El antimagisterio de José de la Colina

José de la Colina (1934-2019)

"Fui el último jefe de Redacción, como se decía a la antigua, de ese suplemento casi secreto que fue El Semanario de la Cultura", recuerda Ernesto Herrera.

José de la Colina ejerció su magisterio en la redacción donde se preparaban los suplementos. (Foto: Archivo)
Ernesto Herrera
Ciudad de México /

“Eso lo serás tú”, le contestaba José de la Colina al nuevo conocido que lo llamaba “maestro” cuando se lo presentaban, ya en la redacción de los suplementos que dirigía o en las tertulias a las que asistía; “Dime Pepe o Colina”, les pedía a todos. Pero era imposible no referirse de esa manera al dueño de una de las prosas más admirables y musicales de la lengua española; y claro que sus colaboradores lo hacíamos, pero a escondidas.

Su magisterio en todo caso lo ejerció en la redacción donde se preparaban los suplementos. Desde la primera vez que llegué a dejar mi texto a El Semanario Cultural de Novedades, tuve la fortuna de que me dejaran quedarme con los otros miembros del equipo —Juan José Reyes, Noé Cárdenas y Moramay Herrera Kuri— para ver cómo se organizaba el número de la semana; cuando llegaban otros colaboradores se armaba una sabrosa tertulia. Allí, mientras recibía y revisaba los textos, soltaba alguna frase como: “Miren, este comienza todos los párrafos con artículo”; o cuando alguien entregaba una entrevista sin depurar las inevitables muletillas orales: “También le hubiera transcrito los pedos”. Porque si bien las Erinias se posesionaban de él cuando discutía, por ejemplo, con Javier García-Galiano de la circunstancia española, su verdadera ira afloraba si alguien no manejaba bien el idioma. Para un clásico como él, en el sentido de rechazar el rizar el rizo barroco, lo primero era redactar con claridad. “Si se tiene talento para escribir, eso se verá después”, agregaba.

Fui el último jefe de Redacción, como se decía a la antigua, de ese suplemento casi secreto como lo llamaba un escritor (¿Gerardo Deniz?) que fue El Semanario. Ahora, “ya viejo (pero siempre fresco)”, como me escribiste en una dedicatoria, solo me queda decir que fue un privilegio haber trabajado contigo, Pepe.

ÁSS

LAS MÁS VISTAS