Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el ambiente era eufórico, sensual, excitante, los triunfadores eran los sobrevivientes, los que habían resistido la tragedia y la violencia. El pintor Lucian Freud, nacido en Alemania y emigrado a Londres durante la guerra, en una entrevista narra la atmósfera de libertad y deseo que se respiraba entre las ruinas de la ciudad de Londres, el enorme deseo de besar a la gente, de abrazarse.
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El mundo no ha cambiado, ni nosotros tampoco, contemplo los cuerpos desnudos que ha pintado Lucian Freud, la vulnerabilidad de la carne, los miembros entregados a la observación del artista, y somos ese cuerpo que se enferma en una pandemia, que se destroza en una guerra, vivimos, somos a través de ese conjunto de vísceras, piel y emociones. Europa se volcó en fiestas, celebraciones, fue la orgía que consagraba la vida. La diferencia con este final de la cuarentena es que no hay esa sensación de triunfo, al contrario, se respira un cese sin optimismo. El tránsito de un periodo de pérdidas no anuncia que éste vaya a terminar.
Al final de las guerras viene un furor de la reconstrucción, la reunificación, un deseo de sanar heridas, de recuperación, en nuestro país no es así. No se ha lanzado un solo plan de recuperación para el arte y la cultura, no hay una sola propuesta para motivar al público para que regrese a los museos, los teatros, salas de conciertos, la danza... Es decir, la actividad que incentiva a la creación. Al final de las guerras hay ciudades destrozadas, en nuestro propio final de capítulo hay miles de negocios destruidos, millones de empleos perdidos, las escuelas están saqueadas, y eso es parte de esta sensación de que no ganamos una lucha, porque no hay señales de gloria.
En la ciudad de Nueva York van a organizar un gran concierto en Central Park para celebrar que ya terminó la cuarentena, que regresan a la vida, se anuncia la reapertura de Broadway, aquí el luto es porque el gobierno, el poder, no fue suficientemente halagado en las elecciones. En su arrogancia no hay más pérdida que su imagen sucia en el espejo.
Contemplo las pinturas de Lucian Freud, escucho las Partitas para piano de Bach, y veo que la belleza existe a pesar de nosotros y para nosotros. Lo que nos ha demostrado esta pandemia es que en este país el poder no está a la altura de las tragedias. En el recuento de los acontecimientos, podremos decir que lo poco que se haya ganado es saber que seguimos siendo ese cuerpo que pintó Lucian Freud, y que nuestra vulnerabilidad es nuestra naturaleza, capaz de sobrevivir sin esperanza.
Lucian Freud, Reflection (Self-Portrait), (1985)
Irish Museum of Modern Art
AQ