Exposición: Llamo desarrollo a la operación de ampliar textos cualesquiera (aunque en este caso son ilustres) mediante la sustitución de sus palabras por definiciones de diccionario, o elaboradas por uno mismo como imágenes o ideas equivalentes. Así, por ejemplo, La Mancha, territorio de España, se convierte en “borrón de tinta”, y nubes en “masas de vapor acuoso”, etcétera.
El desarrollo puede ejercerse sobre una sola frase o un solo párrafo y puede unirse a otro desarrollo, de modo de formar un conjunto que solo nuestra propensión a la jactancia se atrevería a llamar poema. (Están ustedes avisados.)
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Modo de lectura: Léase primero este “poema” en prosa (quizá un tanto “maldororiana”) sin hacer caso de las notas de llamada al pie de página. Luego léase el texto atendiendo a las notas para saber (si no se ha adivinado ya) de dónde vienen los elementos desarrollados. (Los “rellenos” son porciones sintácticas introducidas por el redactor para dar coherencia al ensamble.)
En algún espacio del inmenso borrón de tinta al que no podría, aunque quisiera, situar en mi memoria [1]
y que se limita al inmenso océano de la noche, he aquí que [2]
con su gran aptitud o potencia física de copiar la apariencia de cosas o seres reales o irreales, las masas de vapor acuoso suspendidas en la envoltura gaseosa que rodea al globo terráqueo toman semejanza de animales verdaderamente existentes, como los reptiles de orden crocodriloideo, especialmente del orden Crocodilus, que existen en los ríos de las selvas tropicales, o los animales imaginarios, como las serpientes corpulentas con pies y alas, y de extraña fiereza y voracidad, solo existentes en la imaginación humana [3]
cuando la mente es conquistada por el delirio o la extravagancia. [4]
He puesto una gran distancia entre mí y la masa de agua salada que cubre la mayor parte de la Tierra, entre mí y muchas zonas del enorme cuerpo sólido y celeste que gira alrededor del Sol y en el cual los seres vivos habitamos. [5]
Y podrán las últimas tinieblas, como un lacre negro, sellar para siempre mi mirada, quitarme el esplendor diurno en el que convergen todos los colores, [6]
pero tú, quienquiera que seas, [7]
acércate a este metal pulido que te presento, y contempla ahí tu rostro, para luego volver los ojos hacia estas otras imágenes, estos otros rostros tuyos de tiempos anteriores que se habían evaporado de tu memoria. ¿Qué son sino caídas piezas de corola de luz, perfección y promesas de felicidad que tuviste en días que han quedado muy atrás? [8]
Pero yo sé que el pálido satélite de nuestro planeta, de nuestra casa, pues, no será más que la lápida sin inscripción que se alzará, coloreada de sangre, sobre la cabecera de tu sepulcro. [9]
[1] En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. Cervantes.[2] Relleno.[3] Las nubes, en su gran fantasía,/ imitan al dragón y al cocodrilo. Efraín Huerta.[4] Relleno.[5] La mar en medio y tierras he dejado. Garcilaso.[6] Cerrar podrá mis ojos la postrera/ sombra que me llevare el blanco día. Quevedo.[7] Relleno.[8] Mírate en un espejo y luego mira/ estos retratos tuyos olvidados./ Pétalos son de tu belleza antigua. Manuel Altolaguirre.[9] Y su epitafio la sangrienta Luna. Quevedo.
ÁSS