En el siglo 23 a.C. vivió Enheduanna, la primera poeta conocida de la Historia. Fue hija del rey Sargón I de Acad y la suma sacerdotisa de la deidad lunar Nannar y de la diosa Inanna en la ciudad-Estado de Ur. Enheduanna no era su nombre de pila, sino un título honorario que significa: “sacerdotisa del adorno del cielo”, refiriéndose a la luna; sin embargo, ella firmó con este nombre todos los himnos, cantos y poemas que le escribió a su dios y con el que pasó a la posteridad. Su existencia histórica está bien documentada gracias a un disco de alabastro en donde se observa su imagen y su nombre en una procesión religiosa, y a dos sellos.
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Su posición como suma sacerdotisa de Ur fue avalada por su padre, el rey Sargón para cimentar su poder en esa ciudad, pero Enheduanna tenía la educación la inteligencia y la capacidad no sólo para ocupar el cargo, sino para fundar la primera teología conocida, a través de los textos llamados: Los himnos de los templos sumerios y con ellos estableció un culto con rituales, ceremonias y cantos que seguirían celebrándose siglos después de su muerte. Además, se le considera la primera autora de la Historia, ya que su nombre aparece al calce de sus escritos en las tablillas cuneiformes, de las que se hicieron multitud de copias y se repartieron por todos los templos de Mesopotamia.
A la fecha se conocen 42 himnos religiosos de su autoría, que se cree pudieron haber estado acompañados de música. En sus escritos encontramos los primeros ejemplos del uso de metáforas, símiles e imágenes, figuras literarias con las que aún trabajamos los poetas del siglo XXI. Sobreviven fragmentos de los poemas: La señora del gran corazón y la Exaltación de Inanna. En este último escrito, en parte autobiográfico, le pide ayuda a la diosa para restablecer su estatus y su lugar perdido en el sacerdocio de Ur. Sabemos que hubo una revuelta política en la que Enheduanna fue exiliada y despojada de su cargo y sus privilegios por un rebelde llamado Lugalane.
En el texto se queja de que el usurpador no sólo forzó su entrada al templo de Inanna, como si hubiera sido una casa de mala reputación, sino que, además, se acercó a ella con lujuria y manoseándola. Tiempo después, Enheduanna fue restablecida como sacerdotisa de Ur por su sobrino, Naram-Sin que logró derrotar a Lugalane.
Como sucedería por muchos siglos después, sólo las mujeres que pertenecían a la nobleza o a las clases sociales más altas, o quienes contaban con el apoyo de un padre comprensivo, eran las que tenían acceso a una educación privilegiada. Los temas que tocaron las mujeres, hasta bien entrado el siglo XX eran frecuentemente religiosos o místicos porque eran los que se consideraban adecuados o permitidos para ellas.
Enheduanna nos sorprende, pues puso sobre la mesa la primera denuncia firmada de violencia y abuso sexual con las que las mujeres han tenido que vivir desde hace siglos.
AQ