El árbol de los frutos muertos

Literatura

Con autorización del autor, publicamos los siguientes fragmentos del libro en el que aborda sucesos que acontecen dentro del hogar. Personajes descritos desde la memoria del niño que habita en la mirada adulta.

Portada de 'El árbol de los frutos muertos', de Carlos Sánchez. (Mamborock)
Carlos Sánchez
Ciudad de Mé /

Esta es la Oscura

De niña trompicó la tierra. Tragó el espasmo. El devaneo de su madre en el rincón de la casa. Con un marido y luego otro. La tocaron los alacranes. El impulso briago de las visitas nocturnas. Rezaba un Ave María para que no sucediera. Ni Dios le puso atención. Anduvo la niñez colgada de un imán para las manos sucias. Los ojos se le abrieron tanto que dijeron luego que no pertenecía a la familia. Que la adoptaron por misericordia. Esta es la Oscura. Que de tarde empezó a correr por las banquetas, treparse a los merados sobre ruedas. Conoció el amor en el interior de un circo que la vistió de payasa. Hizo del cuerpo su más sagrado empleo. Apareció un día flotando en las aguas de la desdicha. En el intestino de una rocola que paría canciones. El estruendo de los vasos al estrellarse de tanta felicidad.

***

En la letrina. Con un juego de pinyexes se pasaba las más de las horas. Olvidarse de la tierra. Disimular el mundo. Asirse de las manos en el cabello. Días sin comer, sin hablar. La oscuridad como honor a su nombre. El vaticinio más perfecto e implacable.

***

Dormida. Presta para mortaja. Miré las cicatrices en las plantas de sus pies. Oscura morena. Pelo rizado. Las caderas estilizadas y sus pezones erguidos que no me atreví a besar. “Tú no, Negro, tú no”. El eco en las paredes de la casa regresaba con su filo. Solo en la mirada accedí. El camino de humedad en mi entrepierna. Absorbí la luz de su silencio hasta embriagarme de su belleza intacta. Al abrir los ojos escuchó mi voz: “Yo sí, Oscura, yo sí”.

***

Los niños interiores que somos encendieron de nuevo sus voces. Los muertos de esta casa se volvieron seres interminables. “¿No te has dado cuenta que nacimos sin nacer?” Oscura me alumbraba con la llama de su trance. Alcohol y desvelo. La más perniciosa droga es el desamor.

***

Rompimos almanaques. Fundamos ilusiones. Esto se llama vida. Increpé a la tía desvencijada. El hueco de su vientre me arropó. Hundimos nuestros ecos en la alcantarilla de la casa. Volvimos a ella. La crueldad es un pedazo de pan. Para ti no. A la fila y quizá después. Bailamos por instinto. Brincamos la barda para encontrar el horizonte ya marchito, ya incomprensible. Porque allí no. Nosotros no.

***

Volví a la tarde para enterarme de la ausencia de la Oscura, mi tía la sexta de los hijos de la abuela. Pasaron las noches y el frío era silencio. Novedades, ninguna. El rosario en boca de la familia se convirtió en fotografía a lado de un San Judas Tadeo.

***

Dicen que la vieron treparse a un cine de húngaros. Se la llevaron a la buena. Dicen que no, que la Oscura se fugó de la hostilidad de las paredes. Del llanto de los otros. Dicen que la han visto en la calle, con falda corta y llena de experiencias que le marchitan la mirada.

***

Porque a la Oscura le tocó la suerte del padrastro. El camionero que la abrazaba con aliento fétido. Se le acercaba quedito, mientras la abuela colaba el café. La Oscura se llenó de silencio. Dicen que por eso no ha querido regresar.

***

Lubricaba con su olor. La lascivia de un viejo feroz. Me tocaba despacito y me susurraba al oído palabras incomprensibles. La respuesta de mi cuerpo se enredaba con el suyo. Supe entonces desde la primera infancia que el placer tiene recompensa: un refresco y papas fritas. En la barda me sentaba a mirar el horizonte. Las nubes me contaban historias de final feliz.

***

Creció el río olvidado. En la corriente salvé la sicosis de mi muerte. Crecieron mis manos en el reflejo del agua. Volvió la lluvia para desentrañar recuerdos y un toro embravecido brotó entre mis piernas. Fui loro cantor de madrugadas. Andar la calle nocturna sobre banquetas de luces ámbar. ¿Cuánto por tus besos, corazón? Me fías tres.

***

Gorrión de pecho amarillo. Loca. Vestida. Agachado de mirada ante la voz ebria de albañiles que saldaban la cuenta de cervezas. Mariposa silente que escuchaba canciones en la barra. Pescado frito. Minifaldas. Un labial morado y morralla para los chamacos que fuimos. Una resortera y piedras contra mi frente, a la vuelta de los años. Qué vergüenza. ¿Cómo fue que tú?

El árbol de los frutos muertos (Mamborock, 2023)

AQ

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