Darío Galicia: cuatro poemas escogidos

Poesía

Publicamos cuatro poemas de uno de los escritores puntales del infrarrealismo, que hoy vive una etapa de penumbra.

Darío Galicia, poeta infra. (Foto: Javier Narváez)
Laberinto
Ciudad de México /

Autobiografía: mándeme a la silla eléctrica

Oxido la tarde en el café

Un duelo negro refleja mi sombra

Recorro el cielo

Mi eterno Meinkampf

Ataúd negro sin estrellas

Las estaciones son polvo negro

No existe el color

El negro es mi duelo

Mis ojos tapados en una celda blanca

No hay voluntad

Los tranquilizantes son el péndulo de mi mente

Aquí estoy encerrado

En mi crujía

Donde ninguna alma late

¿La salud mental?... Es su invención

Psiquiatras asesinos

Enfermeros carcelarios

Enemigos de la invención y la Utopía

A mi huelga de hambre

Pinchan mis venas con comida artificial

Cada gota que cae es un gusto por mi náusea

Me es vetado el grito

Un golpe

Otro madrazo

En un psiquiátrico

Donde ronda mi cadáver

No espero mi Hiroshima

Soy un ciudadano desconocido

Soy un expediente psiquiátrico

Donde no tengo nombre

Ni historia.


Arte poética

No me interesa ser un hombre fragmentario

Ni eructar Marx Marx cada media hora

No quiero ganar un concurso

Ni tampoco becas

Ni ser un poeta profesor

Solo quiero

Caer desnudo en el fondo de un poema


Fábula de amor

Nuestro amor es una fábula

Una película que nadie quiere

Filmar

Dos muchachos

Dos cuerpos desnudos en la hierba:

Y aire haciendo vibrar

Ondas de colores

Nuestro amor es una historia

Prohibida

Y aun así tú y yo

Nos besamos en reforma

Y en la universidad

Ocultos en las sombras

Y también cuando

No resistimos

El brillo y la atracción

De nuestros labios.

La fuerza de cuatro piernas

Y esta honda ternura

Y la necesidad de

Amarnos

Frente a la luz del día.

Simplemente como dos hombres que se aman.


Blues para el retrato de un muchacho proletario

En aquel invierno miré su rostro por primera vez: tenía 16 años, el rostro demacrado y más hermoso aún que el del Che Guevara.

Esta tarde el atavismo es inevitable, esta tarde evoco el rostro de aquel muchacho proletario.

En aquel invierno los termómetros marcaban 3° bajo cero. Y sus zapatos estaban rotos y sus blue jeans raídos y sus bolsillos sin monedas. (Si Vittorio de Sica lo hubiese visto seguramente lo habría filmado.)

En aquel invierno cada claxon era un hito entre el suicidio y la vida, una campanada loca que se rompía lentamente en su tímpano. Sus retinas se concentraban con asco en un lujo inaudito, en un orden aparente, en una cruel abundancia.

En aquel invierno él acostumbraba pararse frente a los baños de vapor o en una esquina. Y en los glaciares esquizofrénicos de su mente anidaba la esperanza de poder vender esa noche su cuerpo a cambio de una cama y un plato de comida.

ÁSS

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