La ignorancia, el caos y la maldad, son las armas del demonio Mahisha, un búfalo que se puede trasformar en hombre, elefante o lo que su ira le ordene. La destrucción de su fuerza se agita en remolinos de alaridos. Mahisha entra en nuestras más impuras obsesiones, en la negación de saber quiénes somos, en la autodestrucción de nuestras culpas, nos levanta con las masas de su fétido canto, nos lanza a la violencia y destruimos la belleza, la vida y el silencio.
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Invencible gracias a la servil y miserable debilidad de nuestra condición, Mahisha no podía ser asesinado por una fuerza masculina, y reinaba en el mundo, es decir, en la realidad, en la existencia, todo lo conocido era lo que el demonio sembraba, y seducidos por su poder, cautivos por su complacencia, medrábamos en nuestros miedos, y nos regodeábamos en los odios.
Shiva, Brahma y Agni, juntos pelearon con sus armas, no podían destruirlo, y Mahisha, ayudado por la horda que lo veneraba, crecía poderoso. Los dioses decidieron crear una entidad divina con la fiereza del fuego, grande como una montaña, que naciera de sus propios cuerpos, y crearon una mujer para atacar en la semilla incontrolable de Mahisha. La grandeza divina es una mujer guerrera: Durga, que se considera creada en sí misma, es una deidad más allá de la dualidad, es completa y posee su propia fuerza, Shakti.
En esta pintura, está Durga con sus armas, el tridente que proveniente del tridente de Shiva, el disco que le otorgó Krishna, la espada flamígera de Agni, las flechas son energía que va más allá de lo femenino o lo masculino, acaba con las ilusiones que nos engañan de nuestra propia condición. El demonio Mahisha se ha trasformado en un elefante, para engañar a Durga, pisotea a un guerrero que muere destrozado, y Durga serena, coronada por su divinidad, pelea con todas sus armas, montada en el tigre que simboliza su poder ilimitado, compañero que protege su virtud.
En el libro sagrado Devi Mahatmaya se narra la historia de la potencia creadora de las diosas, Shakti, y termina con el relato del triunfo de Durga sobre Mahisha, en esta obra pintada por el artista Mankot en 1680. El elefante enfurecido se lanza contra Durga, ella levanta su espada, el conocimiento de sí mismo, y al tocarlo, de la sangre brotará el búfalo bramando, la mirada de la diosa no se separa de Mahisha, lo enfrenta, ella no evade esa mentira, ella no niega esa negra presencia, la conquista, su silencio calla los aullidos, su belleza y la de su tigre, son un solo cuerpo, el valor y la virtud, la lealtad y la valentía. Vencedora de la ignorancia, restauradora de la paz, Durga, extiende sus armas, la noción del ser es el paseo sobre el tigre de la virtud.
RP