Crear diccionarios es una de las misiones de toda Academia de la Lengua y la mexicana guarda esta tradición desde sus inicios, hace casi 150 años. Al Diccionario de mexicanismos propios y compartidos, el más reciente compendio de voces mexicanas, lo anteceden otros como el Vocabulario de mexicanismos, de Joaquín García Icazbalceta (1899), que solo llegó a la letra G; o el Diccionario breve de mexicanismos de Guido Gómez de Silva (2001). Sin embargo, a decir de la lingüista Concepción Company Company, “ninguno de los dos responde a la definición de mexicanismo, es decir, lo normativo y general para el español de México contrastado con el español de España y lo que compartimos con el español de Hispanoamérica. El mexicanismo no se refiere al folclor o a las palabras derivadas de lenguas indígenas”.
En 2010 fue publicado el Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua que, si bien sirvió de base, es distinto del actual, sobre todo por su estructura. “Hicimos un trabajo para que los mexicanos se sientan identificados, lo gocen, sepan que estos son sus modos de hablar”, explica Company. “Fue un trabajo colaborativo con seis académicos y nueve lexicógrafos. La idea fue darle carta de naturaleza a nuestra lengua, un aval de uso. Saber que así hablamos, que no tenemos por qué decir ‘aceras’ en lugar de ‘banquetas’, ni ‘moño’ por ‘chongo’, pero sí ‘ponernos nuestros moños’ cuando nos enojamos. Al igual que preferimos ‘platicar’ y no ‘charlar’, o usar diminutivos como ‘ahorita’, donde el tiempo de las acciones no disminuye, pero ahí está”.
“Hay mexicanismos exclusivos, por ejemplo, ‘metate’; mexicanismos de frecuencia: decimos ‘güero’ y ‘prieto’, no ‘rubio’ y ‘moreno’; decimos ‘pararnos’ y no ‘ponernos de pie’. Hay mexicanismos de relación, un montón de voces que compartimos con Hispanoamérica”, apunta Company, “y otras que pertenecen al español general y no son mexicanismos, como ‘mesa’, ‘dormir’ y ‘cantar’. La propuesta fue crear un diccionario más ambicioso, que abarcara más zonas geográficas y representara muchos ámbitos dialectales. Se hizo un trabajo intenso de investigación sociolingüística de cuáles eran los registros cultos generales. Por ejemplo, ‘banqueta’ y ‘asfalto’. Hay miles de mexicanismos generales, también mexicanismos cultos como ‘parteaguas’, ‘vocero’, ‘bienes mancomunados’. ¿Cómo le vas a llamar a un ‘pase de abordar’? No es coloquial, es el único modo que tenemos los mexicanos. Debemos estar seguros de que son ‘pases de abordar’ y no ‘tarjetas de embarque’ y que ‘abordamos el avión’ y tenemos ‘puertas de embarque’. Además es lindo, porque son reminiscencias del mundo marítimo a través del cual ese mar llevó la lengua española a América”.
¿Cómo y en qué circunstancias se originan los mexicanismos, qué se necesita para que una palabra adquiera patente y se consigne en un diccionario? Company advierte que “donde más mexicanismos surgen es en la construcción de frases: ‘A darle que es mole de olla’, ‘Si no es Chana es Juana’, o cuando el hablante se encuentra en una proximidad íntima, entonces aflora el mundo sexual, el mundo de la transgresión, de manera más frecuente. Es un diccionario hecho sin puritanismos, esto es importante. Hay voces como ‘chingue su’, y ‘pasu’, porque son interjecciones que usamos los mexicanos, pero claro, nadie va a una entrevista laboral a decir ‘chingue su’, eso está marcado como malsonante o vulgar en el diccionario. Lo que hace la Academia es consignar usos que consideramos identitarios para México y con alta frecuencia de empleo. No es la creatividad o la ocurrencia de un solo hablante que se levantó y dijo: ‘Ahora voy a decir tal cosa’, hay una investigación. Las voces deben estar consignadas en lengua escrita y lengua oral. Hay novelas que consignan el ‘chingue su’ o ‘ínguesu’, pero deben estar documentadas a lo largo de cinco años, mínimo, de manera continuada en diferentes registros y soportes, entonces ahí se empieza a investigar si es un mexicanismo y se contrasta con diccionarios del español de España”.
Quien consulte el diccionario encontrará diferentes marcas, por ejemplo supran, referido a lo supranacional, voces que son compartidas con otros países, en este caso hispanoamericanos. Lo mismo una jerarquización geográfica donde se consigna el lugar de la República mexicana del que es originaria una palabra y los distintos significados que tiene en cada Estado. Por ejemplo, la palabra ‘tarecua’, que en Occidente significa zapato viejo y desgastado; en Guerrero y Michoacán, es un instrumento de labranza; en Jalisco, una especie de sandalia; en Michoacán, un hongo y en Nuevo Léon, persona de pie grande. “Asimismo —refiere Company— contiene mil y pico de voces del mundo botánico y el mundo zoológico. Por ejemplo, de la hoja santa hemos puesto toda la lista de cómo se le llama en distintos estados. Esa labor creo que no estaba hecha. Es un diccionario científico. Hemos hecho un trabajo de darle a las voces su ámbito, por un lado geográfico y, por el otro, cuando nos referimos a voces generalizadas, es decir que de forma acelerada van a dejar de ser mexicanismos. La ‘mordida’ era nuestra, exclusiva en el sentido de soborno, y se está empezando a usar en España y otras partes más allá de Hispanoamérica, entonces ya lleva marca generalizada, pero ‘morder’ y ‘mordelón’ siguen siendo mexicanos. Por otro lado, están los anglicismos que ya forman parte de nuestra lengua, como ‘jazz’, ‘rock and roll’ o ‘hot dog’. ¡Hasta nos hemos inventado los ‘jochos’! Hay un prejuicio sobre la pureza de las lenguas; no lo son. Las lenguas son crisoles de capas de culturas. ‘Huitlacoche’ es un extranjerismo porque el náhuatl es una lengua ajena al español, nada más que lo consideramos patrimonial porque son lenguas originarias, de Mesoamérica en este caso".
La edición, que contiene un índice de 6 mil voces exclusivas de México, también ha puesto énfasis en palabras que sobreviven a la oralidad, voces onomatopéyicas como ‘diantre’, referido a alguien maldoso, o ‘takataka’, conjunto musical constituido generalmente por guitarra, contrabajo, acordeón y tarola, figuran en esta edición. Para Company, “esto nos diferencia de otros diccionarios, pues muchos no consignan el mundo de la oralidad por resultar efímero. Aquí nos propusimos consignar esa oralidad que está asociada a creatividades como el mundo del albur, el mundo del juego, tiene bases onomatopéyicas, tiene bases sexuales muchas veces y es un esfuerzo por mostrar que la lenguas viven en su oralidad y por lo menos para los lingüistas, la lengua oral tiene prioridad biológica porque todos los seres humanos que nacen sin patologías tienen la capacidad de hablar; tiene prioridad histórica porque la lengua vive en su oralidad desde hace 200 mil años y tiene prioridad absoluta porque de las 6 mil cien lenguas inventariadas, solo siete por ciento han generado escritura, ¡solo! La escritura sigue siendo un registro de alto prestigio. El ‘chingue su’ empezó en la oralidad, por supuesto. Y quién se atreve a decir ‘rapidín’, a lo mejor Élmer Mendoza en sus novelas. Hicimos un esfuerzo por recoger la oralidad de los mexicanos en muchos ámbitos y rangos de edad”.
Uno de los atributos del diccionario es que además de las 11 mil voces que recoge, incluye alrededor de 20 mil acepciones. Esto es, los distintos significados que se generan cuando a una palabra se le agrega otra. Concepción Company da un ejemplo: “Quien busque la palabra ‘dar’ en este diccionario, lo va a gozar porque está: ‘dar’, ‘darle’, ‘darse’, ‘darla’. Es un solo lema, pero tiene sublemas. Luego está: ‘dar el arrimón’, ‘dar el changazo’, ‘dar en la madre’... y luego está ‘dar’ de ‘me doy’, ‘a darle que es mole de olla’, luego ‘darlas’, las televisiones las dan cuando tienes que cambiarlas, pero también las personas las dan cuando acceden fácilmente a ciertas solicitudes. Hemos sido muy cuidadosos de no caer en estereotipos machistas porque normalmente dices ‘darlas’ y automáticamente piensas en mujeres, pues no, está definido como persona que accede con facilidad a una solicitud sexual, puede ser hombre, mujer o quimera, entonces se cuidó muchísimo, la Academia no puede caer en estereotipos. Nos dimos cuenta de que los mexicanos gozan con el mundo sexual, un mundo sexual muy machista. Hay muchísimos términos para pene, como un imaginario fálico metafórico que desborda el español de México, especialmente creativo en ese mundo sexual donde juega muchísimo. Y hay más o menos 30 denominaciones para vagina, para darnos una idea del machismo”.
El Diccionario de mexicanismos propios y compartidos funciona como un espejo de nuestra identidad, del modo como vemos y codificamos el mundo. “Si a esto añadimos la innovación de recoger el mundo oral además del mundo escrito, los rangos etarios y la vida cotidiana, el espejo de identidad se vuelve muy transparente”, concluye Company. “Es un diccionario para que el pueblo de México, los mexicanos, se reconozcan y estén seguros de que esta es su lengua. No tenemos por qué estar pensando que cool es más chido que ‘chido’. Aunque no sabemos si en el futuro cool vaya a incluirse en un diccionario de lengua española”.
AQ