El destino de nuestra galaxia

Ciencia

Datos proporcionados por la misión Gaia, de la Agencia Espacial Europea, anuncian una gran colisión con la gigantesca Andrómeda.

"Llegado el momento, aparecerá una estructura espiral que se acerca". (Ilustración: Philippe Donn)
Gerardo Herrera Corral
Ciudad de México /

Hace tiempo que lo sabemos: un día, nuestra galaxia Vía Láctea se encontrará con la galaxia vecina llamada Andrómeda. Algunos estimaron que esto ocurriría dentro de 5 mil 860 millones de años, otros que en tan solo 3 mil 750 millones, mientras que las observaciones del telescopio Hubble permitieron calcular que será en 4 mil 500 millones de años. Ahora la misión Gaia nos dice con más certeza cuándo sucederá.

La galaxia Andrómeda es del tipo espiral, como la nuestra. Se localiza a 2.5 millones de años luz, es igual o poco más grande que la Vía Láctea y se acerca a nosotros con una velocidad de 110 kilómetros por segundo; es decir, 400 mil kilómetros por hora. Un avión Boeing 787 vuela a mil kilómetros por hora, de manera que Andrómeda no se aproxima con lentitud; lo hace 400 veces más rápido. Sin embargo, y a pesar de la velocidad tan alta, faltan aún muchos años para que lleguemos a chocar.

¿Cómo será la colisión de las galaxias? ¿Es que la confluencia será de costado y sólo una porción de ambas se encontrará con la otra? ¿O quizá será una aproximación central? Ahora lo sabemos. La sonda espacial Gaia, lanzada en 2013 por la Agencia Espacial Europea, construye un catálogo de miles de millones de estrellas con sus posiciones y movimientos exactos. Además, ha medido la velocidad de las galaxias en nuestro grupo local, compuesto por más de 54 aglomeraciones de estrellas como la nuestra, y ha determinado también la velocidad con que están girando. Ahora conocemos con detalle el movimiento de las dos más cercanas, que se encuentran en el curso de nuestra trayectoria: las galaxias Triángulo y Andrómeda.

Las tres galaxias en cuestión son las más grandes del grupo local. Juntas dan cuenta de la mayor parte de la masa que forma al cúmulo de galaxias, de manera que el estudio de su movimiento describe también el destino de la congregación astral en que vivimos.

En realidad, más que un choque será una “interacción de marea”, ya que no habrá estrellas ni planetas que colisionen. En el enfrentamiento se dispersarán los componentes de cada una por la acción de los campos gravitacionales. Será como un “soplo de miradas”, dicen los especialistas, y ocurrirá dentro de 4500 millones de años.

Cuando llegue el momento no sólo veremos en el cielo la franja asperjada de estrellas a la que nos hemos acostumbrado: ese camino blanco que nos muestra el canto de la estructura plana de nuestra Vía Láctea. Aparecerá además una estructura espiral que se acerca. El nuevo cielo se formará lentamente a lo largo de millones de años en un proceso que en la escala cósmica es apenas un breve instante. Los núcleos de ambas acabarán por fusionarse formando un agujero negro descomunal.

El trabajo publicado en The Astrophysical Journal con la información del movimiento, la órbita y rotación de estos gigantes del espacio estelar, permite también entender mejor la manera en que las galaxias se forman y evolucionan. De tal suerte que el conocimiento exacto del momento en que nuestra galaxia se fundirá con otra es el resultado de un estudio muy amplio del firmamento con el que conoceremos mejor la historia y el destino de nuestro entorno cósmico.

La interacción será frontal pero no hay mucho de qué preocuparse. Las estrellas que conforman ambas galaxias están muy alejadas entre sí, de forma que es improbable que algo choque con el Sol. No obstante, es muy probable que nuestro sistema solar sea lanzado lejos de la posición actual, expulsado por el espacio a regiones alejadas de las partes más densas de estrellas, materia interestelar, polvo cósmico y radiación. Después de mucho tiempo, encontrará de nuevo su acomodo en una nueva estructura.

Los estudios demuestran que después del primer contacto gravitacional entre ambas los elementos que las componen se separarán de nuevo para que luego regresen en un ir y venir de las partes en el que ambas galaxias se desgarrarán por el efecto de los campos que las atraen. El proceso tomará dos mil millones de años y cuando esto haya pasado tendremos sólo una galaxia. Nuestra nueva galaxia no será más del tipo espiral sino elíptico.

Cuando comience el inevitable encuentro, el Sol estará brillando con mayor intensidad, habrá crecido para dar inicio a la última fase de su vida. Esto no será la consecuencia del enfrentamiento galáctico sino de la evolución esperada de las estrellas. Para entonces nuestro planeta será inhabitable. En la parte final del proceso de fusión de galaxias nuestra estrella estará ya convirtiéndose en una enana blanca después de haber pasado por la fase de gigante roja que evaporará a los planetas más cercanos como el nuestro. Si acaso la humanidad sobrevive conquistando otros mundos, un nuevo cielo alumbrará sus noches. Constelaciones distintas serán registradas por los ojos curiosos y las miradas furtivas. El nuevo aglomerado de estrellas que resulte de la prodigiosa unión será conocida como Lactómeda, aunque quizá no estará más nadie para nombrarla.

ÁSS

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