El 14 de mayo de 1925, Virginia Woolf publicó su cuarta y más exitosa novela: La señora Dalloway. Como en el Ulises de Joyce, todo sucede en un día, pero no de 1904 ni en Dublín como en la historia del célebre irlandés, sino de 1923 en Londres, donde la protagonista, una mujer de clase alta que prepara una fiesta, recorre la ciudad, registra los ruidos, las conversaciones, los edificios, mientras escarba profundamente en sus recuerdos.
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La novela fue llevada al cine en 1997 por Marleen Gorris, con Vanessa Redgrave en el papel principal. Cinco años después, Stephen Daldry dirigió Las horas, basada en la novela de Michael Cunningham, en donde las vidas de tres mujeres de diferentes épocas y generaciones —interpretadas por Nicole Kidman, Julianne Moore y Meryl Streep— se hilvanan a través de La señora Dalloway, como claro homenaje a la autora de Una habitación propia, que con esa obra encontró una nueva manera de narrar y una voz particular: su propia voz.
Recientemente comenzó a circular en México Clarissa Dalloway y su invitada, una excelente edición de Nórdica Libros, con ilustraciones de Fernando Vicente y Teresa Novoa, que contiene dos cuentos: “La señora Dalloway en Bond Street” y “El vestido nuevo”. El primero fue publicado en 1924 y es el germen de la novela. Es un paseo por Londres para comprar un par de guantes durante el cual la señora Dalloway observa el mundo que la rodea, reconoce a algunas personas, intercambia saludos, mira críticamente la actitud de la empleada y de las clientas de la tienda de guantes, y muestra las diferencias de clases. Le pregunta a la empleada cuándo saldrá de vacaciones y al responderle que en septiembre, la señora Dalloway piensa: “Cuando nosotros vamos al campo (…). O salimos a cazar. Ella pasa dos semanas en Brighton. En algún hospedaje atestado de gente”. Disfruta su posición, su cultura, su buen gusto. Piensa que la gente joven es “increíblemente arrogante” y la madurez “una lacra”.
El segundo cuento, “El vestido nuevo” es de alguna manera prolongación del primero. La protagonista, Mabel, se ha hecho confeccionar un vestido para estrenarlo en la fiesta de la señora Dalloway, pero se siente insatisfecha con el resultado. Socialmente no está a la altura de su anfitriona ni de los demás invitados. Arrinconada, queriendo pasar inadvertida, mira la fiesta y piensa en su situación. Gracias a Mabel, dicen los traductores del Colectivo Woolf BdL, que firma la traducción de estos cuentos, la autora nos lleva a “un mundo interior caracterizado por la inseguridad, las apariencias, la inferioridad de clase, la búsqueda de la propia individualidad, las ansias de formar parte de un grupo, el conflicto interior, las ganas de escapar, el ser fiel a sí misma”.
Clarissa Dalloway y su invitada es un libro breve y una excelente oportunidad para introducirse en la obra de una de las mayores modernistas y feministas del siglo XX.
AQ