'De las cenizas en la tierra': otra dosis de realidad

A fuego lento

"El autor, Nestor Pinacho, tiene ritmo, sentido del tiempo, pero carece de estilo", escribe Roberto Pliego.

Un arma perteneciente a las autodefensas, en Apatzingán. (Cuartoscuro)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

El escenario, aunque sin lugar en el mapa, resulta muy conocido: un pueblo serrano capturado por un grupo delincuencial que impone la siembra de ¿amapola?, ¿mariguana? Lleva por nombre Cozocuautla y por sus calles polvorientas se mueven la policía, el ejército y las autodefensas. Se supone que el lector debe tener la visión de un fragmento (que sugiere la totalidad) de la realidad mexicana. Luego están las demasiadas voces que narran el tránsito de la anemia rural a la violencia impuesta por la arbitrariedad y las armas. Estos son los ingredientes exhibidos en De las cenizas en la tierra (Fondo Editorial Tierra Adentro), de Nestor (sin acento) Pinacho, que obtuvo el Premio Nacional de Novela Joven José Revueltas 2018.

Pinacho tiene ritmo, sentido del tiempo, pero carece de estilo. Utiliza tantas voces narrativas que su historia termina cobrando la forma de un griterío. Falla también a la hora en que hablan sus personajes. Dicen, por ejemplo: “En un ratito les traigo agua de limón para que se refresquen” o “Como usted ordene, mi general”, frases que suenan provenientes de un drama televisivo en horario triple A que, en vez de agregar o matizar, se presentan como meros accesorios. Digamos que en su afán de capturar el habla del campo no hace otra cosa que imitar los clichés más folcloristas.

De las cenizas en la tierra da para lamentar la incapacidad de los jóvenes narradores mexicanos para interpretar el presente o el pasado inmediato. Uno alienta la sospecha de que son lectores pobres, sin ojos para la tradición literaria, incapaces aun de mirar el trabajo de sus contemporáneos. Uno tiene la sensación de que Horacio Castellanos debe sonarles al cuarto bate de los Tomateros de Culiacán y Juan Gabriel Vásquez al solista de un grupo reguetonero. No exagero, no, sobre todo cuando leo: “toda la corporación nos vamos a juntar en la plaza”, “iré a arreglar estos asuntos a la capital”, “ve a despedirme, no seas gacho”, “¿qué paso güey?” Qué miseria de lenguaje, qué ganas de fastidiar nuestros oídos.

Consignar la realidad, a la manera de una iniciativa periodística, no debe ser nunca la tarea de la literatura. Y consignar la realidad sin considerar las enormes posibilidades del lenguaje es testimonio y no creación artística. En efecto: De las cenizas en la tierra da para lamentar otro estado de cosas.

De las cenizas en la tierra

Nestor Pinacho | Fondo Editorial Tierra Adentro |México | 2018

​ÁSS

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