De Monsieur Breton

Los paisajes invisibles | Nuestros columnistas

Este año se cumplirá el centenario del legendario Manifiesto Surrealista, que exalta lo espontáneo como una reivindicación del intelecto sin el control de la razón.

El poeta francés André Breton. (Foto: Roger Viollet)
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

Aún es prematuro, el año apenas comienza, pero vale la pena adelantarse y destacar que el 15 de octubre se cumplirán 100 años del Manifiesto Surrealista de André Breton. Repasando ciertos fragmentos, no deja de asombrar la clarividencia del escritor francés para el que después del automatismo psíquico como motor del pensamiento libre y el divorcio de la razón, consideraba al sentido del humor como una propiedad indispensable en el oficio literario, y un detalle irrenunciable en las artes visuales. (En el prólogo a su Antología del humor negro, cuya selección comienza por Jonathan Swift y pasa por Sade, Lichtenberg, Fourier, e incluye, entre otros, a Borel, Poe, Baudelaire, Carroll, Villiers de l’Iisle Adam, Lautréamont, Nouveau, Brisset, Roussell, Picabia, Duchamp, Péret, Rigaut, Ferry, Leonora Carrington y culmina con Jean–Pierre Duprey, Breton no omite la obligada referencia a las parodias oscuras del dibujo mexicano, y en 1939 lo expresa así: “El triunfo del humor en el terreno plástico, en su estado puro y manifiesto, parece tener que situarse en una época mucho más cercana a la nuestra y reconocer como su primer y genial artesano al mexicano José Guadalupe Posada que, en unos admirables grabados sobre madera de carácter popular, nos sensibiliza hacia las agitaciones de la revolución de 1910 —las sombras de Villa y Fierro deberán ser interrogadas, concurrentemente a estas composiciones, sobre lo que pueda ser el paso del humor de especulación al de acción; México, con sus espléndidos juguetes fúnebres, afirmándose, además, como la tierra elegida del humor negro—”).

Difícil objetar el punto de vista de Breton sobre el paradójico atributo nacional. El humor negro como música de fondo en lo político, lo cultural y lo social, una suerte de chiste que se cuenta solo porque en México la fantasía se queda corta y se convierte en un remedo, lo absurdo tutela el guion de la realidad. Pues acerca de la inventiva, en el mentado Manifiesto que proclama al hombre como sonador definitivo, Breton hizo hincapié: “Querida imaginación, lo que me gusta sobre todo de ti es que no perdonas”.

En efecto. La imaginación es implacable. No absuelve, indulta o dispensa nada. Borra límites. Se ensancha y hace descomunal todo lo que toca; puede, incluso, romper las amarras del espíritu. Ahí se halla el verdadero sentido de la libertad pues, decía el autor de Nadja, si la imaginación no se emplea adecuadamente, el siguiente punto al que se llega es la locura, cuya condena moral encierra y ata al que la sufre.

Lo onírico como una suerte de revelación. La noche como vehículo de quimeras, gozosas ilusiones. La vigilia definida entreacto existencial, digamos como aquellos intermedios que ponían en los cines del siglo pasado, haciendo despertar al público de la película que iban imaginando. Así aborda al sueño el Manifiesto Surrealista: como una materia espesa de la que solo retenemos las capas superficiales porque su esencia se va a pique al despertar, y vaya desgracia. Es la realidad lo que debe caer, en la omnipotencia del sueño está el juego desinteresado del pensamiento: “El espíritu del hombre que sueña se satisface plenamente con lo que le sucede. La angustiosa cuestión de la posibilidad ya no se plantea. Mata, vuela más aprisa, ama cuanto quieras. Y si mueres, ¿no estás seguro de despertar de entre los muertos? Déjate llevar, los acontecimientos no toleran que los difieras. No tienes nombre. La facilidad de todo es inapreciable”.

2024 comienza apenas. En unos meses se cumplirá el centenario del legendario Manifiesto que exalta lo espontáneo como una reivindicación del intelecto sin el control de la razón, al margen de cualquier preocupación inconveniente, sea estética o moral. Ese movimiento en el que militaron Aragon, Baron, Boiffard, Carrive, Crevel, Delteil, Desnos, Éluard, Gérard, Limbour, Malkine, Morise, Naville, Noll, Péret, Picon, Soupault y Vitrac, liderados por Monsieur Breton.

AQ

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