Drácula, el ballet: aquello que nos obsesiona

Danza

Una versión dancística inspirada en la novela de Bram Stoker se presentará del 27 de septiembre al 27 de octubre en la Capilla Gótica del Centro Cultural Helénico.

'Drácula' se presentará en la Capilla Gótica del Centro Cultural Helénico. (Cortesía: Secretaría de Cultura)
Argelia Guerrero
Ciudad de México /

A partir del 27 de septiembre y hasta el 27 de octubre se estrena en la Capilla Gótica del Centro Cultural Helénico una versión dancística de la leyenda de Drácula: una coreografía creada por Óscar Ruvalcaba y estructurada en nueve escenas siguiendo la música de Philippe Finney. La Capilla permite que no sólo sean los intérpretes quienes se trasladen a recrear otros tiempos; envuelve al público para compartir este viaje que dota de cualidades narrativas a la danza contemporánea.

Óscar explica su percepción sobre el personaje para construir el ballet: Drácula se reconoce como un mito aún en la sociedad moderna que, como Frankenstein, proviene del terreno extraño del inconsciente: nace del sueño para de pronto irrumpir en el plano de nuestras obsesiones, filias y temores.

Múltiples reflexiones han surgido en torno al personaje cuyo referente histórico es Vlad III, también conocido como Vlad el Empalador. Nació en Sighisoara, Transilvania, en 1431. Fue príncipe de Valaquia, que actualmente es el sur de Rumania, entre 1456 y 1462. Fue ortodoxo y se convirtió al catolicismo. Bram Stoker se inspira en este personaje histórico para escribir la novela que da argumento a la pieza coreográfica de Ruvalcaba. Las pasiones, no sólo eróticas sino religiosas y políticas, el amor, las ideas de libertad y las obsesiones son los insumos que aportan la historia real y la ficción para pensar en estos elementos que se encuentran presentes en las sociedades a lo largo de la historia.

Drácula no se entiende desde una visión maniquea de la historia, sino que se inserta dentro de la intersección de todos estos elementos, cada uno determinando a los personajes para que, a final de cuentas, no sea sencillo distinguir héroes y villanos. A decir de Óscar, Drácula es uno de tantos rebeldes que reivindica su derecho a actuar como lo hace y encarna las pasiones y obsesiones con las que nos identificamos y a las que negamos y escondemos en lo más profundo de nuestra intimidad. Nos susurran al oído, nos tocan la puerta e invitan a entrar a su universo y dejarnos seducir: “Una vez más bienvenido a mi casa. Ven libremente, sal con seguridad, deja algo de la felicidad que traes”.

La inquietud de traer a Drácula a los tiempos contemporáneos es, a decir del coreógrafo, la falta de contacto con el horror.

“El horror nos renueva, transforma y pasa a otra visión del mundo y de conciencia. Parece que la cultura contemporánea tiene una obsesión por ocultar el horror; pero no es posible ocultarlo, porque forma parte de nuestro bagaje, forma parte de lo que somos, y Drácula se hace presente cuando creemos que tenemos vidas civilizadas. Eso hace fascinante el mito del vampiro”.

Podemos mirar la obsesión por negar el horror de la que habla el coreógrafo en el día a día de la sociedad contemporánea que la ha normalizado para dejar de verla.

Raúl Támez, uno de los bailarines con las trayectorias más versátiles y sólidas en México, encarna al vampiro rumano y encabeza un elenco con indudable calidad técnica e interpretativa, fiel a las exigencias coreográficas de Ruvalcaba, quien para esta obra se valió principalmente de los recursos de la danza contemporánea sin abandonar el uso de las formas para establecer estéticas que permiten reconocer símbolos que le sean cercanos.

Con Drácula tenemos la oportunidad de pensarnos como seres duales y reflexionar sobre nuestras pasiones y obsesiones, insertos en una sociedad que nos impone sus ideas sobre héroes y villanos, y para la que siempre existe la posibilidad de rebelarnos e indagar otros caminos.

ÁSS


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