Daniel Innerarity (Bilbao, España, 1959) reconoce a la democracia como un sistema elástico y en constante movimiento. Su ensayo Comprender la democracia (Gedisa), es una breve, pero precisa reflexión alrededor de un orden político que hoy exige responsabilidades sociales, responsabilidades que, por cierto, se acentúan con una pandemia que según el filósofo español nos llevará a replantear nuestros espacios individuales y colectivos.
Cauto a la hora de aventurar un pronóstico, el también ganador del Premio Nacional de Literatura en la categoría de Ensayo, considerado por la revista francesa Le Nouvel Observateur por como uno de los grandes pensadores del mundo, avizora que uno de los efectos que podría tener la crisis global es la instauración de un capitalismo autoritario.
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—En términos generales y globales, ¿cómo ha reaccionado Occidente ante la pandemia?
Es difícil responder, pero en principio estuvo mal no reconocerla de inmediato, aunque es verdad que no ayudó el grado de precariedad con que fluyó la información desde China. Además, es un virus relativamente nuevo, desconocido y con un efecto de contagio agudo. A partir de que no se conoce una vacuna tampoco sabemos su capacidad de reincidencia y comportamiento. En España las autoridades se equivocaron en calificarla como una simple gripe cuyo número de fallecimientos no iba a ser tan grande. El liderazgo ejercido en España ha sido muy vertical y quizá podría haber sido más cooperativo y horizontal. En México entiendo que el Presidente también tardó en darle la importancia que ameritaba, algo similar o incluso peor sucedió en Brasil y Estados Unidos.
—Esta lentitud habrá potenciado el impacto de la crisis.
La singularidad de esta epidemia está en la coincidencia con una gripe estacional en Europa. En un periodo breve de tiempo se dio un pico de contagios alto y en particular de gente mayor. La combinación de ambos ingredientes colapsó al sistema sanitario. Aquí radica el dramatismo fundamental y por lo mismo obligó a los estados a tomar una decisión radical como es el confinamiento. Su reacción supone la limitación de nuestras libertades y el cierre de las fronteras, algo que en Europa no se veía desde hace muchos años. Los efectos de todo esto son devastadores para la economía. Hoy, los gobernantes están obligados a poner sobre la balanza la economía y la salud, así como los intereses de las generaciones mayores contrapuestos con los de los más jóvenes. Debido a esto, en el futuro veremos una solicitud de rendición de cuentas por parte de la ciudadanía.
—Salud vs. economía supone un dilema ético y de valores muy contemporáneo.
No es algo nuevo, pero ahora se plantea con una agudeza inédita porque la elección es confinar a casi todo mundo en sus domicilios. No solo perdemos libertad, también dañamos mucho al sistema. Nuestras economías funcionan mediante aceleración, oferta y demanda, y nunca habíamos enfrentado algo como esto. La crisis de 2008 implicó desaceleración y recesión, pero un parón de esta dimensión es inédito.
—¿Qué efectos tendrá esto en nuestras democracias?
Esta crisis pone a prueba nuestra psicología individual; la estabilidad de los núcleos familiares; y la resistencia de las instituciones democráticas. No menos relevante ha sido comprobar cómo este virus ha revalorizado tres cosas que los líderes populistas despreciaron: primero, el saber de los expertos, los científicos han adquirido un papel muy relevante en las asesorías, recordemos el discurso anticientífico de Trump; segundo, el valor de las instituciones, donde incluyo a los sistemas de salud y a la inteligencia colectiva articulada en torno a la cultura de procedimiento y protocolos; y tercero, la idea de la comunidad global, hoy todos los estados están expuestos al mismo virus. Los muros o calificar a la pandemia como una guerra obedecen a un análisis equivocado.
—La soberanía de la desesperación, le llama Byung-Chul Han…
Efectivamente vemos un repliegue doméstico, pero también político con el cierre de fronteras y vuelos. El enclaustramiento es apenas un momento del combate al virus, cuando esto pase deberemos replantearnos qué tipo de espacios abiertos construiremos. El futuro del mundo debe ser abierto en términos geográficos y políticos. Hoy, como pocas veces, sabemos que estamos en un mundo común y necesitamos instituciones acordes. La Organización Mundial de la Salud trabaja con un presupuesto ridículo. En Europa las instancias continentales no tienen fuerza en términos de sanitarios. El repliegue no debe sustituir nuestra idea de vivir en comunidad.
"La idea del home office es muy bonita, pero profundiza la desigualdad dado que son pocos quienes pueden hacerlo"
—¿Cree que se reforzará la idea de contar sistemas sanitarios o esta preocupación será pasajera?
Me parece indudable repensar los sistemas sanitarios. La crisis nos afecta a todos más o menos por igual, pero el efecto final depende del tipo de instituciones que se tienen, de su calidad y de su universalidad de protección.
—¿A nivel individual seremos los mismos después de esto?
Nuestra psicología estaba armada de tal manera que pasábamos poco tiempo en casa. Esto supone que uno tiene un espacio y tiempo para la intimidad y el afecto; un espacio para la indiferencia que pueden ser los sitios abiertos; y un tercer espacio para el conflicto, que puede ser el trabajo. ¿La casa es realmente el lugar donde “se supone” reina el afecto? Para muchas personas, y particularmente para muchas mujeres no es así, incluso es lo contrario, un sitio donde viven amenazadas. Para nuestros hijos e hijas, las escuelas son resquicios de igualdad donde todos tienen los mismos pupitres y las mismas responsabilidades, en cambio la casa acentúa la desigualdad. Las hay grandes y pequeñas, unas tienen internet y otras no. La idea del home office es muy bonita, pero profundiza la desigualdad dado que son pocos quienes tienen la posibilidad de hacerlo.
—¿La pandemia golpea o fortalece al capitalismo?
El sistema de control chino puede ser una tentación para muchos gobernantes en Occidente, pero no olvidemos que restringe la libertad. Por otro lado, las crisis por sí mismas suponen una subversión total del orden dominante. Todavía es muy pronto para hablar de lo qué sucederá, pero corremos el riesgo de un capitalismo más autoritario.
—¿Como especie, qué lección nos da la pandemia?
Sin duda muchas, el asunto está en que la gente quiera aprenderlas. Ahí tengo mis dudas, porque eso depende de nuestra libertad. Ahora mismo estamos ante un desafío a nuestra inteligencia que nos deberá llevar a comprender bien lo que ha pasado. Veremos el tamaño de nuestra voluntad, porque tendremos que sacar la fuerza necesaria para reformular las instituciones en la dirección correcta. A lo largo de la historia de la humanidad no son pocos los ejemplos de oportunidades que hemos dejado pasar después de una crisis profunda. Me parece que lo más difícil será recuperar la confianza, que por cierto ya estaba en unos niveles muy bajos a nivel gubernamental e institucional. Creo que veremos una desconfianza interpersonal en las relaciones humanas, nos costará dejar de ver al otro como un potencial elemento de contagio.
ÁSS