David Crosby: el hombre que olvidó su nombre

Música

Las muertes de las leyendas del rock significan el fin de una era, pero también la oportunidad de recordarla.

David Crosby, 1941-2023. (Andy Paradise | AP)
Adrián Acosta Silva
Ciudad de México /

Hace unos días (el 18 de enero) murió el cantante y compositor David Crosby, una de las últimas leyendas del rock-folk norteamericano. Su voz suave, armoniosa y cálida acompañó los sonidos del rock de los años sesenta y setenta a través de dos de los grupos más emblemáticos de la época norteamericana del género: The Byrds, y Crosby, Stills, Nash y Young (CSNY). Metodista insobornable (le metió duro a todo tipo de drogas y al alcohol), el californiano nacido en la ciudad de Los Ángeles en 1941 fue uno de los más célebres representantes de la generación de los baby-boomers de la posguerra, cuyas trayectorias vitales son un muestrario de excesos, creatividad, genialidad, tragedias y decepciones de la época de las flores, el pacifismo, el hippismo, y el ambientalismo de primera generación de muchos de los nacidos al final de la segunda posguerra mundial en la costa oeste de los Estados Unidos.

Mi primer contacto con el sonido de Crosby fue en mi adolescencia, en los primeros años setenta en Mazatlán, cuando un grupo de amigos de Guadalajara nos fuimos a pasar unos días a ese puerto del pacífico. Recuerdo que en la grabadora de un mazatleco se tocaba un recién desempacado cassette de CSNY (4 Way Street), donde la voz suave y la guitarra acústica de Crosby entonaban “Laughing”, una discreta canción de amor acompañada por los poderosos riffs de Stills y Young. Luego de eso, inmediatamente pude comprar el LP (“vinyl”, le dicen ahora) Dèja Vú, el más célebre de las obras de CSNY, donde Crosby incluye una canción de su autoría con un título propio de los aires alucinantes del barrio Haight-Ashbury de San Francisco: “Almost cut my hair”.

El enorme bigote y la cabellera ensortijada de Crosby fue el emblema de su figura a lo largo de su carrera de 6 décadas, en la que grabó 11 discos como solista (8 de estudio y 3 en vivo), más los grabados con sus grupos de origen. Desde el deslumbrante If I Could Only Remember My Name…, de 1971, hasta el sobrio For Free, de 2021, Crosby se mantuvo nadando entre las aguas superficiales y profundas del rock, con apariciones esporádicas junto a otros de sus antiguos compañeros de The Byrds o de CSNY. Prisionero de sus excesos, rebeldías y alucinaciones, Crosby encajó bien con la atmósfera de reclamos vigorosos y optimismos desbordados del hippismo, como dibuja con curiosidad y buenas maneras el exlíder de The Band, Robbie Robertson, en su Testimony (Neo Person, Madrid, 2017), libro autobiográfico donde desfilan entre sus memorias de juventud personajes extravagantes y un poco locos como el propio Crosby.

A finales de los años setenta, éste pasaba por su propia temporada en el infierno. Atrapado por las drogas y el alcohol se encontraba en un permanente estado de paranoia y ansiedad, asegurando que alguien lo quería matar. Con el asesinato de John Lennon en 1980, Crosby emprendió una enfermiza cruzada personal por su propia salvación recorriendo frenéticamente varias ciudades de Estados Unidos desde California y Nueva York hasta Florida, donde fue detenido por la policía con un arma en la mano, convencido de que el siguiente en la lista de asesinados célebres era él. Luego de unos días en la cárcel, lo que se sabe es que se sometió a una terapia de desintoxicación que finalmente le salvaría de sus paranoias y muy probablemente de la muerte.

Posteriormente, entraría en una prolongada etapa de soledad y aislamiento, lo que explica que después de su lanzar su primer disco en 1971 solamente grabara dos discos de estudio en 1989 y en 1993 (Oh, Yes I Can y Thousands Roads), aunque colaborara en algunos más como invitado de varios cantantes y grupos. Luego atraviesa por otro extenso período de silencio que se alargará durante casi 20 años, interrumpido solamente con algunas esporádicas apariciones en vivo, y la grabación en 1999 de un disco en que se reunieron CSNY (Looking Forward). Pero es en la segunda década del siglo XXI cuando Crosby el viejo (ya había alcanzado sus propios años setenta, con esposas y exesposas, nueras, hijos y nietos), grabaría lo que son quizá los mejores discos de su trayectoria. Entre 2014 y 2021 lanzó 5 discos de gran factura estilística y consistencia letrística, de arreglos sofisticados donde participaron guitarristas como Mark Knopfler y cantantes como Joni Mitchell: Croz (2014), Lighthouse (2016), Sky Trails (2017), Here if You Listen (2018), y For Free (2021). Son las postales de la madurez brillante de un músico veterano que plantea dudas, explora sonidos nuevos, siembra sospechas y escepticismos corrosivos sobre las viejas y nuevas generaciones, sobre los tiempos malditos de la guerra, el trumpismo o la pandemia, pero también recordatorios puntuales de las promesas no cumplidas, las esperanzas e ilusiones que alimentaron los sueños, delirios y pesadillas de la Woodstock Nation.

El año pasado, a sus 80 años de edad y luego de la pandemia, Crosby formó un nuevo grupo —The Lighthouse Band—, junto con jóvenes y talentosos músicos como Mike League, Becca Stevens y Michelle Willis. Había ofrecido algunos conciertos en los Estados Unidos, recorriendo las venas de la melancolía, la nostalgia y el optimismo que resurgieron con fuerza en ciudades como Los Ángeles, Nueva York o Denver luego del trumpismo y la pandemia. Uno de esos conciertos, celebrado en noviembre del año pasado en el histórico Teatro Capitol de Port Chester, NY, fue grabado y será presentado por estos días. Será el último disco en el que escuchemos la guitarra y la voz de un músico entrañable.

La muerte de Crosby es uno más de los clavos de ataúd del rock clásico. A principios del año, la muerte de Jeff Beck había sumado otro, recordando la inevitable mortalidad de los héroes de las voces y guitarras que estructuraron las grandes leyendas rockeras. A sus 81 años, el sonido de coros y guitarras acústicas que acumuló durante su trayectoria, hacen de Crosby el artesano que configuró una parte de las hechuras básicas de un género que ahora, con algunas brillantes excepciones, languidece con explicaciones pero sin remedio. Quedan por ahí Dylan, McCartney, Springsteen, Clapton, Young, Stills, Patti Smith, Van Morrison, Paul Simon, John Mayall, como algunos de los últimos representantes de una era que se apaga inexorablemente, poco a poco.

Hechizado por el mar californiano, Crosby fue un amante de los barcos y las velas, de las travesías nocturnas y las exploraciones marinas. A bordo de su nave Calypso, vivió una parte de sus reposos, excesos y alucinaciones, acaso a la búsqueda de constatar las palabras decimonónicas de Rimbaud: “Sé de cielos que estallan en rayos, sé de trombas, resacas y corrientes, sé de noches…del Alba”. Y tal vez un epitafio digno de Crosby se pueda desprender de una de las líneas de El barco ebrio: “Los ríos me han llevado, libre, adonde quería”.

AQ

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