'Crímenes del futuro': la quimera y la piel

Cine

La película de David Cronenberg se desarrolla entre la ciencia ficción, el performance y la búsqueda de significado.

Viggo Mortensen y Kristen Stewart en 'Crímenes del futuro', de David Cronenberg.
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Operar es un raro talento. Hay que suturar con finura y cortar con temperamento. Operar es, según Crímenes del futuro de David Cronenberg (disponible en MUBI), intervenir en el sentido artístico. Es un acto que ofrece al cuerpo, vacío de sentido, la posibilidad de ser un lienzo que el artista hace suyo.

Todos los términos con los que puede hablarse de Crímenes del futuro pueden aplicarse también a performances como los de Marina Abramović, la artista serbia que presentó en 2014 una exposición que se llama justamente Abrazar el vacío.

En Crímenes del futuro, Cronenberg se refiere además a sí mismo. En La mosca, de 1986, ya imaginaba las consecuencias de intervenir genéticamente al ser humano, pero ¿el cine de David Cronenberg es ciencia ficción? Tanto como Frankenstein, la novela de Mary Shelley, una obra visionaria que, sin embargo, indaga en aquella idea judeocristiana según la cual el ser humano comparte imagen y semejanza con Dios. Y es que, si así fuese, el ser humano tiene la capacidad de hacer algo donde no hay nada y, por supuesto, dar sentido a lo que, en realidad, no lo tiene.

Ahora, la diferencia entre la creación humana y la creación divina radica, como sabían los medievales, en que cada cual engendra según su naturaleza. Las del humano siempre serán quimeras. No sólo en el sentido de sueños, sino en el de criaturas monstruosas: La Mosca, el niño Brecken en Crímenes del futuro o esta criatura viscosa que va adquiriendo lugar en el consultorio del doctor Hal Raglan (en la que es, para mí, la mejor película de Cronenberg, Cromosoma 3) son demostraciones artísticas de que el ser humano no puede ser su propio Prometeo: puede crear, sin duda, pero no se puede salvar a sí mismo.

La historia de Crímenes del futuro va de un artista conceptual que transforma una máquina de realizar autopsias para intervenir el cuerpo de un niño que asesinó a su madre. Que el horror freudiano es algo que Cronenberg maneja bien es notorio en la mencionada Cromosoma 3, de 1979 y a menudo referida como Los engendros del Diablo. Además, hay algo de ello en Crash de 1996, una película que relaciona, como todas las anteriores, al monstruo engendrado durante la obra con algún otro elemento sexual.

Esta constatación permite abordar ahora lo más original en la obra de Cronenberg: el lugar que ocupa en ella la piel. En La mosca, el doctor Brundle dice que la piel es el órgano más hermoso del ser humano y en Crímenes del futuro, si uno se fija, todo el extraordinario diseño de producción está al servicio de que luzca este sistema que al mismo tiempo que protege el interior de nuestro cuerpo le sirve para acariciar y hacer el amor.

Pero en las películas de Cronenberg de lo que se trata es de abrir la piel, desgarrarla como un analista enloquecido que quisiera encontrar allá adentro no vísceras y fluidos sino más bien lo inconsciente, todo aquello sabido, pero no pensado, que tan estrecha relación guarda con lo perverso en el sentido sexual. Cronenberg es el equivalente fílmico de El Bosco y de los antiguos maestros japoneses que utilizaban el zen y dibujaban un mismo motivo en busca de una imposible perfección. El tema de Cronenberg es la quimera y la piel. En Crímenes del futuro, el maestro demuestra que ha llegado a tal profundidad en el motivo de sus reflexiones que necesita muy pocos recursos para meditar, como Shelley, en lo que hacen el científico, el artista o el cirujano cuando quieren ser Dios y dar sentido a lo que en realidad sólo es caos.

Crímenes del futuro

David Cronenberg | Canadá | 2022

AQ

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