Delphine de Vigan: “La tecnología va mucho más rápido que la moral o las preguntas éticas”

Entrevista

La autora de ‘Basada en hechos reales’, llevada al cine por Roman Polanski, habla, entre otras cosas, de su novela más reciente, ‘Los reyes de la casa’, sobre los niños ‘influencers’, que está en proceso de ser adaptada para una serie.

Delphine de Vigan, escritora francesa. (IMDb)
Ciudad de Mexico /

Delphine de Vigan, que desde hace poco más de dos décadas ha venido construyendo una sólida obra que cuestiona la autoficción y la realidad, acaba de publicar en español su más reciente novela, Los reyes de la casa (Les enfants sont rois, 2023), un relato contemporáneo con consecuencias a futuro sobre los niños influencers, grabados 24 horas por sus padres.

En entrevista exclusiva, De Vigan desmenuza esta novela y otras de su bibliografía, todas ellas traducidas al español por Anagrama, que subjetivizan al extremo eso que tiende a llamarse la verdad, al grado tal que juega a que ella puede ser o no la narradora de una de sus historias más célebres, la metanovela de 2015 Basada en hechos reales (D’après une histoire vraie), que dos años después Roman Polanski transformó en el thriller homónimo protagonizado por su esposa Emmanuelle Segnier y, al otro lado de su espejo, Eva Green.

De hecho, Los reyes de la casa ya se está adaptando a una serie en Francia, según adelantó la escritora a Laberinto en esta conversación que pudo concretarse gracias a Louise Leick, del Instituto Francés para América Latina, la embajada de Francia en México y Anagrama.

En Los reyes de la casa, las vidas de dos mujeres, una madre y una policía, literalmente se enredan en la telaraña de la realidad virtual de los influencers y la explotación infantil en las redes sociales, cuando la hija de la primera desaparece. El temor a un secuestro surge cuando se empiezan a recibir mensajes sobre la niña. ¿Pero fue un secuestro o un rescate?

—Su nombre es muy hermoso. Cuando empecé a leerla creí que era seudónimo; me enteré que en su primer libro usó uno y en los siguientes su nombre real. Al ser una novelista que juega con la realidad ¿por qué cambió el seudónimo por el nombre real?

Publiqué mi libro Días sin hambre (2001), sobre una joven anoréxica, con el seudónimo Lou Delvig. Es un texto autobiográfico, uno de los dos autobiográficos que he escrito, junto con Nada se opone a la noche (2011). Como fue mi primera novela, era complicado publicarla con mi nombre real, Delphine de Vigan, porque me preocupaba bastante la reacción de mi padre, pensaba que sería complicado para él ser identificado por su apellido como el padre de la persona que escribió el libro. Tenía miedo por él y por su reacción. Así que decidí usar un seudónimo. La idea no era esconderme, porque acepté que me tomaran fotos y hacer programas de televisión, entre otras cosas, sino que no se le identificara a él. Y fue la decisión correcta, porque para mi padre fue difícil aceptar el libro, incluso cuando está muy por debajo de la realidad, pues aligeré en la novela la situación en relación con él.

Entré a la literatura como Lou Delvig, que también era marcar una diferencia, porque trabajaba entonces en una empresa y nadie a mi alrededor se imaginaba que había descrito esa experiencia con la anorexia; distinguía así mi vida profesional de la escritura, ya que no sabía si me iba a volver una escritora, tenía muchas ganas, pero no sabía si iba a publicar más novelas. Cuando publiqué mi segundo libro (Les Jolis garçons, 2005) cuatro años después, una ficción, me cuestioné si tenía que seguir usando un nombre que no era mío o asumir esta escritura como mía. Y decidí seguir con mi verdadero nombre; aun acepté años después que Días sin hambre apareciera en edición de bolsillo con Delphine de Vigan.

—Pienso que relaciona todos sus libros, deja pistas en ellos que los conectan. En Los reyes de la casa hay otra vez esta obsesión con reality shows, ahora enfocado al mundo virtual de los influencers y de la explotación de los niños ¿Por qué esta obsesión?

Es verdad, jugué con eso. Siempre me han encantado los programas de telerrealidad. La primera gran emisión de telerrealidad que salió en Francia en 2001, Loft Story, que es un Big Brother, coincidió con mi primera novela. Y, en alguna parte de mí, cuando vi esas emisiones, supe de inmediato que algún día escribiría algo alrededor de eso, no sabía qué, para nada, pero participaba en mi fascinación por la telerrealidad. Me encantaba pero también quería abordar el tema en mi escritura con todas esas preguntas sobre la realidad y la ficción, el hecho de que cada uno de nosotros cuenta una historia, cada uno fabrica su propia ficción para poder continuar, poder existir, es algo que me ha interesado mucho.

Hoy, finalmente tenemos esa posibilidad de convertirnos en nuestra propia marca con las redes sociales y de mostrarnos al mundo desde una perspectiva que nosotros completamente fabricamos, esto es algo que me interesa mucho. Hace tiempo que reflexiono alrededor de esto. Y puede ser que lo que más me haya fascinado de Loft Story y de la aparición de la telerrealidad es que las personas se volvían famosas sin saber hacer nada en especial. Antes las personas tenían notoriedad por poseer un don artístico, eras cantante, escritor, comediante… Y, de pronto, personas totalmente anónimas, simplemente porque aceptaban mostrarse, accedían a una notoriedad inmensa de manera muy repentina, completamente fenomenal y absurda al mismo tiempo. Eso ya no pasa solo por la televisión, ahora ocurre con las redes sociales. Ver cómo una persona puede volverse viral, como se dice hoy, es algo muy interesante que da cuenta también de nuestra época.

—Me quedó la impresión de que para usted la literatura es el reality show del escritor. ¿La concibe de esa manera?

No. En todo caso, jugué mucho con sus códigos porque precisamente para mí la realidad en cierta forma no tiene interés, es lo que este experimento del Big Brother nos mostró: gente grabada 24 horas sobre 24 horas. En Francia podías simplemente ver vivir a los protagonistas, y era un aburrimiento profundo y total, que se volvió interesante a partir del momento en que fabricábamos una ficción a partir de esa realidad; es decir, la televisión empezó a realizar montajes y a intentar contar una historia con esta nada que se producía ante nuestros ojos. Para mí, contar su historia, intentar describir su vida no tiene interés a menos de que tengas un proyecto literario o artístico detrás. En Basada en hechos reales (2015) jugué un poco al adoptar códigos de la autoficción al llamar a mi narradora Delphine y dar pistas que correspondían a mi propia vida, que los lectores podían saber en internet; es decir: dar la ilusión de realidad para fabricar algo que es la realidad.

Para mí, la novela es una especie de metanovela que sirve esencialmente para reflexionar sobre la literatura, el rol de la ficción al dar a leer algo que puede parecer real pero no sabemos en el fondo si lo es o no. Basada en hechos reales era el contrapunto de mi novela anterior, Nada se opone a la noche, que era la búsqueda de una verdad, más cerca de la historia de mi madre y, por consiguiente, de la mía un poco. Cuando apareció esta novela autobiográfica estaba muy sorprendida y, de hecho, un poco perturbada porque los lectores me preguntaban sin cesar si era verdad tal o cual cosa, si eso había ocurrido de verdad. Y yo contestaba que, de cierta manera, sí, pero que era mi verdad, cuento las cosas como yo las viví, no son una verdad absoluta, sino subjetiva, a la vez impregnada del amor que tenía por mi madre pero también de la niña que fui, de mis miedos, preocupaciones y traumas.

Todo eso fabrica forzosamente algo muy subjetivo. Y siempre escuchaba preguntas sobre si era una historia real. Pero ¿es realmente importante que sea real? ¿Esta historia solo tiene interés porque es real? ¿Tendría el mismo interés si lo hubiera dado a leer como pura ficción? Toda esta reflexión en torno a la aparición de Nada se opone a la noche me provocó ganas de escribir de manera romanesca Basada en hechos reales, para jugar con los códigos de la autoficción, desactivarlos y destruirlos de alguna manera.

—Si me permite, haré un juego de palabras con Las lealtades (2019) su siguiente libro después de Basada en hechos reales. ¿Cuál es la relación entre lealtad y realidad?

Más allá de Nada se opone a la noche, no tengo una preocupación muy fuerte de estar lo más cerca de la verdad, que de cierta manera es inaccesible. Lealtad no sería una palabra que yo utilizaría en este caso, en el presente hablaría más de una deuda hacia lo real. Pero, en mis siguientes trabajos, como me definí como una autora de ficción, en el fondo me siento bastante libre de contar cosas como me dan ganas de contarlas. Puesto que usted habla de lealtad, yo no soy ninguno de mis personajes, pero de cierta manera soy todos, hay algo íntimo, personal, que los nutre. En francés se dice “es pura ficción” y eso me divierte un poco porque me pregunto cuándo, de dónde la ficción es pura en tanto que el autor nutre la ficción de cosas muy íntimas en el fondo, incluso un autor de ciencia ficción. Mis obras se nutren con mis experiencias, mis sentimientos y, probablemente, mis traumas y mi inconsciente, etcétera. Las lealtades es muy visceral, muy cerca de mí, pero no tengo en esta novela ninguna preocupación autobiográfica. Precisamente porque me beneficio del confort de la ficción y que las pistas estén revueltas puedo ir más lejos en lo que escribo y, sin duda, a veces con cosas más personales que en los libros que se dicen autobiográficos.

—Es por lo que preguntaba si la novela es el reality show del narrador, tomando los ejemplos de Nada se opone a la noche y de su más reciente libro Los reyes de la casa.

No diría eso. Para que una historia interese a los otros tiene que ser fabricada, construida, que posea un lenguaje, una música. No compararía forzosamente a la literatura de autoficción con la telerrealidad, porque para mí la telerrealidad es algo extremadamente en bruto; y cuando este contenido es transformado, no es transformado por los protagonistas mismos, aunque esto es menos verdad en la actualidad porque hoy hay personas que hacen su propio tv reality en las redes sociales y puede que estén de cierta manera más cerca de la literatura porque, a partir de su vida, fabrican algo, dan forma a algo, son ellos mismos quienes lo hacen. Pero, la telerrealidad del Big Brother y de otras emisiones son personas que están felices de ser, de evolucionar delante de la cámara, de hacer cosas, pero este contenido va a ser explotado por otra gente que fabrica una falsa realidad con ello.

—En Las gratitudes, su protagonista, Jérôme, habla del impacto de la infancia en los adultos. En Los reyes de la casa a la infancia se le enfoca en los niños abusados por sus padres. ¿Por qué hasta hoy es su protagonista la infancia, tan importante para usted?

Es un tema que regresa seguido a mi trabajo, casi un poco a mi pesar. Cuando comencé Los reyes de la casa no me planteé una novela sobre la infancia o la protección de los niños; es más complicado que eso. Un día veía por azar un reportaje en la televisión sobre niños influencers, ni siquiera sabía que existían. Los niños eran muy populares y estaban haciendo publicidad de ropa en un centro comercial. No sabía quiénes eran pero entendí lo absurdo de la situación. Mi primera reacción fue sacar una libreta y anotar la palabra que veía en el reportaje (influencers) y el nombre de los niños: fue algo instintivo, escribir, porque la imagen me chocó. Después hice investigaciones para intentar comprender que era lo que vi, que era lo que llamamos niños influencers que son seguidos por millones de personas, representan mucho dinero y detrás de ellos hay todo un sistema económico.

Así el proyecto de la novela se concretó, después de pasar mucho tiempo viendo contenido en YouTube o Instagram. Pero, hasta que terminé la novela, me dije que seguía siendo otra historia de niños abusados, sobre la protección de la infancia. Son siempre esas preguntas que regresan a mi trabajo, sobre el abuso de autoridad, toda esta violencia a veces un poco invisible que se puede ejercer en la familia o en la sociedad. Regreso a la infancia y al abuso de poder un poco a mi pesar, casi inconscientemente; me pesa mucho. Como dice Jérôme en Les gratitudes: ese niño que fuimos subsiste en nosotros toda la vida. Cuando tenía 20 años creía que volverse adulto consistía en deshacerse, alejarse, de la niña que una vez fui, y, finalmente, me doy cuenta que no nos deshacemos nunca de ella, sigue viviendo en nosotros y puede que sea mejor así, de hecho; a los 60 u 80 puede que haya una parte de nosotros que todavía percibe el mundo a través de los ojos del niño que una vez fuimos.

Los reyes de la casa dice con ironía que los padres se preocupan más por la pornografía en internet que por la explotación y abusos de sus hijos en las redes sociales. ¿Es que la tecnología, el progreso, nos cambió la moral?

Sí, sin duda. Sobre todo, en los padres hay cierta inconsciencia. Los padres con hijos que ven este tipo de contenidos en las redes sociales no se dan cuenta; si miran a sus hijos que siguen a los niños influencers en las computadoras dicen: “Bueno, no es pornográfico, no es violento, a lo mejor es un poco estúpido pero tiene una apariencia bastante inofensiva”. Pero, esto en realidad es peligroso para los niños, aunque no lo parezca de inmediato. Cuando mi novela apareció en Francia muchos padres me dijeron que solo hasta que la leyeron se intrigaron con lo que cuenta, del problema que representa. Es verdad que la tecnología va mucho más rápido que la moral o las preguntas éticas. Y aquí el hecho es que de un momento a otro alguien pueda fabricar su propia telerrealidad, esto está unido evidentemente con los celulares, la computadora, YouTube, el internet…

En Francia apenas hemos empezado a legislar sobre los padres que filman todo el día a sus hijos influencers, la sociedad no había anticipado este fenómeno, no tuvo tiempo de preguntarse si es bueno para los niños, qué significa para ellos ser filmados 24 horas desde que tienen 1, 2, 3 años. ¿Y para los niños que ven esos videos que hacen apología del consumismo? Es lo que digo en la novela, que esos videos te transmiten que hay que comprar para ser felices, es el ideal. Hay que preguntarse aquí qué efecto tendrá en los niños ver y absorber tanta publicidad sin una mirada crítica y sin mediación. ¿Tienen posibilidades a los 2, 3 años o incluso a los 10 de decir que no, que no tienen ganas de ser grabados? ¿Tienen capacidad de darse cuenta a futuro lo que significa eso, los videos nunca se van a borrar? Todas estas preguntas de ética, educación, en efecto, hay que formulárselas para intentar estar al día con la tecnología que corre mucho más veloz que la sociedad.

—Su novela, de hecho, también deviene futurista. ¿Por qué?

Me interesaba proyectar en lo que estos niños se iban a convertir y lo que podía suceder con sus padres. En Los reyes de la casa la investigación policiaca, la desaparición de esta niña, sirve de investigación sociológica, que me permite describir el presente. Pero, cuando vi el reportaje del que hablé antes, mi primera pregunta fue en qué se iban a convertir esos niños o niñas, en qué adultos nos convertiremos cuando tuvimos de niños semejante notoriedad que no recae en nada. Ya sabemos que la notoriedad pública ha sido bastante complicada para los niños estrellas, que sabían cantar o hacer comedia. Pero, estos niños no hacen nada más que ser filmados. Me pregunté cómo podemos crecer con eso cuando hemos sido acostumbrados a ser un personaje desde la más temprana edad, porque cuando hay una cámara, aun un bebé se comporta de manera distinta. Y eso nos regresa un poco a la cuestión de la realidad y la ficción. A partir del momento en el que ponemos un teléfono, una cámara delante de un niño, él actúa su propio rol, pero actúa, se vuelve un personaje. Esto proyecta la realidad a un futuro bastante cercano, no invento nada en la novela, imagino lo que puede pasar con estos niños con la única herramienta que tengo: la ficción.

—Contrapone a dos mujeres: la madre de Kimmy y Sammy, Mélanie; y la policía, Clara. ¿Se puede sentir compasión por Mélanie si la heroína es Clara?

Intente lo más posible no juzgar a Mélanie, no fue fácil porque es un personaje que expone enormemente a sus hijos. Quería construir a los dos personajes un poco en oposición la una a la otra. Mélanie es atraída por los reflectores y tiene la necesidad de ser vista, amada, busca la notoriedad desde que hizo su primera aparición en un show de telerrealidad, que no funcionó, pero a través de sus hijos puede realizar este sueño de exposición y de recibir todo este amor virtual. Es una mujer completamente en su época, la acepta sin cuestionarla, no tiene una mirada crítica sobre lo que vive, todo le parece formidable, normal, está convencida de que al hacer a sus hijos estrellas de YouTube les está construyendo un futuro real, les está abriendo el camino a la felicidad y a la posteridad.

Por otro lado, está el personaje de Clara, que es lo contrario, aunque está, de manera similar, atraída por la sombra, no tiene ganas de ser expuesta, vive en el secreto, en la austeridad, si eso es patológico, no lo sé, y se muestra extremadamente retractaría con respecto a su época. A través de la mirada de Clara se descubre la existencia de este universo de los niños influencers, descubrimos a Mélanie con la sorpresa y la estupefacción de Clara. Y me gusta mucho la idea de que ella tenga esta relación de atracción-repulsión con respecto a esta otra mujer que no entiende y que la fascina cuando se pone a observar estos videos de manera un poco obsesiva. De hecho, la novela va a ser adaptada a una serie, ya está en proceso, y los guionistas están trabajando mucho en esta relación entre ambas.

—En México se le conoce también por la adaptación al cine que hizo Roman Polanski de Basada en hechos reales. Es chistoso que se llame Roman (roman: novela, en francés) el director, volviendo a este tema la realidad-ficción. ¿Participó en el filme?

Ja, ja, ja. Es verdad, es verdad, no había tomado conciencia de ello, pero sí es gracioso. No, yo no participé en absoluto en la adaptación. Polanski quería hacer su propio trabajo con los temas de D’après une histoire vraie, que él ya había abordado en su cine, como son el encierro, esos momentos en que no se sabe si es realidad o ficción. Pienso en Repulsión (1965) o El inquilino (1976), sus primeros filmes, que me gustaron mucho. No sabemos si el personaje de la escritora está inventando algo o si es real, un personaje un poco obsesivo. No me extraña para nada que la novela le haya interesado a Polanski, él juega con la novela que abraza un poco los temas que él mismo ya ha explorado en su trabajo cinematográfico.

—Polanski, no obstante, hizo de su novela sólo un thriller. D’après une histoire vraie me parece, en cambio, que es un libro sobre la creación literaria. La protagonista se llama Delphine y su contraparte L (“ella”, si se pronuncia en francés, pero también L de literatura). Y L trabaja de ghost writer, de nègre littéraire, como se dice en francés. ¿Delphine de Vigan es la ghost writer de su personaje Delphine?

Me divertí mucho jugando con eso. Pero, tienes toda la razón, cuando salió D’après une histoire vraie yo decía que era una novela que se podía leer en tres niveles: el primero, en efecto, es un thriller psicológico, con esta relación turbulenta, muy tóxica, peligrosa, entre Delphine y L; y podíamos contentarnos con esta lectura, muchos lectores lo hacen; la película, efectivamente, se da cuenta de este aspecto de thriller. El segundo nivel es una reflexión de esta conexión extraña entre lo real y la ficción; cómo lo real nutre la ficción y la ficción nutre lo real. Y el tercero, en efecto, como dices, es sobre la creación. Retomé una frase de una novela de Stephen King sobre quién habla cuando escribes, quién escribe a través de mí. Parece algo místico o psicoanalítico, o quizás de ambos, pero tuve seguido este sentimiento de que no era completamente la dueña de lo que escribía.

Es decir, en un momento dado hay algo que se escribe a pesar de mí, de manera inconsciente. Con frecuencia, cuando ya he avanzado en un libro o hasta que lo termino, me doy cuenta de lo que escribí. Pueden pasar años para tomar conciencia de ello. A veces, cuando leo en público o para una adaptación, me pregunto si realmente fui yo quien escribió eso. Es como si hubiera alguien más que escribe en mí. Es esa idea de un doble que exploré en Basada en hechos reales. Entonces, no sé quién es el escritor fantasma de quién. En todo caso, tengo la impresión de que todos lo tenemos en alguna parte que vive en nuestro interior. Va a sonar muy extraño, van a pensar que tengo un problema, pero es un sentimiento que siempre ha tenido en torno a la dualidad entre la obra y la escritura.

AQ

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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