¿Hay una estética de cine específicamente latinoamericana? Parece que sí. Que poco a poco se va conformando una tradición de gran cine en esta región. Distancia de rescate compitió en la Sección oficial de San Sebastián en septiembre de este año, está disponible en Netflix y fue dirigida por la peruana Claudia Llosa. Evidentemente, no basta este hecho para afirmar que la película obedece a una estética propia de América Latina. Más bien, lo latinoamericano en Distancia de rescate aparece en cierta forma de mirar, cierta sensualidad, ciertos temas y preocupaciones.
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Basada en una famosa novela de Samanta Schweblin, la obra de Claudia Llosa gira en torno a la transmigración de las almas. Y en efecto, el argumento se presta al misterio. Al horror si se quiere. Pero la directora consigue trascender el cine de género y nos encierra en un pueblo claustrofóbico que recuerda la turbación psicológica que produjo en 2001 La ciénaga de Lucrecia Martell. En este pueblo hay un secreto ominoso que también resulta característico de la región y que opera como denuncia en la que se mezcla lo político con lo psicológico.
Muy a la manera de la extraordinaria película Días de Santiago que, dirigida por Josué Méndez, se estrenó en 2004. Pero está también el registro simbólico: la bruja de pueblo, la brutal diferencia de clases y un universo en el que los protagonistas, a pesar de ser tan refinados, saben sobrevivir en el campo. Como sucede en Nuestro tiempo, de 2018, dirigida por Carlos Reygadas. La vida en el campo funciona también como metáfora para hablar de las relaciones sociales en la región. Además, si en la película de Reygadas la muerte de un toro de lidia desencadenaba el tormento psicológico en torno a lo vacío de una existencia sin Dios, lo mismo sucede en la película de Llosa, si bien el detonador no es un toro, sino un caballo de carreras. Ahora bien, la historia de este caballo sirve como articulación para entrever el modo en que Claudia Llosa ha hecho suya la historia de Schweblin y, con una serie de elementos propios del cine latinoamericano, construirse un arte propio, una pieza que irradia una sensualidad que trasciende lo feminista para volverse más bien cine de lo femenino. En este sentido, la comparación que cabe más es con El Anticristo de Lars von Trier. En la película danesa de 2009, la feminidad era percibida como lo siniestro, lo propio de las brujas que, más que en un sentido textual, se entregaban al mal en sentido psicológico. La sexualidad femenina era, en la película de Lars von Trier, fuente de perdición, de locura. Todo esto se trastoca completamente en la obra de Claudia Llosa. Los primeros planos en Distancia de rescate enfatizan las miradas, la piel, la humedad. Interesadas más en la sensualidad que en la sexualidad, las protagonistas de esta película perciben a lo masculino como la fuerza destructora del campo, de una naturaleza que es maternal.
Desde que comenzó su carrera como cineasta en 2006 (con Madeinusa), Claudia Llosa ha ido construyéndose una trayectoria cada vez más sólida. Y puede que Distancia de rescate aún padezca algunos de los vicios del cine latinoamericano, a saber, la necesidad de plegarse a intereses que trascienden lo estético para complacer a los inversionistas, pero, en espera de la obra que consagre definitivamente a Llosa como una artista a la altura del mejor cine del mundo, por lo pronto su película Distancia de rescate es una obra de arte que hay que ver.
Distancia de rescate
Dirección: Claudia Llosa | Chile | 2021
AQ