Ese lugar incierto en el que todo puede suceder, el futuro, es también el sitio en que el arte se consagra. ¿Cómo será el cine que consideramos arte dentro de cinco años? ¿Y en mil?
En el futuro inmediato no es difícil adivinar que Hollywood seguirá produciendo películas de superhéroes. Basadas siempre en el esquema de tres actos de Syd Field, las historias de los grandes estudios seguirán sirviéndose como si fueran comida rápida. Poco a poco, sin embargo, esta clase de cine se verá desplazado hacia el streaming, refugio de quienes buscan el arte audiovisual por puro entretenimiento. Esto, que sucede ya, producirá una nueva era dorada del cine. Algo similar a lo que ocurrió cuando, en las casas de clase media, la televisión se volvió un miembro más. Aparecieron entonces obras como Midnight Cowboy que consiguieron reinventar los géneros.
- Te recomendamos Volver: la esencia de las artes escénicas Laberinto
Ya hemos visto el amanecer de esta nueva manera de ver el cine. No en Hollywood, claro, sino en Oriente. El tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas ganó la Palma de Oro en Cannes en 2010. La crítica de aquel tiempo se dividió entre quienes vimos una obra maestra y quienes la consideraron infumable. Y es cierto que El tío Boonmee no es fácil, pero si uno quiere meditar en torno a lo que es el cine no puede dejar de verla.
En Asia hay mucho futuro más. El ser humano, que quiere siempre trascender los límites del lenguaje, lo está haciendo en este lugar del mundo. Para ello los orientales se han apoderado, por tanto, del lenguaje fílmico. Y es que sólo quien se atreve a pensar lo ya pensado puede estar al servicio del porvenir. Wong Kar-wai, por ejemplo, retomó la tradición del cine mundial y dirigió en el 2000 Deseando amar. Esta obra es un compendio de todo el cine sucedido hasta entonces. Pero, además, avanza la tradición. Igual que hace Hou Hsiao-Hsien en La asesina del 2015, el autor se apropia del lenguaje poético del cine (el montaje) y al mismo tiempo lo avanza.
Sin los complejos de quien promueve la “descolonización del mundo” los artistas chinos, japoneses, coreanos y tailandeses, los hindús y los vietnamitas se encuentran dialogando con el gran cine que se hizo en Europa. Y allá, mientras tanto, ellos se descolonizan a sí mismos. Y lanzan por la borda lo único que podemos agradecer a su imperialismo. Pero artistas como Gan Bi no tienen complejos. Y dialogan con el cine de Bergman y Antonioni. Se unen a Dreyer y Murnau. Su película del 2019 Largo viaje hacia la noche anuncia el futuro porque a un virtuosismo técnico impensable hace poco tiempo suma el diálogo con el arte francés. Y continúa en el oriente una charla con Godard e incluso con Proust y Mallarmé.
Hoy por hoy, los asiáticos piensan, estudian y analizan al arte occidental y con la precisión de un ajedrecista (o mejor, con la de un jugador de go) escogen el sitio justo para colocar la cámara y crear una obra de arte visual. Los europeos, mientras tanto, padecen entre el comercialismo estadounidense y la tradición de romper por romper. Y al arte no lo escuchan ya.
En cuanto a América Latina… Aquí el cine de arte dialoga consigo mismo en un continuo concientizar, visibilizar y denunciar. Pero, ¿quién puede saberlo? Tal vez en mil años nacerá en esta región (o en África) quien será considerado el Homero del cine. ¿Hace un año quién hubiese podido imaginar todo lo que cambiaría el covid-19?
En el futuro cualquier cosa puede suceder, pero por ahora son los artistas orientales quienes parecen dueños del fertilizante que hace florecer al arte: la tradición.
ÁSS