El feminismo del arte VIP

Casta diva

“Las artistas VIP forman parte del sistema, participan como placebos; el verdadero lugar de las mujeres en el arte está en el talento, en el lenguaje y la técnica”.

Aspecto de la instalación 'All Things to All Men (and Women)', de Cindy Baker. (Cortesía)
Ciudad de México /

La segregación es el sistema para hacer visibles a las mujeres en el arte, etiquetarlas y definirlas con simplicidades y exponerlas en espacios acotados por intereses ideológicos. Antes de que existieran los temas de género, las mujeres abordaban temas universales, su creación se sumergió en la aventura de manifestar la naturaleza humana.

Las pintoras del Barroco como Sofonisba Anguissola o Artemisia Gentileschi pintaban para la posteridad y su causa era alcanzar la maestría que exige permanecer en el tiempo, y demostrar que las mujeres son artistas sin cuotas o conmiseración, sin el oportunismo de ser utilizadas por un sistema que se lava la cara con un gesto vacío.

El feminismo del arte VIP hace un gran daño no sólo al arte, sino a la presencia de las mujeres y su valoración como artistas, clasificó las circunstancias de las mujeres para lograr esquematizarlas en sus exposiciones, dentro de los “temas oficiales de las mujeres” y degradó su causa a un lenguaje banal, que no defiende ideales, y lucra con la mediocridad.

Las exposiciones y libros de “nuevos feminismos” dedicados a mujeres artistas VIP son un catálogo de lugares comunes, de obviedades y maniqueísmos que le vienen muy bien al sistema para hacer creer que las preocupaciones de las mujeres se reducen a nimiedades. La urgencia de un sistema igualitario en derechos y oportunidades, respeto y legalidad, se ridiculiza con instalaciones de ropa interior, toallas sanitarias, acumulación de readymade, es la apoteosis de la demagogia y la nula capacidad de creación.

Las artistas VIP forman parte de las “mujeres oficiales” del sistema, participan como placebos consecuentes con el conformismo de expresar poco, con obras que sirven para trepar en un sistema que se beneficia con objetos irrelevantes, que son la oportunidad de aparentar que hacen algo, cuando en realidad hacen nada.

El lugar de las mujeres en el arte está en el talento, las hay valientes, arriesgadas en sus temas, lenguaje y técnica, que no forman parte del sistema porque no abordan los “temas oficiales de las mujeres”. Realizar obras que le permitan al sistema evadir su responsabilidad ante un problema de marginación y violencia, es oportunismo y prostitución. La mediocridad y el facilismo no nos representan, no nos dan un lugar en el arte.

El peligro de que con la urgencia social le den “visibilidad o sitio” a las mujeres es que los museos y curadores se concentran en las “mujeres oficiales”, en obras que exploten un discurso que complazca al sistema, que medran en la esquematización y la segregación, eso es mercenario, eso va más allá de una traición, es la venta descarada de un ideal a cambio de un privilegio inmerecido.

ÁSS​

  • Avelina Lésper

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