Toscana Nobel

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"Cuando me otorguen el premio, que no redacten galimatías y que lo hagan por los mismos motivos que se lo dieron a Rudyard Kipling".

El escritor David Toscana sabe perfectamente por qué méritos quisiera recibir el Nobel de Literatura. (Foto: Araceli López | MILENIO)
David Toscana
Ciudad de México /

El año en que nací, Ivo Andrić recibió el Premio Nobel, pese a que la Academia Sueca nunca ha tenido la cortesía de escribir su nombre correctamente. En aquel entonces, se podía imaginar a esos estudiosos suecos leyendo apasionadamente la literatura del mundo, dejando que su alma, cerebro y corazón se dejaran seducir por lo más grande del ser humano, porque en verdad nada es tan grande como la gran literatura.

La redacción de los motivos por los que se concede el magno laurel suele tener un toque délfico. A Ivo Andrić se lo dieron “for the epic force with which he has traced themes and depicted human destinies drawn from the history of his country”. Suena bien eso de la “fuerza épica” y de “trazar los destinos humanos”. Lo confuso es “traced themes”, pero quienes lo hemos leído suponemos que se refiere al modo en que Andrić abrevó en las leyendas y la tradición oral de su tierra para crear y recrear sus personajes y episodios llenos de humanidad.

Más complejo de entender y traducir es el motivo por el que premiaron al nuevo premiado. Algún medio lo tradujo como “por la penetración intransigente y compasiva en los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes”; otro como “por su escritura empática y sin compromisos de los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados atrapados entre culturas y continentes”. Yo lo traduciría como “por su inflexible y compasiva lucidez al mostrar los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes”, pero tampoco acierto, porque el original es un tanto serpentino.

Ocurre que leyendo el texto, original o traducido, me pareció que trataba sobre el ganador del Premio Nobel de la Paz.

Dicen que no hay que decir “de esta agua no beberé”, pero lo digo. Hace tiempo que no tomo en serio a la Svenska Akademien. Su porcentaje de bateo es para bajarlos a ligas menores.

Sin embargo, pocos personajes despiertan tantas pasiones secretas en el mundo de las letras como esos académicos. ¡Cuántos escritores pierden el sueño, las formas, la entereza y hasta la vida por ese galardón! Ambiciones grandes, pero casi siempre de clóset. Como los que anhelan ser presidentes pero dicen que no.

El pequeño nobelista que llevo dentro me impulsa a pedirle a esos académicos que, cuando me otorguen el premio, no redacten galimatías y lo hagan por los mismos motivos que se lo dieron a Rudyard Kipling en 1907: “En consideración al poder de observación, originalidad de imaginación, virilidad de ideas y sobresaliente talento narrativo que caracterizan a este autor mundialmente famoso”.

Tack, responderé, pues así se dan las gracias en sueco.

AQ

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