Adrián Herrera Fuentes pasó de la sensación de duelo al alivio tras la publicación en español y tres tomos, tras ocho años de trabajo, de la obra con que Alexander von Humboldt terminó su vida: Cosmos.
Doctor en Lenguas Romances por la Universidad de Colonia, donde imparte clases, Herrera Fuentes coordinó la edición hecha en México por Siglo XXI Editores, concebida por el filósofo y poeta Jaime Labastida dentro de la serie Biblioteca Humboldt, creada por él durante su época al frente de ese sello.
“Cuando entregué el manuscrito de los tomos finales en abril pasado, sentí una especie de duelo, durante tres meses sentí un vacío extraño. Estoy muy orgulloso de todo el equipo que coordiné y de haber colaborado con el doctor Labastida, una autoridad en Humboldt”, señala en entrevista.
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El especialista en literatura reconoce el enfoque literario y estético de la obra, apenas salidos de la imprenta la semana pasada el segundo volumen de Cosmos. Ensayo de una descripción del mundo físico, con los tres tomos finales de la obra original de Humboldt Kosmos. Entwurf einer physischen Weltbeschreibung; y un tercero, el Atlas físico, un conjunto de mapas del cartógrafo Heinrich Berghaus.
“Nuestra intención fue siempre tener una edición bella, que fuera de colección y que el lector la guardara en su biblioteca personal para toda su vida. Por eso nos avocamos a buscar imágenes bellas, relevantes, interesantes, no cualquiera que en una búsqueda en internet pudieras encontrar, sino excepcionales”, comenta Herrera Fuentes a propósito de las casi 300 imágenes sólo del segundo tomo.
En ese sentido, destaca el valor literario sobre esta primera edición mexicana traducida ex profeso del alemán de Cosmos, que también pone en relieve la magnitud del conocimiento del sabio prusiano.
“No es una edición crítica, anotada. Nuestra edición está enfocada al valor literario y divulgativo de Cosmos. Yo, como especialista de literatura alemana, no tengo las competencias para evaluar el conocimiento científico per se. Al inicio, al doctor Labastida y a mí nos parecía una idea interesante anotarla, con textos de especialistas en cada rubro, pero concluimos que era imposible lograrlo.
“Habríamos necesitado un equipo de al menos 15 personas más, entre astrónomos, geólogos, vulcanólogos, climatólogos, etcétera, que corroboraran estos datos y los pusieran en contextos científicos de la actualidad. Además, la obra ya cuenta con un aparato original de notas enorme, que fueron revisadas por varios lectores, principalmente Juan Carlos Rodríguez, que, en muchos casos, son ensayos en sí mismas, y nuestra edición ofrece las más destacadas en recuadros que facilitan su lectura”, explica el coordinador de un equipo con traductores, editores y diseñadores y más.
Gonzalo Vélez tradujo los cuatro primeros tomos y Liliana Camacho y Luis Carlos Cuevas, el quinto. Además, Juan Carlos Rodríguez se enfocó en la traducción de esas numerosas notas que Humboldt incluyó en su Cosmos, escritas en latín, el griego antiguo, el francés o el inglés, entre otros idiomas.
Publicado originalmente por la casa editorial Cotta, en Stuttgart, entre 1845 y 1862, la edición de Siglo XXI es una traducción directa del alemán del último gran ensayo que resume el legado científico, literario y humanista de Humboldt (1769-1859), quien pasó cinco años en América (1789-1804) y llegó a Acapulco en marzo de 1803 y partió de la Nueva España desde Veracruz en marzo de 1804. Por sus contribuciones a México el presidente Guadalupe Victoria le concedió la ciudadanía mexicana en 1827.
La primera traducción al español de Cosmos –escrito en alemán por Humboldt a diferencia de otras de sus obras publicadas en francés– fue de Bernardo Giner, en 1874, y en 2011 se publicó en Madrid una reimpresión, pero hay indicios de que muchos fragmentos se tradujeron de la edición francesa.
El segundo volumen de Siglo XXI es lo último que dejó Humboldt. ¿Qué se ofrece en él?
Son los tres tomos finales del Cosmos original, que aparecieron en 1852, 1859 y el último en 1862, póstumamente, Humboldt lo dejó a medias. Así que está hasta donde Humboldt lo dejó, traducimos hasta la última palabra que escribió. Ofrece un abanico de intereses de Humboldt: vulcanología, geología, astronomía… Aborda el mundo natural muerto (entre comillas), el espacio inorgánico de las estrellas, de los astros, las rocas, el magma, las tormentas magnéticas. Esto me parece fascinante, porque, viéndolo en perspectiva, lo que nos está tratando de decir es que los seres humanos somos una parte mínima del universo, compleja, en movimiento, que pretendemos gobernar pero no gobernamos.
Este Cosmos infinito está más allá de nuestra comprensión, y esto se refleja metafóricamente en el hecho de que esta obra no tenía manera de ser concluida. Humboldt invita a ver este Cosmos con una fascinación, miedo y respeto, porque es tan grande, incomprensible y complejo, que nos aterra mirar hacia él. Humboldt fue de las pocas figuras que reconocen la insignificancia de la especie humana frente al Cosmos, en un siglo XIX en el que más bien se pretendía lo contrario: presentar a los humanos como conquistadores del mundo natural, cuando, en realidad, eso es solo una ilusión, una fantasía.
El último tomo del Cosmos se publicó póstumo. ¿Humboldt sabía hasta dónde debería llegar?
Vislumbraba una parte que se dedicara a la botánica, a la zoología, y una final dedicada exclusivamente a los seres humanos. De acuerdo con lo que él deja ver en su correspondencia, él quería hablar del desarrollo de las civilizaciones, de los grupos humanos distribuidos sobre el planeta. Si hubiera tenido diez años más de vida, seguro habría al menos dos tomos más de su ensayo.
La edición, sin duda, se presenta como una obra estética.
Está ilustrada con imágenes excepcionales, documentos, dibujos de la mano de Humboldt escaneados. La biblioteca de la Universidad de Colonia, donde doy clases, me ayudó mucho con los materiales, uno de ellos el Manual de astronomía popular del astrónomo François Arago, uno de los más cercanos colaboradores de Humboldt cuando este vivió en París. Este manual, en tres tomos, era tan popular en Francia que Jules Verne fue uno de sus lectores más apasionados, él tomó mucha información de ahí para sus libros, en especial Viaje a la Luna. Cuando tuve acceso al original, preciosamente ilustrado, con imágenes y esbozos que los astrónomos de aquella época hacían a mano y después convertían en láminas preciosas, nosotros decidimos reproducir muchos de esos documentos, porque me interesaba que el lector mexicano e hispanoamericano se diera cuenta de que la ciencia también puede ser bella; la ciencia no nada más puede ser datos duros y aburridos, también es una experiencia estética y una aventura. Cuando lea estos volúmenes, se dará cuenta el lector de la pasión de Humboldt para hablar sobre ciencia, y eso se observa en su adjetivación, su puntuación, su lenguaje.
Humboldt pasó un año en la Nueva España, de marzo de 1803 a marzo de 1804, dentro de su estancia de cinco años en América. ¿De qué manera está presente el actual México en Cosmos?
De entrada, en las fuentes coloniales que Humboldt utiliza para documentar movimientos telúricos que tuvieron lugar en lo que hoy es la República Mexicana. También, dedica un apartado especial al Popocatépetl y otro al Jorullo, un volcán que nació en el actual Michoacán en el siglo XVIII y sobre el cual Humboldt se enteró por una gaceta científica, colonial, y decidió ir a analizar el lugar y rescata del olvido sucesos de la historia geológica mexicana, en una suerte de resumen. Constantemente estaba leyendo en Europa reportes de otros científicos que documentaban e investigaban en la región.
Al final de su vida ¿qué era lo que más fascinaba a Humboldt, reflejado en Cosmos?
Los volcanes. Hay que considerar que en Europa continental, salvo el Etna y el Vesubio, no hay volcanes activos, Incluso los movimientos telúricos son completamente exóticos.
Y de México ¿qué le interesaba del Popocatépetl?
Le fascinaba por su valor cultural. Es curioso, mucha gente no reflexiona que los objetos de la naturaleza no solo son una entidad biológica o geológica, sino que también tienen un valor en el inconsciente colectivo. En este caso, el Popocatépetl, y el Iztaccíhuatl, tienen un significado tremendo para nuestra historia, no son solo parte del paisaje; es algo que Humboldt siempre consideró. La fascinación de Humboldt por este volcán nace no solo por su monumentalidad, sino también por su valor cultural.
Humboldt entró por Acapulco a la Nueva España, de hecho, él corrige los datos sobre la ubicación del puerto. Ahora que pasó el huracán Otis. ¿Consideró estos fenómenos en Cosmos?
Es otro de los subtemas que él quería abordar: la climatología. En el tomo I que publicamos, sí hay varios momentos en los que habla sobre el clima, pero muy puntuales, breves. Fue una tarea pendiente. Pero, sería una tarea interesante recordarlo, porque él abordó el tema de las líneas isotérmicas, es decir que el planeta está rodeado por líneas imaginarias de temperatura, por las que podemos tener en la misma época del año la misma temperatura aquí en Ciudad de México y luego en otro lugar del globo. Él compiló lo más que pudo sobre la meteorología y estas líneas isotérmicas.
Con Cosmos da la impresión de que Humboldt se alejó de los humanos al final de su vida.
Completamente. No era la intención al inicio, entonces era tratar de abarcar todo. Pero, en el proceso, se dio cuenta de la insignificancia de las civilizaciones humanas, que en su relevancia, son, sin embargo, insignificantes. ¿Cuántas civilizaciones han desaparecido en la historia sin que sepamos nada de ellas? En el transcurso de su vida, Humboldt se dio cuenta de que nosotros, los humanos, somos un aspecto secundario, sino terciario, de este universo. Él llegó a entender que nuestra experiencia vital como humanos es ínfima en el enorme mapa de la historia del Cosmos, y esto lo agobió mucho.
AQ