De dramas y boleros cuánticos

Ciencia

Aun cuando el entrelazamiento del mundo cuántico no es observable a nivel macroscópico, no deja de ser inquietante que los átomos que forman nuestros cuerpos puedan estar tan profundamente vinculados.

A nivel cuántico, estamos todavía más entrelazados. (Imagen: Hal Gatewood | Unsplash)
José Gordon
Ciudad de México /

La palabra drama, proveniente del griego, significa en sí acción. Por eso, en términos teatrales, el drama es la exploración de la tubería de acción y reacción que construye una historia. En sánscrito estaríamos hablando de la palabra karma, un concepto neutro que nos habla de los efectos de nuestras acciones ya sean buenas o malas. En el teatro de la naturaleza, Newton nos plantea una idea similar que básicamente señala que a toda acción corresponde una reacción. ¿Hasta dónde llega este juego dramático de causa-efecto? ¿Podemos afectar a una partícula subatómica con tan solo observarla?

El sentido común nos dice que no. Ya no se trata de una acción física. Sin embargo, las leyes de la mecánica cuántica funcionan de una manera contraintuitiva. Cuando en el mundo subatómico una partícula se ha interrelacionado con otra, ¿se siguen comunicando a pesar de la distancia que impide una comunicación inmediata?

A Albert Einstein no le gustaba esta idea. En 1935, junto con Boris Podolsky y Nathan Rosen, propuso una paradoja (conocida como EPR, por las iniciales de sus apellidos) que pretendía demostrar que la teoría cuántica era incompleta. ¿Se podría realizar un experimento que mostrara que dos partículas que han interactuado entre sí se siguen afectando a pesar de que se separen “para siempre”? Esto es como decir que medir u observar lo que le pasa a una partícula repercute en el estado de la otra a pesar de que se encuentren a miles de kilómetros entre sí. Einstein consideraba que esto era imposible, ya que implicaba una “acción fantasmal a distancia”. La paradoja, en realidad, era una crítica a los efectos de la observación en lo observado, planteados por la física cuántica, y a la idea de que podían existir fenómenos de interrelación no locales.

Sin embargo, en 1982 el físico francés Alain Aspect realizó un experimento que demostró que, efectivamente, las partículas pueden estar vinculadas en un nivel que rebasa los límites de los efectos locales. A ese fenómeno se le conoce como entrelazamiento cuántico y su realidad ha sido verificada una y otra vez, gracias a los estudios de John Clauser, Anton Zeilinger y el mismo Alain Aspect, quienes fueron galardonados con el Premio Nobel de Física 2022, por el potencial revolucionario en la informática que pueden traer estos conocimientos.

En términos simples, lo que ocurre es que cuando dos partículas están comunicadas entre sí, cuando una tiene un spin o giro para arriba, la otra responde con un spin o giro para abajo y viceversa. Sin embargo, si una partícula está en China y la otra en México, el drama o el karma continúa a pesar de la distancia. ¡Siguen reaccionando entre sí! Al conversar sobre este tipo de extraños experimentos que realiza hoy en día el físico Moty Heiblum en el Instituto Weizmann en Israel, le dije que en México teníamos una canción que describía este fenómeno. Se me quedó mirando con una sonrisa en los ojos. Brotaron las palabras: “Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esta razón”. Estamos ante un bolero cuántico.

Lo claro es que aun cuando el entrelazamiento del mundo cuántico no es observable a nivel macroscópico, no deja de ser inquietante que los átomos que forman nuestros cuerpos —los materiales sutiles de los que estamos hechos— puedan estar tan profundamente vinculados. Además, esto no anula el deseo en el teatro de la poesía: “Nadie puede cortar una flor sin perturbar a una estrella”.

*Este es uno de los temas expuestos por José Gordon en el diálogo sobre las fronteras del conocimiento entre ciencia y arte, junto con Javier Santaolalla en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el miércoles 30 de noviembre.

AQ

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