El largo camino para traducir “La suave Patria”

Centenario luctuoso

Jennifer Clement explica las dificultades de llevar a Ramón López Velarde al inglés.

López Velarde por Roberto Montenegro.
Jennifer Clement
Ciudad de México /

Me tomó un poco más de quince años traducir “La suave Patria” de Ramón López Velarde, pero no porque la trabajara sino porque la abandonaba constantemente. Los retos eran grandes y recuerdo bien un día cuando hablé con Ramón Xirau sobre las dificultades que presentaba el poema. Me dijo: “No te preocupes de que el poema sea extraño en inglés, ¡es muy extraño en español!”

Al traducir el poema, que se volvió, por la riqueza de sus imágenes concretas, una especie de pintura mural de palabras, tuve que enfrentar una obra llena de rimas perfectas y ritmo, con una calidad acrobática en la que dominan las consonancias y monorrimas. Yo traduje esencialmente ritmo y sentido. Esta acrobacia musical de “La suave Patria” también existe en la complejidad de los sentimientos: el poema es juguetón, erótico, religioso y grave, y estas variaciones se tenían que sentir de igual forma en el lenguaje.

La traducción se me dio cuando encontré la puerta del sonido musical por medio de aliteraciones y armonías internas. Un ejemplo de esto lo reproduzco en estos dos versos conocidos y muy citados:

    Trueno del temporal: oigo en tus quejas

    crujir los esqueletos en parejas,

Traducidos como:

    Thunderous storm: in your complaint

    I hear the crackle of coupled skeletons,

El título también presentó problemas y después de pasar por muchas versiones, opté por The Soft Land. En un momento pensé en motherland, para que se sintiera la presencia femenina del poema en inglés pero, a mi juicio, motherland le daba al poema un tono político y demasiado exagerado. Sé muy que bien que, en inglés, esto es un eco fuerte de La tierra baldía, de T. S. Eliot. Al final decidí dejar que The Waste Land y The Soft Land, dos de los poemas más notables del siglo XX, caminaran juntos por unos instantes.

La suave Patria*

Ramón López Velarde


PROEMIO


Yo que sólo canté de la exquisita

partitura del íntimo decoro,

alzo hoy la voz a la mitad del foro,

a la manera del tenor que imita

la gutural modulación del bajo

para cortar a la epopeya un gajo.


Navegaré por las olas civiles

con remos que no pesan,

porque van

como los brazos del correo chuan

que remaba la Mancha con fusiles.


Diré con una épica sordina:

la Patria es impecable y diamantina.


Suave Patria: permite que te envuelva

en la más honda música de selva

con que me modelaste por entero

al golpe cadencioso de las hachas,

entre risas y gritos de muchachas

y pájaros de oficio carpintero.


PRIMER ACTO


Patria: tu superficie es el maíz,

tus minas el palacio del Rey de Oros,

y tu cielo, las garzas en desliz

y el relámpago verde de los loros.


El Niño Dios te escrituró un establo

y los veneros del petróleo el diablo.


Sobre tu Capital, cada hora vuela

ojerosa y pintada, en carretela;

y en tu provincia, del reloj en vela

que rondan los palomos colipavos,

las campanadas caen como centavos.


Patria: tu mutilado territorio

se viste de percal y de abalorio.


Suave Patria: tu casa todavía

es tan grande, que el tren va por la vía

como aguinaldo de juguetería.


Y en el barullo de las estaciones,

con tu mirada de mestiza,pones

la inmensidad sobre los corazones.


¿Quién, en la noche que asusta a la rana,

no miró, antes de saber del vicio,

del brazo de su novia, la galana

pólvora de los fuegos de artificio?


Suave Patria: en tu tórrido festín

luces policromías de delfín,

y con tu pelo rubio se desposa

el alma, equilibrista chuparrosa,

y a tus dos trenzas de tabaco sabe

ofrendar aguamiel todo mi briosa

raza de bailadores de jarabe.


Tu barro suena a plata, y en tu puño

su sonora miseria es alcancía;

y por las madrugadas del terruño,

en calles como espejos, se vacía

el santo olor de la panadería.


Cuando nacemos, nos regalas notas,

después, un paraíso de compotas,

y luego te regalas toda entera,

suave Patria, alacena y pajarera.


Al triste y al feliz dices que sí,

que en tu lengua de amor prueben de ti

la picadura del ajonjolí.


¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena

de deleites frenéticos nos llena!

Trueno de nuestras nubes, que nos baña

de locura, enloquece a la montaña,

requiebra a la mujer, sana al lunático,

incorpora a los muertos, pide el Viático,

y al fin derrumba las madererías

de Dios, sobre las tierras labrantías.

Trueno del temporal: oigo en tus quejas

crujir los esqueletos en parejas,

oigo lo que se fue, lo que aún no toco

y la hora actual con su vientre de coco,

y oigo en el brinco de tu ida y venida,

oh trueno, la ruleta de mi vida.


* Apareció por primera vez en junio en 1921, en el número 3 de la revista 'El Maestro'.

The Soft Land

PROEM

I, who only sang from the exquisite,

intimate decorum score,

now lift up my voice at center stage

like a tenor who imitates

the guttural modulation of a bass

as if to carve out a slice of an epopee.


I will navigate through civil waves

with weightless oars, which move

like the arms of an emissaryfrom the royalist Chouans

who, with rifles, rowed across the English Channel.


I will muffle the tone of my epic:

the Land is impeccable and diamantine.


Soft Land: allow me to cloak you

in the deepest jungle music

with which you molded me whole

to the lilting stroke of hatchets,

among young women’s laughterand cries

and among birds whose trade is carpentry.


ACT ONE


Land: your surface is maize,

your mines are the palace of the King of Golds,

and your sky is gliding herons

and the green lightning of parrots.


The Child of God deeded you a stable

and the petroleum reserves were a gift from the devil.


Above your Capital each hour soars,

hollow-eyed and rouged, in a carriage;

and in your provinces, time is as a sleepless clock

circled by fan-tailed doves

where bells toll like falling coins.


Land: your mutilated territory

is dressed in percale and glass beads.


Soft Land: your house is still

so large, that the train on tracks

is like a Christmas gift from a toyshop.


And in the tumult of the train stations,

with a mixed-race gaze, you place

immensity over every heart.


Who, on a night that frightens the frog,

has not, before knowing vice,

held his girlfriend’s arm and glanced

the gallant gunpowder of fireworks.


Soft Land, in your torrid feast

you shine with a dauphin’s iridescence

and your gold hair weds your soul,

a trapeze hummingbird

and, as an offering to your tobacco braids,

my spirited race of jarabe dancers

give sweet agave water.


Your clay sounds like silver, and in your fist

misery is sonorous like the rattle of a money box;

and at dawn across the native soil,

through streets like mirrors, pours out

the saintly aroma of bakeries.


When we are born, you give us notes,

later you give a paradise of compotes,

then, Soft Land, pantry and birdcage,

you give your self whole.


To the sad and happy you say yes,

that from your language of love they taste

the biting flavor of sesame.


And your nuptial sky, when it thunders,

fills us with frenzied delights!

The lightning from our clouds, bathes

us in madness, maddens the mountain,

courts the woman, heals the lunatic

embodies the dead, requests the Viaticum,

and, in the end, fells God’s lumber yards

across the arable lands.

Thunderstorm: in your complaint

I hear the crackle of coupled skeletons,

I hear what is gone, what I have not yet touched

the present hour like a coconut-shaped womb.

And in the spinning sound of your coming and going,

Oh thunder, I hear the roulette of my life.

AQ

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