Querido Gabriel:
Es un gran honor participar en este homenaje nacional que te hace el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.
Reconocer hoy tu trayectoria, tu vida, tu obra.
Estoy aquí en representación de muchísimos amigos, amigas, colegas compañeros y compañeras tuyos que formamos parte de diferentes generaciones.
Desde muy jóvenes los artistas pertenecientes a mi generación, los nacidos a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo pasado, sabíamos de tu trabajo individual y sobre todo de tu labor en colectivos llamados grupos, de los cuales mucho se ha escrito y documentado.
La apropiación del espacio público a través del arte, las irreverentes y rebeldes acciones del grupo SUMA son ahora parte de nuestra memoria social.
Una de las lecciones más importantes de estos colectivos desde mi punto de vista, y que en nuestro tiempo presente cobran enorme relevancia, es que nos enseñaron lo que ahora llamamos hacer comunidad.
Y cuando de hacer comunidad se trata para intervenir, para protestar, para reaccionar ante alguna causa de manera colectiva, social, con el arte como herramienta tú siempre has sido el centro de esa comunidad solidaria.
Es esa comunidad la que ahora de manera amorosa me toca representar para decirte lo mucho que te queremos y admiramos.
A la par de tu gran labor social colectiva siempre has desarrollado tu trabajo individual emprendiendo proyectos en áreas diversas de la creación.
He sido testigo durante años en viajes por el interior de la república, exhibiendo o impartiendo talleres, de la huella que has dejado en estudiantes que ahora son maestros, en artistas, amigas, amigos que te recuerdan siempre de manera entrañable.
Talleres de gráfica a lo largo del país en los cuales has participado atesoran tus colaboraciones y enseñanzas.
También hemos viajado juntos y he cosechado ese afecto contigo.
Sé que todas las personas que te quieren tienen historias propias que contar que hablan de tu gran corazón, de tu PERSONAL manera de trabajar, de convivir, de convocar al ejercicio creativo, de enseñar el oficio de la pintura y el dibujo.
Amigas, amigos, colegas y tanta gente que te quiere escribiremos tal vez un día de estos entre todos La Macopedia completa.
De tu relación con esta ciudad caótica, sabemos que no has dejado de dialogar con ella a veces a gritos otras en silencio plasmando paisajes urbanos que conocemos y reconocemos.
No han sido pocos los escritores y poetas que han intentado explicar tus laberintos.
Has sabido ser puente generoso entre tus queridos maestros y jóvenes creadores. De lo individual a lo colectivo siempre sembrando afecto y enseñanza.
Arquitecto de utopías rocosas.
Piedras como ciudades.
Grabados que parecen mapas de otros mundos.
Dibujos de filigrana precisa.
Orden y caos como generadores de tu creación.
Aventuro ahora mi propia teoría del caos y el orden que te son propios:
Un niño baja al cuarto de máquinas de un enorme barco anclado en el puerto de Manzanillo de la mano del Sr.Walter, su tío alemán, ingeniero, encargado de ese maravilloso espacio.
El niño se asombra al contemplar la inmensa maquinaria que hace que el barco cumpla todas sus funciones.
El niño y el tío bajan del barco pero otro niño se queda contemplando aquellos diseños extraordinarios hechos de líneas y curvas, engranajes inmensos.
Geometría desbordante.
Hasta el día de hoy ese niño sigue ahí intentando descifrar el misterio.
Me gusta pensar, querido Gabriel, que todos los espacios que has habitado a lo largo de los años son ese cuarto de máquinas.
Imagino que en realidad has estado diseñando todo el tiempo un inmenso barco, un barco imposible donde tus amigos podamos entrar y salir, subir y bajar.
Un eterno festival a bordo.
Ventanas que son puertas, escaleras que son cuartos todos ellos abiertos al paisaje.
Lo sé porque me he subido a ese barco infinidad de ocasiones y hasta me ha tocado ver a lo lejos el faro que tú mismo diseñaste:
La mujer chimenea, por allá por el poniente de la ciudad oceánica que navegas.
Mi padre, al que conociste, fue un poeta del desierto.
Sin embargo en su nostalgia por el mar escribió un largo poema sobre un barco que cuando vuelvo a él de tanto en tanto me hace pensar en esa nave que diseñas permanentemente y también me hace pensar en ti.
Retomando esa relación que has tenido y tienes con la poesía me atrevo a leerte unas líneas de ese poema como un pequeño regalo a seis días de tu próximo cumpleaños y en el marco de este reconocimiento.
Se llama UN BARCO NO ES UN BARCO (1976)
Un barco no es un barco,
es tan solo un concepto que navega.
Es como el alma que riela y riela
en las profundidades marinas
del espíritu.
Un barco no es un barco,
es la esperanza plena
de navegar el viaje,
es lo salobre y lo marino
que el alma tiene
al margen del paisaje.
Un barco no es un barco,
es el diálogo que surge entre los muelles
con la extraña que cerca de nosotros,
precisamente contemplando
aquello que creemos
es un barco
nos brinda su mirar y sus palabras.
Un barco no es un barco,
son los muslos, los ojos,
el pelo y las palabras.
Un barco no es un barco,
son las olas interiores
que configuran
la conciencia
con lo que un barco tiene
de paisaje de barco.
En verdad, Gabriel, parece escrito para ti, parece un Macotela. ¡Larga vida!
AQ