El 29 de abril se conmemora el Día Internacional de la Danza. La fecha se ha convertido en una oportunidad para hacer y pensar la danza en el mundo. El mensaje de este año estuvo a cargo de la bailarina y coreógrafa egipcia Karima Mansour quien expresó: “En esta época en la que la conexión y la conectividad han adquirido nuevos significados y estamos en el punto más bajo de nuestra capacidad de conexión, la danza sigue siendo el acto al que más recurrimos para ayudarnos a restablecer esa conexión perdida. La danza nos devuelve a nuestras raíces, tanto en un sentido cultural como en el sentido sensorial, personal e individual más inmediato, hasta alcanzar el núcleo y el corazón, al tiempo que nos capacita como animales sociales”.
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En México, la danza tiene múltiples expresiones y se manifiesta en distintas geografías con un empeño potente por existir y resistir. Recientemente tuve el privilegio de asistir al II Festival Internacional de Danza Veinte Once en Tijuana, Baja California, organizado por el Conservatorio de Danza México bajo la dirección de Mariana y Dulce Escobedo.
El festival es un esfuerzo admirable pues cuenta con una orientación artística definida y clara, cuya idea sobre la creación y difusión de la danza emana de un proyecto perfectamente diseñado y pensado, sin espacio para la improvisación. Subyace en sus organizadoras una perspectiva profunda y multidimensional de la danza: la técnica, los estilos, el periodismo cultural, el cine, la reflexión filosófica y la literatura, así como la resonancia en distintos espacios abiertos y cerrados para la creación escénica. Fue maravilloso encontrarse con las miradas de bailarines muy jóvenes interesados en todas las perspectivas de hacer y vivir la danza.
Un empeño más por reivindicar el poderoso papel de la danza en la construcción de comunidad y tejido social. Fue maravilloso encontrarse con las miradas de bailarines muy jóvenes interesados en todas las perspectivas de hacer y vivir la danza.
Por otro lado, miro con gran preocupación la grave situación que viven los bailarines de la Compañía de Danza del Estado de México, quienes han denunciado una serie de abusos y malos manejos en la compañía, pero lejos de observar un interés por escuchar las inquietudes y corregir las malas condiciones denunciadas, las autoridades han emprendido una serie de represalias contra el elenco; la más grave: separarlos de sus puestos y presentar a otro elenco en la conmemoración del día de la danza. Estos acontecimientos también han desencadenado una serie de manifestaciones de apoyo a los bailarines con las consignas “Trato Digno” y “Bailarines Unidos” desde los salones de clase y ensayos de distintas compañías y estudios de danza en México. Merecen condiciones dignas y resulta contradictorio “festejar” el día de la danza mientras existen oídos sordos para las denuncias de quienes ponen sus cuerpos para hacerla posible.
Finalmente, la UNAM organizó un festejo grande y plural, con danza en todos los espacios posibles del Centro Cultural Universitario. Siempre es estimulante mirar y encontrar a una enorme comunidad que reivindica la danza como forma de vida. Con especial agrado viví la función del Taller Coreográfico cuyo programa Renovación incluyó tres obras de estreno que dan cuenta de la nueva etapa que vive la compañía; el resultado refleja a una agrupación dinámica que lo mismo ejecutó la pieza de Yazmín Barragán La migración de l´amour con una técnica clásica sólida y depurada en cada uno de los bailarines, que 11 seen, obra de Sarah Marty-Guerre cuyo lenguaje exige de los ejecutantes un estilo contemporáneo que indaga en las posibilidades de los cuerpos en coordinación con elementos multimedia que han refrescado la naturaleza de la compañía universitaria. Esta renovación integrada al innegable legado de Gloria Contreras ha vuelto a colocar al Tcunam como un referente obligado de la danza mexicana.
LVC