Liliana Rivera Garza estudiaba arquitectura en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco, cuando fue silenciada por su ex novio. Tenía veinte años, era una excelente alumna, una joven de gran sensibilidad, querida y apreciada por sus amigos y familiares, reconocida en su entorno por su inteligencia. Aquello sucedió en 1990. Al leer su historia, contada por su hermana, la escritora Cristina Rivera Garza, he recordado la de otra mujer, cercana a mí, quien estudió en el mismo campus de la UAM e igualmente perdió la vida, en este caso, en manos de su esposo.
El invencible verano de Liliana (Literatura Random House, 2021) es un libro que me ha hecho reflexionar de muchas maneras. Me ha permitido mirar con mayor claridad una pérdida que causó estragos en mi familia: una sensación de impotencia indecible nos invadió por mucho tiempo ante la justicia que no llegó. Con este texto admirable he podido vislumbrar el laberinto kafkiano que hay que estar dispuesto a sortear en casos así; la voluntad que se necesita tener para tomar la decisión de encarar un feminicidio; la vida que hay que poner en la tarea.
Después de treinta años de los hechos, la hermana de Liliana pudo hacer acopio de fuerzas para revisar lo ocurrido con su muerte. Ha dicho que todo lo que escribió anteriormente la preparó para decirlo en este libro. Eso se siente. La autora logró crear un texto polifónico en el cual se integran las voces de los personajes reales que intervinieron en la tragedia. El principal, Liliana. Gracias a un impecable trabajo documental, de investigación en campo y en archivo, la arquitecta en ciernes que fue, aparece de cuerpo entero y nos muestra sus ideas, ilusiones y temores con la frescura de sus propias palabras.
Liliana habla en este texto a través de sus cartas y de los fragmentos de papeles que dejó y fueron cuidadosamente examinados y transcritos en él. La reconstrucción de su vida en los años previos a su asesinato surge, sobre todo, de la fuerza de su pensamiento. A este lo acompaña el contexto familiar y social que se intercala con la vivencia desoladora de su hermana Cristina ante el crimen cometido en su contra.
Los cruces de periodos históricos, los paisajes de las distintas geografías que recorre el texto, los ambientes íntimos o exteriores en este libro son diversos, pero el lector nunca se pierde. Avanza por distintos lenguajes en apartados donde el tono puede ser indirecto y poético, para después volverse descriptivo y puntual, categórico y reflexivo. En cada puerta que abre, el estilo de la narradora muestra una faceta distinta semejante a los múltiples rostros con los cuales se presenta la vida en realidad. Los géneros literarios se intercalan con la naturalidad de lo que hay por decir; el pasado y el presente requieren modos y ritmos diferentes que aquí son entramados de forma notable.
En este libro se recuerda, se hace memoria, se detalla, se reflexiona en voz alta, se convoca y, sobre todo, se busca, todo el tiempo. Afianzado en un precioso material de archivo, el de Liliana, el trabajo arqueológico del lenguaje la trae a la vida para hacerle justicia, la del amor. No hay asomo de improvisación en este texto poliédrico, sino libertad. La indispensable para rastrear en las razones de una vida que era promisoria, rica en posibilidades y fue segada por el odio. Se encuentra en él, además de los motivos personales de Liliana, el clima de una sociedad, de un país, de un modo de entenderse mujer y hombre que acaba con la muerte.
Para atravesar la vida y feminicidio de Liliana, la escritora Cristina Rivera Garza hubo de enfrentar su perplejidad y sufrimiento. Para poder comprender, dejó que el tiempo, la madurez y un esfuerzo denodado la dotaran de las armas verbales con que sondear en el horror. De todo ello ha surgido, como un relámpago de lucidez y belleza, El invencible verano de Liliana, donde se concentra, también, el trabajo de cientos de personas, principalmente mujeres, que no han dejado de alzar la voz para que las palabras digan las cosas por su nombre, contundentes, precisas: el patriarcado ha de caer.
AQ