El centauro y su sombra

Literatura

Presentamos el discurso del autor de ‘Quirón’ al recibir el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2023 el pasado 23 de julio en el Palacio de Bellas Artes.

Christian Peña, poeta. (Foto: Octavio Hoyos)
Christian Peña
Ciudad de México /

Quiero agradecer a todos los que hacen posible que hoy estemos reunidos. A la Secretaría de Cultura; al INBAL; a la doctora Lucina Jiménez, directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura; a Karen Villeda, coordinadora nacional de Literatura, y a su extraordinario equipo; a Felipe Garrido, director de la Sociedad Alfonsina Internacional. También quiero agradecer a Tanya Huntington, Sol Ceh Moo y Eloy Urroz, integrantes del jurado, y a Ernesto Lumbreras, poeta, maestro y amigo. Otro agradecimiento para Jeannette Clariond y la editorial Vaso Roto, por su increíble trabajo y por apostar siempre por la poesía. Quiero dar gracias por la presencia de todos ustedes, lectores y cómplices, a mis padres, mis hermanos, a esa familia que también son mis amigos, a Rocío y a Oliver por ser mi compañía, mis silencios y mis palabras más pronunciadas.

Cuando era adolescente, aprovechaba que mis padres no estuvieran en casa para acercarme al mueble de los libros que, entre otras cosas, alojaba películas en VHS, recetarios de cocina y los trofeos de boliche de mi padre. De ese lugar hurtaba las enciclopedias de historia y ciencias naturales de mi padre para intercambiarlas en la calle Donceles por libros, desde ese entonces, de poesía. No miento cuando digo que uno de esos libros fue Nostalgia de la muerte de Xavier Villaurrutia, el volumen 36 de la serie Lecturas Mexicanas. En esas páginas descubrí el silencio necesario que todo poema precisa para serlo. Tomé de Villaurrutia, sobre todo, la sombra, el grito de la estatua, la muerte que arrebata la pluma o se cuela entre la ropa de la maleta. Muchos años después, escribí un libro sobre Villaurrutia, tratando, al escribir, de encontrar mi propia nostalgia de lo perdido; un libro de poemas que es, a la vez, un expediente policiaco. Digo esto para subrayar la importancia que la obra de Xavier Villaurrutia ha tenido en mi trabajo. Me impresionó desde muy joven y aún hoy encuentro nuevas rutas para leerla. Villaurrutia, nuestro poeta de la muerte y la nostalgia, del calambur oscuro, de las caminatas nocturnas por la ciudad, del danzón y el susurro, de las peras pecosas y los caracoles del oído, nuestro poeta de los poemas de terror. Valga esto, pues, para exponer por qué haber obtenido esta consideración que lleva su nombre, el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores, me toca en lo más hondo y me llena de gratitud, pues, como podrán imaginarlo, aquel chico de quince años que se robaba las enciclopedias de su padre nunca se imaginó estar aquí hoy, en este recinto.

En su ensayo El elemento irracional de la poesía, Wallace Stevens señala que el poema surge siempre de la tensión entre dos elementos: el tema de la poesía y la poesía del tema. Tensión que también se expresa entre las palabras con las que escribimos y el silencio alrededor de ellas, la página en blanco que rodea el texto, ejerciendo una fuerza de gravedad para contenerlo. Quirón, el libro que hoy nos reúne, intenta ser fiel a esta sentencia de Stevens, evocando la figura del centauro desde dos perspectivas: la mitológica y la astronómica. Quirón, la bestia y el cuerpo celeste son el tema de la poesía; el centauro por excelencia está condenado a curar el dolor de los demás a pesar de vivir con una herida eterna. Es un mentor, un maestro de héroes abandonados por sus padres, un lector del mapa nocturno del cielo. Por otra parte, en la astronomía un centauro es un cuerpo menor que puede pasar por asteroide o cometa. En Quirón se entrelazan el pasado y el presente; se trata de la unión, precisa y a la vez desarticulada, de dos fuerzas primarias: el cielo y la tierra, el mito y las constelaciones, el nacimiento y la irremediable destrucción, el maestro y el alumno, el padre y el hijo. Es justo a raíz de la relación entre el padre y el hijo que surge la poesía del tema. El primer poema del libro sucedió una mañana mientras llevaba a mi hijo en hombros. De pronto, al detenernos frente a una pared, me percaté de que nuestra sombra proyectaba en el muro una imagen distinta. No éramos ya sólo padre e hijo:


Padre centauro

Mi hijo es la mitad de mi cuerpo:

cuando lo llevo en hombros me convierto en caballo,

me recuerda que un hombre

es mitad bestia           y mitad lo que su padre hizo de él.


Ahora soy el padre,     pero él lleva las riendas,

si lo bajo para que camine,

me exilia del gobierno de sus cinco años;

un año de la vida de un caballo

equivale a cinco años de la vida de un hombre.

Mi hijo es un caballo y un lustro

la mitad del mundo que no entiendo,

la mitad más humana.


Somos tan parecidos y distintos

como lo son un hombre y un caballo.

Somos un centauro que atraviesa el Eje Central

                    en pantalón de mezclilla

y una bolsa de papas fritas en la mano,

nuestras sombras          se funden en la pared del mediodía

como siluetas en una vasija griega.


Con él sobre los hombros      soy inmortal,

galopamos el mismo corazón a diferentes ritmos.


Somos un centauro y su sombra:

somos nuestro propio mito.

Portada de ‘Quirón’, de Christian Peña. (Vaso Roto)

Siempre he pensado que, si se pretende escribir un libro de poemas desde el inicio, el resultado será predecible. De ahí que en libros anteriores me haya propuesto la tarea de crear un expediente policiaco, un rosario para Ramón López Velarde o un catálogo razonado de una exposición ficticia de Katsushika Hokusai. Así, en Quirón, yo, que soy poco hábil con las manos, recordé esas vasijas griegas de los museos y las películas, y me propuse escribir como si les diera forma a los recuerdos. Escribir un libro para moldear lo inaprensible: eso que no podemos tocar, la imprecisión que también es un centauro; lo que nunca acabamos de ser pues siempre hay algo que nos falta, un cuerpo que, aunque se crea completo, siempre está en busca de sus otras partes. Porque si un centauro es mitad caballo y mitad hombre, entonces, ¿en dónde se hallan los otros dos hemisferios de su cuerpo? En esa suerte de hallazgo que resultó para mí la imprecisión, se desarrolla la relación entre padre e hijo. ¿Qué tanto de lo que se supone debe ser un padre somos para nuestros hijos?, ¿qué pasa con el padre que tuvimos y con los otros padres, los literarios, los ausentes, los que nos inventamos? Nunca un testimonio, pues no creo que el poeta sea un cronista de sus emociones; antes, una invención de lo posible, tratar de asir la imagen difusa del padre. El poeta Antonio Deltoro, quien fue mi amigo y mentor, que fue para mí una suerte de Quirón, tiene un verso que dice: “Todo padre es un caballo”. Al avanzar en la escritura del libro, pude constatarlo. Quirón habla de estrellas, de padres e hijos, de hombres que se resisten a ser bestias, de Emily Dickinson y Vladimír Holan, de asteroides o cometas que nos entregan la luz al dejarnos a oscuras. Estar a oscuras es algo que frecuento desde muy temprana edad. En verano, mi familia y yo solíamos ir de vacaciones a Acapulco. De esos viajes de infancia y adolescencia recuerdo especialmente las caminatas nocturnas por el malecón. Nos deteníamos para observar a los niños que, en medio de la noche, sacaban monedas de la oscuridad del mar. Los turistas arrojábamos la moneda dorada al fondo y ellos emergían mostrándola y dejándonos con la duda de cómo habían hecho para sacarla de ahí. No puedo decir que ese fue mi primer encuentro con la poesía, pero sí uno de los que tengo más presentes. Porque quizá en eso radica escribir poemas, hundirse en lo oscuro hasta encontrar en esas profundidades algo que brille y valga la pena ser dicho: un asteroide o un cometa desgarrando la noche.

Centauro herido, por Filippino Lippi, 1485 (Wikimedia Commons)

Asteroide y/o Cometa

1.

un hijo es un cometa

irrumpe en la oscuridad del pensamiento

rápidamente

como un recuerdo apenas por nacer

                                                            aunque ya ha sucedido

cae

en un plano del tiempo que ya pasó

pero que sigue cayendo dentro de nosotros

luminoso                    recurrente

como esas ideas que cobran vida

porque no dejan de caer

                              y porque uno nunca acaba

de caer en cuenta que ya pasaron


2.

un hijo

es un cometa

                                   irrumpe

en la oscuridad de la noche

y le ponemos nombre

porque creemos que lo hemos descubierto

                    que somos los primeros en verlo

aunque                    en realidad

lleva ocurriendo miles de años

afuera de nosotros

lejos de nosotros

decimos que lo nombramos

para reconocerlo entre los otros astros

                                            para identificarlo

pero lo cierto es que

          lo nombramos

          más que para reconocerlo

          para no extraviarnos a nosotros mismos


3.

un hijo

es

          un cometa

nos percatamos de él

a través de lentes enormes

aparatos que ven más allá de nuestros ojos

                                               apareció

                                               acelerado en lo oscuro

rasgando el universo

estuvo antes que nosotros

y habrá de enterrarnos

porque irrumpe

e impacta con su belleza

porque tiene

el poder de iluminar nuestra idea más oscura

                             o golpear un planeta

o exterminarnos


4.

un

hijo es un cometa

                     y sostenerlo

es abrazar mil soles

           mecer la vida y la muerte entre los brazos

saber que lo bello es frágil

además de terrible               y no hay ángel que pueda

compararse con eso


5.

un hijo es un

cometa

algo que se da a luz

algo que se la lleva


6.

un

hijo es

un cometa           es niño es niña es

asteroide   astro   cuerpo menor

descendencia   vástago   sucesión

heredero   compinche

sombra   rémora   vampiro

príncipe   campeón   retoño

amigo   acólito   insurrecto   traidor

retrato de uno mismo   nada que ver

                                amor y miedo

sangre de mi sangre   semen   cuerpo

de mi cuerpo


7.

un hijo es

un

cometa             y no

la película que nos contaron

es el inicio y el fin de la trama pero no

esa película

          en todo caso es la escena

que creemos haber visto

          el cometa que amenaza con terminarlo todo

inminente

nuestra propia ficción

el cuento que creamos pero no

los efectos especiales              el protagonista salvando al mundo

es la parte inevitable de la historia

nuestra propia película pero no definitivamente

la que nos contaron


/.

una palabra como un cometa como un cuerpo cayendo

                      del espacio como un hijo

es mi hijo soy su padre

somos hombres

somos hombres no llevaremos nunca

un cuerpo dentro del nuestro

somos hombres             solo podemos caernos

o dejar caer lo que amamos

somos hombres pero somos

                    padres e hijos

somos una palabra a la mitad o

una palabra vacilando entre dos significados

           padre o hijo

somos hombres una palabra que diga

la clase de animal que somos

la clase de animal que creen que somos

somos hombres somos animales pero

somos padres e hijos

mi hijo            el único que tengo

es hombre

hasta que alguien le diga que es un animal

nos enseñaron a cargar

planetas sobre los hombros

              a huir de nuestra casa o de nuestro planeta

somos padres y deambulamos por el espacio

o exterminamos el lugar que queremos

somos hombres somos animales de carga

somos una carga

eso dicen

              somos

                          caballos

                          u hombres somos bestias

                          somos asteroides y/o cometas

                          somos los que se apartan de

                          la luz

                          somos centauros

Finalmente quiero dar dos agradecimientos especiales. El primero, para mi padre, por su presencia en este lugar. Él, que también me cargó en hombros cuando niño. Prometo, valiéndome de la seriedad de este foro, pagarle esta misma semana las enciclopedias robadas. El segundo, para Oliver, mi hijo, mi compañero de trabajos mitológicos, porque estos poemas, más allá de mitades y cuerpos divididos, son suyos por completo. Quirón me ayudó a encontrarme con ambos en ese otro espacio que permite la poesía; me permitió hablar también con otros padres e hijos que no tengo, pero existen. Quirón habla sobre el padre, pero no solo del mío. No es una expresión de mi paternidad, sino una liberación de mi voz. Porque la poesía, a decir de T. S. Eliot, “no es la expresión de la personalidad sino una liberación de ésta”. Quirón habla de esa figura que, presente o ausente, es imprecisa y a veces hay que echar mano de todo cuanto recordamos para poder asirla. Después de todo, tal vez, tarde temprano, todos los padres terminan vagando por el universo hasta volverse mito.

Muchas gracias.

AQ

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