La revolución de lo femenino

Ser mujer en México

"El movimiento se afila con el tiempo, contra la indiferencia del Estado, y a la de aquella parte de la sociedad que ve ni escucha lo que las tenemos por decir".

"La revolución de lo femenino es una insurrección que atraviesa todos los aspectos de nuestras vidas". (Foto: Avelina Martínez)
Araceli Mancilla Zayas
Ciudad de México /

Vivimos una revolución de lo femenino, en México y en el mundo. Esta revolución llega a su cima, para bien, en los años recientes. Viene de mucho tiempo atrás. Lo sabemos porque conocemos las luchas dentro del feminismo y fuera de él. La revolución de las mujeres viene de lejos, es continua y va para largo.

En el contexto de Oaxaca, he visto cómo los grupos feministas se han movido resistiendo para extender ideas, promover cambios, apoyar a todas las mujeres, sobre todo a las que se encuentran en una situación de vulnerabilidad.

El grupo de estudios sobre la mujer Rosario Castellanos fue el primero al que me acerqué, siendo muy joven, cuando recién llegué a vivir a la ciudad capital, hace 33 años. Seguí a sus integrantes y comprendí al lado de ellas que al pensamiento y la acción femeninas les urgía levantar la voz y hacer presencia en las familias, la calle, la comunidad, la arena pública, sin pedir o pasar por la validación de los hombres. Comprendí que hablar de género y diversidad sexual era imprescindible para entender y combatir las violencias privadas y sociales.

El Gesmujer sigue adelante, y a lo largo de los años han surgido organizaciones nuevas, muy jóvenes algunas, cuyo esfuerzo se concentra en la construcción de un mundo donde las mujeres podamos intervenir en todo lo que concierne a lo humano para tener decisión sobre nuestro cuerpo, libertad en nuestras acciones y obtener respeto hacia nuestra vida. La construcción de ese mundo no está siendo fácil. Persisten renuencias arcaicas, pero bastante ha cambiado a la fecha. Hace diez años, Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad, al lado de otros grupos, intensificó la batalla para la despenalización del aborto. Por fin se logró en septiembre de 2019.

El movimiento femenino y feminista está ahí, en múltiples frentes: en contra de la violencia intrafamiliar, el acoso, el abuso y la explotación sexual; denunciando las desapariciones, los ataques y feminicidios; en la defensa de la tierra, buscando el ejercicio de la autoridad y el cargo político; en las luchas comunitarias y en la problematización de la cultura.

"La revolución de lo femenino es una insurrección que atraviesa todos los aspectos de nuestras vidas".
Araceli Mancilla Laberinto

Es un actuar que se afila con el tiempo. Como contrapartida a la indiferencia del Estado, y a la de aquella parte de la sociedad que no voltea a ver y a escuchar lo que las mujeres tenemos por decir, se ocupa de buscar espacios de intervención intelectual.

La cerrazón es dura; la reflexión, ardua. Se revisan el patriarcado, las masculinidades, el colonialismo, el neoliberalismo, la discriminación, el clasismo, el racismo. Van juntos unos con otras, se dice. La pensadora mixe Yásnaya Elena Aguilar Gil es una de las jóvenes intelectuales que aborda con agudeza estas preocupaciones.

La revolución de lo femenino es una insurrección que atraviesa todos los aspectos de nuestras vidas. ¿Cómo no habría de hacerlo con esas cifras que destilan sangre por el país? El homicidio de una mujer entrañable, dentro de mi familia, nos estremeció hace 20 años. Aquello empezaba en el Estado de México. En ese entonces apenas había documentación de casos y observatorio de números. No se llamaba feminicidio al hecho de matar a una mujer por ser mujer. El movimiento de las mujeres lo consiguió, como ha conseguido que una mujer, un grupo de mujeres, apoye a otra, a otras, las cobije, les enseñe lo que deben saber para sentirse más seguras y fuertes, les muestre un camino de autonomía y autoafirmación.

Esta solidaridad es pluridimensional, ha transformado las narrativas y continuamente las reelabora. Se le puede llamar feminismo o puede colocársele fuera de él, como hacen algunas activistas y pensadoras desde las comunidades, sin que haya por eso un deslinde de las coincidencias y la intención común: se trata de acabar con el encierro y el silencio obligado de las mujeres; de oponerse a la falsa condescendencia, al desdén y al ataque hacia lo femenino.

La literatura se encuentra afectada, en buen sentido, por esta subversión. Uno de los libros más poderosos que he leído en los últimos tiempos es Silencio, el premiado poema de Clyo Mendoza, escritora oaxaqueña nacida en los años noventa. La belleza cruda, doliente, de esta poesía lleva a un territorio actual, minado por el cultivo de narcóticos y la precarización de los afectos, frente a la miseria material y la brutalidad militarizada. En él las voces femeninas se abisman ante lo indecible.

A estas alturas puede afirmarse que la revolución de las mujeres es la de muchos hombres y va bastante más allá de los géneros porque es una revolución de la conciencia.

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