Soportar o aceptar lo que la realidad nos da, lo que el destino nos designa, sin resignarnos, nos entregamos, más allá del abandono de la voluntad, por el contrario, es la voluntad de aceptar. La tragedia de Edipo es la conciencia del Yo. Rey de Tebas, poderoso tirano, se encuentra a sí mismo como esposo, amante, hermano, hijo y padre, es su recompensa por vencer a la Esfinge. Abatido por la carga, se enceguece, y sin embargo la realidad no desaparece, tiene que aceptar lo otorgado. Yocasta, su madre y esposa, se suicida, es un suicidio doble, el hijo y la madre, el esposo y la esposa, la ceguera auto infligida equivale a la muerte de Yocasta. Los dos dicen no.
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La Esfinge cubre de desgracia a Tebas, la demanda es resolver el acertijo. Los candidatos mueren al fallar, nadie tiene la respuesta. El acertijo de la Esfinge en la versión traducida es una simpleza, “Quién camina primero con cuatro patas, después con dos y al final con tres”, absurda versión neoplatónica. Edipo responde a esa pregunta con “El hombre”, y el hombre es él. La pregunta que debería contener la tragedia debe ser una revelación, más que un acertijo, la Esfinge es un oráculo: “Quién es hijo, amante, padre y hermano al mismo tiempo y con su propia estirpe”. La respuesta de Edipo es “Yo mismo”. El “Yo” es la razón de la revelación. Nadie puede responder por ti tus propias preguntas. Nosotros somos la respuesta a las preguntas que nos hace la vida o nuestra propia Esfinge. Ese Yo es único, y sólo Edipo podía pronunciarlo, por eso todos eran vencidos.
Edipo, al conocer la realidad, conoce su tragedia y se saca los ojos, en esa negación está el olvido. Es la misión de un maestro: olvidar sus propias lecciones, olvidar su sabiduría al enseñarla, y que seamos los alumnos los que la dispersemos, para luego olvidarla. Eso nos obliga a seguir ignorando y aprendiendo. De la vida siempre sabremos nada.
Edipo en ese momento de anagnórisis es un sabio absoluto, ha sido todo en un sólo espacio de su existencia, se derrumba, aprende y olvida. Esa Esfinge que es la realidad, vigilante, impávida, mitad humana y bestia, representa el instinto y la mente: esa pregunta se la hace Edipo a sí mismo. Las preguntas que nosotros nos hacemos son las más difíciles de responder. Las que nos hacen los otros no valen para un instante de reflexión, se pierden en la necedad de diálogos inútiles, debates vanos. Edipo habla con la Esfinge y habla con el espejo, habla con su voz y se responde lo que no quiere oír. Especulo que cambian el acertijo en la traducción, y tal vez acierto, porque la verdadera pregunta nos lanza directo a la inconfortable puerta de nuestra psique, a la boca de la Esfinge. No responderá, y sin embargo no callará.
Nota de la autora: El domingo 3 de abril a las 19:00 horas, tendré un conversatorio virtual dentro de la Feria del Libro de Yucatán, FILEY. Para participar y seguir el evento, hay que visitar el Facebook de la FILEY. Tendremos preguntas y respuestas.
AQ