frío de espanto que hace en Bélgica, en fin, que el pobre chiquillo se trasnochaba y pasaba fríos, y las vecinas se daban cuenta y una de ellas, haciéndose entender no sé cómo, porque ella no sabía español y yo entendía muy poco el francés, me lo dijo, y entonces lo que yo hacía era que los sábados por la noche me quedaba allí a dormir con Raúl, dormíamos en una cama pequeña en aquella casa sola en las afueras, y ladraban los perros y yo pasaba unos fríos y unos miedos, en una cama chiquitina, agarrada a mi hijo, y era mi sufrimiento, que mi hijo no estaba bien allí. Y entonces, como teníamos un delegado que iba por las casas para ver cómo estaban los niños recogidos en ellas, porque había muchos niños españoles que eran huérfanos o que se habían perdido o se habían escapado, me fui a verlo y le expliqué la situación: Yo estoy trabajando y no puedo tener a Raúl conmigo, yo agradezco a estos señores que me tengan el niño, pero lo tienen mal por esto y por esto, y me dijo: Bueno, Concha, pues lo vamos a cambiar de casa, y lo cambiaron a casa de un señor muy gordo, muy buena persona, François se llamaba, y allí estaba muy bien, y ya estuve dentro de lo posible más tranquila, porque además Raúl y Pepe, ahora, aunque estaban en diferentes casas, vivían muy cerca, hasta se veían por encima de las bardas de las huertas, y yo cuando los visitaba podía verlos a los dos juntos en cualquiera de las casas, y sin necesidad de hacer tantos viajes que me fatigaban tanto, y, mira, ya se hablaban en francés, uno con acento wallon y otro con acento flamand.

“Pero se ve que no habían de durar esos respiros que yo tenía, porque por esos meses llegó la noticia de la muerte de Jenaro, fue un golpe que en el primer momento no pude ni llorar. Vino a decírmelo el delegado de la Ceneté, que estaba asustadísimo solo de tener que decírmelo, y el hombre había hecho el esfuerzo porque él tenía que velar porque yo resolviera mi situación en los días que vinieran, y me quedé como alelada, me quedé durante días como si estuviera dormida estando despierta, haciendo las cosas como una sonámbula, y luego a los pocos días no paraba de llorar, y lo peor era cuando iba a veros, porque tenía que ocultároslo, tenía que poneros buena cara, y cuando me preguntábais si iba a venir papá os decía: Pronto, pronto vendrá, y me volvía deshecha a la casa del francés y la andaluza, bueno, me parecía increíble que ya no fuera a ver a Jenaro, me pasaba una cosa: que no quería ver las fotografías, ninguna de las fotos donde estaba Jenaro solo, o yo con él, ni quería releer sus cartas, porque sentía que verlo allí en las fotos, o ver su letra, era ya acostumbrarse a darlo por muerto, ¿verdad?, una cosa que no tiene explicación, pero eso era lo que sentía, y en cambio lo soñé, es curioso que cuando vives con una persona no la sueñas y solo empiezas a soñarla cuando está ausente. Esto ya era cuando se terminaba la guerra, y yo estaba totalmente atontada por la pena, no valía yo para nada, y el francés y la andaluza me consolaban, me llevaban al cine, me decían: No trabajes tanto, mujer, pero creo que nunca he trabajado más en la vida, porque me dije: Si dejo de trabajar, solo voy a pensar en esto, en Jenaro muerto, y así estaría asustada de que creciera el miedo, y entonces, lo que son las cosas, un día estaba lavando los platos y de pronto me di cuenta de que me había puesto a cantar, a mí me dicen que no canto mal y también que canto muy poco, tienen que insistirme mucho para que cante, pero en ese momento me quedé yo misma asombrada de estar cantando, y me dije: Pero cómo es posible que esté cantando, si Jenaro ha muerto, y fue como si me dijera yo misma: Qué tontería, pero claro que Jenaro no ha muerto, si hubiera muerto yo no estaría cantando, que pensar así es de verdad una tontería, no tiene ninguna razón, pero yo sentía que ese sentimiento era cierto, sin poder explicármelo, y como eran los últimos días de la guerra y me dijeron que estaba llegando mucha gente a los campos de concentración de Francia, decidí ir a buscar a Jenaro, y el francés me adelantó dinero y me consiguió unos pases para los trenes y volví a Francia con Raúl y tú, porque me dije: Que cuando encuentre a Jenaro, que me vea con los hijos, y nos pusimos a ir de un lado para otro por todos los campos de concentración, que vamos, era una cosa terrible cómo los tenían allí a esos hombres”.


ÁSS

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