Con una obra que funciona como infraestructura para la investigación y al mismo tiempo es pionera en el estudio de la lengua española, Concepción Company fue reconocida con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2019 en el campo de lingüística y literatura. El rescate de archivos, documentación, transcripción y edición crítica de documentos que integran una trayectoria de 40 años está vertida en títulos como Documentos lingüísticos de la Nueva España (1994), donde revisa la historia del español en América y sus contactos con lenguas amerindias, o Sintaxis histórica de la lengua española (2006-2014), de la que Company asegura: “No hay ninguna lengua romance que tenga una gramática histórica de referencia”.
“Soy mexicana por voluntad”, comenta con orgullo la lingüista y filóloga de origen español, quien llegó a México en 1975 para luego titularse en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM. “Me interesaban las tripas de la lengua porque la lengua es como un equilibrio cósmico complejo que está en el cerebro y cuando la afloras en el habla, encontrar esos equilibrios es como las matemáticas porque muestra la madurez cerebral de un individuo”. Este interés la llevó a indagar en la vida cotidiana, en el modo como hablamos, cómo nos mostramos a través de la lengua, porque la lengua, dice, “es el soporte de la visión de mundo, de la vida diaria, es la actividad transversal con la que somos seres humanos veinticuatro horas al día, incluso soñamos en lengua”.
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Uno de los temas que la apasionan es la gestación de la identidad lingüística de México, que surge de manera natural en el siglo XVIII con las Reformas Borbónicas traídas por el Virrey Gálvez con el propósito de implementar un centralismo y un control que los mexicanos criollos acataron, pero sin cumplir esas leyes. “La identidad lingüística de México”, apunta Company, “es multilingüe, no es monolítica. Es un mundo donde se cuidan mucho las formas, somos el barroco que llegó para quedarse. Somos hospitalarios, muy formales, empleamos un promedio de 11 o 12 palabras para pedir algo: ¿No sería usted tan amable de regalarme un vaso de agua? Casi no usamos imperativos, no damos órdenes de manera directa sino a través de atenuadores. No podemos decir: No, sino déjeme pensarlo, o cuando un mexicano dice: Yo lo llamo, significa: No me esté usted molestando. Tenemos multitud de diminutivos cariñosos, es un mundo de formas, y eso implica cambios lingüísticos muy notorios pero también fondos semánticos, porque lo que hacemos es que estamos cuidando al otro y, al mismo tiempo, nos estamos cuidando del otro”.
Para comprender estas tensiones entre el hablante y el oyente hay que imaginar sociedades multiétnicas, multilingües. No solo de españoles con indios, sino nahuas con otros pueblos, etnias cuyas lenguas entre sí no tienen nada que ver. “Las visiones de mundo de aquellos indígenas”, explica Company, “estaban obligadas a convivir no solo con españoles, también con franceses, alemanes y flamencos, entonces buscaron mecanismos de atenuación. Somos un pueblo que atenuamos, un pueblo instalado en el barroco, eso hace muy agradable la convivencia. Un país muy hospitalario porque notas que te están cuidando con tu soporte diario de manifestación que es la lengua, pero al mismo tiempo, las tensiones semánticas que subyacen al barroco son complejas. No hay que olvidar que el español llegó como lengua de conquista, los españoles eran conquistadores. No se puede tapar el sol con un dedo, la historia no se puede negar. Se dieron procesos muy complejos y con grandes discriminaciones que siguen a la fecha. Por desgracia, el español fue primero impuesto y después asumido como lengua del patrimonio diario con el que tienes que comunicarte”.
De este contacto surgió una integración del español de México mezclado con lenguas indígenas y viceversa. “Se ha dado un proceso muy interesante de sustitución de vocabulario y expresiones de la lengua patrimonial, el español medieval y el latín, por vocabulario indígena. En México decimos apapachar y no mimar; decimos molcajete y no mortero. Además, hemos hecho una conjunción mestiza de locuciones verbales, adverbiales, sustantivas, adjetivas. Son cientos de construcciones mezcladas. Eso es México, un país mestizo, y hay que asumirlo”.
Una de las características más lamentables de nuestra lengua es el machismo. Company ha trabajado el tema desde diversos ángulos, entre estos el de los insultos. “En el discurso y expresiones de todos los días, hay un gran machismo reflejado en la lengua”, dice. “Lo que se ve es un pavor a la homosexualidad. El insulto que está desde las primeras documentaciones y que curiosamente desapareció de España —no porque dejaran de ser machos, sino porque así fue— es puto. Y, además, con diminutivos. Esto está documentado desde el siglo XVI. Es el pavor a la homosexualidad, el afianzamiento de la masculinidad. A la par de esto, algo que se da en México y que no lo tiene ningún otro dialecto del español, es el juego del albur donde se trata de ver quién es el más macho llamándole al otro homosexual, degradando su masculinidad y, en la degradación, lo insultan como mujer. Es degradar al hombre que tiene otras preferencias y degradar a la mujer. Es una lengua profundamente machista”.
En otro registro de los usos del lenguaje que surgen como respuesta a las condiciones sociales del momento, la integrante de la Academia Mexicana de la Lengua ha sido contundente en su postura frente al lenguaje incluyente. “En la base de este lenguaje hay una idea que está en cualquier cosmovisión de los seres humanos, es decir, que aquello que se nombra existe y aquello que no se nombra no existe. Eso está en la tradición judeocristiana. Por ejemplo, en el primer versículo del primer libro de Juan: ‘En el principio fue el verbo’; o en la tradición maya-quiché: ‘Dijeron tierra y al instante apareció’. Evidentemente existe en el momento en que lo nombras. Las mujeres pensamos que si no se nos menciona no existimos, entonces hay una batalla. Me parece muy peligroso el lenguaje incluyente. Yo soy la primera que pelea porque se nos trate en el respeto, porque se nos vea como iguales. Nada de que te permito que entres a mis espacios masculinos patriarcales, no, es que somos iguales. Creo profundamente que el derecho al aborto es una decisión de las mujeres, por qué tienen ellos que decidir por nuestro cuerpo. Estoy en una posición absolutamente feminista, entendiendo como feminismo una pelea para que seamos tratadas en la equidad y en el respeto. ¿Qué problema tiene el lenguaje incluyente? Que ‘todos y todas’ es políticamente correcto. Ningún político se atrevería a dirigirse a una audiencia diciendo ‘buenas noches señores’ o ‘buenas noches tengan todos ustedes’, que es una posibilidad de la lengua. Sin embargo, el lenguaje incluyente es como una cortina de humo que oculta los verdaderos problemas del machismo de la sociedad mexicana. Entonces, estoy segura de que muchos caballeros machines cuando dicen ‘estimadas todas y queridos todos’, lavan su conciencia pensando: ‘Qué incluyente soy’, pero después matan de un batazo a su esposa.
El lenguaje incluyente es elitista
Company refiere que “la mayoría de las lenguas del mundo no tienen mecanismos para desdoblar hombre y mujer, para codificar a hombres y mujeres. Una característica real de las lenguas amerindias desde el Canadá hasta la Patagonia es que no diferencian entre masculino y femenino, así es su gramática. Más bien están preocupados por otras cosas, como el mundo de los reverenciales en el náhuatl, las lenguas mixtecas y muchas otomangues. Entonces, las mujeres otomíes, las mazatecas, las mayas, ¿no tienen derecho a la igualdad? Me parece, pues, que el lenguaje incluyente es elitista. Además, nos sentimos muy incluyentes escribiendo con arroba. A mí me parece que estamos desviando el foco de atención. Ahora digamos ‘todes’, puedes decir lo que quieras, porque se nos define como seres de sintaxis libre, esa es la definición antropológica, biológica de los seres humanos. Me parece que el lenguaje incluyente es una superficialidad que desvía la atención del problema profundo porque a las mujeres, no siendo minoría, siendo iguales, se nos trata como discapacitadas mentales. Ellos deciden por nosotras, históricamente las leyes las han hecho hombres. Y voy a decir algo que es políticamente incorrecto: no quiero que me incluyan por ser mujer porque eso me ofende. Yo espero que en la Academia Mexicana de la Lengua o en El Colegio Nacional no me hayan incluido por ser mujer, sino por mi obra y el aporte a la cultura escrita y hablada en lengua española. No quiero que me incluyas por ser mujer, pero no quiero que me excluyas por serlo, porque es muy peligroso. El lenguaje incluyente que tiene sus bemoles, en mi caso, digo: ‘Buenos días señores y señoras’, pero no ando con estos asuntos de ‘todos y todas’ porque desvío la atención del problema de discriminación que tenemos las mujeres en sociedades profundamente machistas”.
¿Qué tan factible es que estos modos del lenguaje se integren como una norma en el habla cotidiana? De acuerdo con Company, aun si esta forma de diferenciar entre los sexos tuviera como objetivo dar visibilidad a las mujeres y no solo sirviera como una corrección política, no sabemos si va a permanecer. “Primero tienen que cambiar las sociedades y el cambio viene después de dos o tres generaciones, que es el tiempo de sedimentación. No conozco en la historia de la lengua española, que tiene dos mil y pico de años, ningún cambio gramatical ni léxico ni semántico hecho por decreto. Los decretos de autoridades normalmente no llegan a la gente de la banqueta, quedan en élites y no pasan de ser moda. Lo que queda es generar cambios sociales profundos que, por lo general, terminan incidiendo en cambios gramaticales. Quizá la lengua, en un futuro, incluirá mecanismos de desdoblamiento de sexo, porque hoy solamente estamos en lo positivo: ‘Estimadas’, ‘queridas’, ‘estimades’. Nadie dice: ‘Corruptos y corruptas del mundo uníos’, ‘ladrones y ladronas entraron al banco’, ‘violadoras y violadores de la ley’, eso no, las mujeres nada más para lo bonito. ¿Por qué solamente lo positivo? Es más falso que Judas y es peligroso. Esa es mi postura, y como calienta, me apasiono”.
Concepción Company hace un llamado a las mujeres: “No pelearnos entre nosotras porque lo único que logramos es el empoderamiento de los hombres”. Reconoce que se trata de un asunto muy complejo y las mujeres debemos asumir que tenemos una responsabilidad, “educar a nuestros hijos e hijas —ahí sí desdoblar—, en la igualdad absoluta. Las mujeres debemos ser el pie de cría de la igualdad. Tenemos el patriarcado metido en las venas, es toda una reflexión muy compleja, el cuento de nunca acabar. El lenguaje va a retomar su rumbo cuando la sociedad cambie”.
RP