Necrofilia: ¿ha muerto el libro?

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"La erudición tiene algunos paralelos con el dinero. Es algo que se desea, pero que se critica cuando no se tiene".

"Había que inventarse una fecha en el que el barco comenzó a hundirse sin remedio". (Shutterstock)
David Toscana
Ciudad de México /

Tuve un amigo argentino al que el futbol le importaba poco y los libros mucho. Se le ocurrió pasar el 25 de junio de 1978 en la Biblioteca Nacional en Buenos Aires, esa misma que había dirigido Borges, con la certeza de que la encontraría vacía. Ya en la tarde, cuando salía del recinto muy contento como colegial con libros bajo el brazo, fue divisado por un grupo de personas que celebraban el triunfo de Argentina sobre Holanda. Los orates no lo pudieron tolerar. ¿Cómo era posible que alguien se interesara por la literatura, por la filosofía, por lo más sublime del pensamiento humano cuando lo correcto era festejar el vaivén de una pelota? Se lanzaron sobre él y comenzaron a golpearlo. Uno de ellos, entre puñetazo y puñetazo, de pronto dijo: “Charlie, ¿eres tú?” Se trataba de un compañero del servicio militar. El joven trocó su rol de verdugo por el de protector. “Gracias a eso me salvé”, me contó Charlie.

¿En qué consistió la provocación del buen Charlie? En contar el dinero delante de los pobres. Y es que la erudición tiene algunos paralelos con el dinero. Es algo que se desea, pero que se critica cuando no se tiene. Con la salvedad de que la primera es mucho más ambigua que el segundo. Alguien con los bolsillos vacíos puede tener deseos específicos: Quisiera un millón de pesos. Pero alguien con la cabeza vacía, difícilmente puede articular su apetencia: Quisiera comprender el argumento ontológico de la existencia de Dios.

Aquel día los argentinos avanzaban como en procesión religiosa para la que Charlie era un ateo y había que castigarlo. Por eso hoy se dice con razón que Dios es redondo. Pero unos cuantos se echan a cuestas otra religión, la que dice que en el principio era la palabra, y la palabra era con Dios, y la palabra era Dios. Eso mero: la palabra, el verbo, el logos es Dios. Y la redondez de Dios sólo se encuentra en la O.

Hace un par de días alguien me preguntó si pensaba que el libro podría llegar a tener en el futuro el papel cardinal que tuvo todavía hasta los años setenta. Por alguna razón, mientras meditaba la respuesta me vino el recuerdo de la golpiza que sufrió Charlie. Respondí que no. Nunca más. Había que inventarse una fecha en el que el barco comenzó a hundirse sin remedio, ¿y por qué no elegir ese 25 de junio de 1978? La música había muerto el 3 de febrero de 1959. En cierta fecha el video había matado a la estrella de radio. También la literatura sufrió su agonía hasta volverse un cadáver exquisito.

Ah, qué bonita es la necrofilia.

AQ​

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