El Baudelaire de Tarkovski

Cine

Sin saberlo, el poeta francés predijo la aparición de un cine que no está hecho de símbolos sino de fragmentos de una memoria nostálgica.

Fotograma de 'El espejo', de Andréi Tarkovski. (Mosfilm)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

El Espejo, la obra de arte que dirigió Andréi Tarkovski en 1975, es culmen de una búsqueda que inició Charles Baudelaire, el poeta que vagaba por París produciendo estampas terribles y hermosas. Esas que quedaron plasmadas en Las flores del mal. En este libro, Baudelaire propone un manifiesto artístico. Tarkovski lo conoció y se lo apropió. Así lo demuestra una entrevista que ofreció el director a la revista El arte del cine en 1989.

En esa ocasión, uno de los entrevistadores preguntó por el título de la película El Espejo. ¿Acaso es una referencia a Stendhal? (hay que recordar que Stendhal dijo que la novela “es un espejo que ponemos en el camino”) Tarkovski respondió diciendo que más que un espejo el cine es como un mosaico. Está hecho de partes distintas con diferentes colores y texturas que, fuera de contexto, carecen de sentido. Nada existe como símbolo, afirma. Existe, como partícula en un mundo unificado.

En esta respuesta pareciera evidente que Tarkovski tiene en la memoria el poema Correspondencias de Baudelaire: “La naturaleza es un templo de vivos pilares que a menudo dejan salir palabras confusas. Por ahí pasa el hombre a través de bosques de símbolos que lo observan con miradas familiares”. No son los símbolos quienes ofrecen sentido, más bien extravían. Porque son: “como prolongados ecos que se confunden […] en una unidad vasta como la noche […]. Más bien lo que ofrece sentido son “los perfumes, los colores, y los sonidos […] que se responden”.

El poema de Baudelaire anticipa el cine de Tarkovski. Un cine que no está hecho de símbolos sino de fragmentos de una memoria nostálgica. Justo como propone este famoso poema con base en el cual se ha desarrollado la Teoría de las correspondencias, la sinestesia.

La entrevista citada no es sólo un apunte que permite relacionar de modo casual a Baudelaire con Tarkovski. Es un manifiesto que revela el modo de mirar del poeta y del cineasta. No es casual, por ello, que el primer título del libro que conocemos como Esculpir el tiempo originalmente se llamase en ruso (cuando se publicó en colaboración con Olga Surkova) El libro de las correspondencias. En efecto, más que Tiempo capturado (como se llamaría el libro si el título fuese una traducción textual) Esculpir el tiempo teoriza en torno al modo en que Tarkovski llevó este modo poético, esta teoría de las correspondencias, de Baudelaire, hasta sus últimas consecuencias.

Al respecto se han escrito un par de tesis doctorales y un libro de Jeremy Mark Robinson quien, en The Sacred Cinema of Andrei Tarkovsky da cuenta de cómo la rebelión poética que inició Baudelaire en 1857 cuando, en Las flores del mal, escribe que el poeta debe ser un héroe que busca y vaga por las ciudades que ha llenado de oprobio la modernidad, culmina con el “cine sagrado” de Tarkovski.

Y sí: el gran maestro ruso corresponde perfectamente con el artista romántico de la tradición de Baudelaire. Ambos han visto en lo sagrado una necesidad. La diferencia estriba, quizá, en que Baudelaire era ateo, mientras que Tarkovski era un creyente que, no por ello, dejaba de interesarse, como el poeta francés, en la muerte, lo oculto, lo sensual. Además, tanto el poeta como el cineasta han producido imágenes totalmente opuestas al espíritu de este tiempo. Ese que produce películas que exaltan la ironía y el cinismo. Ese en que no cabe el héroe/poeta que mira morir a un albatros o a un niño que construye una campana.

'El Espejo' está disponible con subtítulos en español en YouTube.


AQ

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