Desde un búnker imaginario

Crónica

"Estar en una casa segura no me preservó de esa otra batalla, de esos reportes de guerra que registraban los avances de un solo bando".

Hay una ligera variación en el ruido de una munición cuando ésta viaja al espacio. (Foto: Jorge Carballo)
Juan Esmerio
Ciudad de México /

La casa donde me resguardé perteneció a un hombre que vendió tres mil cabezas de ganado para construirla. Antes ese hombre, cuyo alias aún resplandece, engordó y arreó el hato durante tres días por la Sierra Madre Occidental. Lo acompañaron un par de vaqueros y un perro, y viajaron desarmados. No había carretera a Culiacán en ese entonces.

Estuve atento a través del WhatsApp. Mis compañeros de refugio pertenecían a grupos diversos. Estar en una casa segura no me preservó de esa otra batalla, de esos reportes de guerra que registraban los avances de un solo bando.

Ver esos videos y oír esos audios fue tóxico: descubrir que había quien tomaba partido. No hace falta decir a favor de quién. Todo es posible en una batalla. Incluso hay espacio para las bromas. Hubo un audio apócrifo, revelador: se requería quien tomara las armas. Se ofrecían un rifle de asalto al instante y sueldo atractivo, en dos pagos. Había que ser joven, adolescente incluso, para reclamar la oferta.

Los videos y audios hablaban de una marcha de hombres armados de sur a norte, en sentido contrario a los desfiles cívicos y militares del 20 de noviembre. Llegaron del otro lado del río, un flanco frágil desde siempre. Luego desde otras zonas periféricas de la ciudad. Y la amenaza mayor: que llegarían de otras regiones: de la montaña, de la costa, de las ciudades vecinas. Se trataba de un cerco perfecto. Vivimos en un valle, un valle afortunado, donde esos trazos guerreros son posibles. Se trataba además de una aspiración a la ubicuidad muy realizable. Sabemos de ella desde hace muchos años. Conocemos ese poder, a cambio de guardar silencio —por razones de vida—. Nos aterraba, más que sorprendernos, esa capacidad de desdoblarse.

El tono de la voz que hablaba se expresó, como nunca antes, en un tono incontestable, propio de un don de mando tramontano. En el éxito de la negociación le iba la vida.

Hay una ligera variación en el ruido de una munición cuando ésta viaja al espacio o cuando rompe la gravedad en sentido horizontal. Se desarrolla cierto oído a fuerza de escuchar, se identifican calibres, y durante horas oímos pegando el oído a la pared.

¿Cuántos están listos para un relevo cuando sea necesario? Legiones, a juzgar por la actitud de los jóvenes que vimos en los videos. También la sociedad fue legión. Nunca sabremos cuánta gente abrió sus casas y alojó a los transeúntes que zozobraban en la angustia.

Me asomé por el búnker imaginario: una anciana oriental caminaba por la calle sin saber lo que estaba pasando. Me pregunté si en algún momento conecté con ella. 

Fui afortunado: el asedio no me alcanzó en la calle. Un asedio que recuerda el de las tropas de Ramón F. Iturbe durante la Revolución. Se disparó, cálculos someros, el equivalente a tres veladas de año nuevo. Eso es mucho decir.

La historia del hombre que arreó su ganado habría encantado a Juan Rulfo. Ahora no es una historia que inspire. El esforzado Sísifo dejó su sitio al belicoso Ares.

RP/ÁSS

LAS MÁS VISTAS