En la literatura española, se conoce como la Generación de los 50 —o “de los niños de la guerra”— a los escritores que, nacidos alrededor de los 1920, comenzaron a publicar a mediados del siglo pasado.
Entre ellos se encuentra el poeta y ensayista José Corredor-Matheos, que el pasado 14 de julio cumplió 95 años.
En México la trayectoria de este poeta no ha tenido la atención que merece, quizá porque su apuesta es comedida, discreta, y su discurso, aun en su claridad, no va (ni quiere ir) a ninguna parte. El don de la ignorancia (Tusquets, 2004) fue mi punto de partida para acercarme a su poesía:
Qué extraño es estar vivo,
sentirse rodeado
de otros seres
igualmente extraños
y de cosas inertes
que te atan
con su solo silencio.
Qué extraño es oír
las voces más calladas,
que se haga visible
lo invisible,
tocar lo que se escapa
para siempre.
Te sorprende que esto
que te envuelve
sea en verdad real,
que tú mismo lo seas.
Tu vida la sostiene,
acaso, esa extrañeza.
Fue tal el encantamiento que me provocó, que desde entonces seguí leyéndolo. En la misma editorial están Un pez que va por el jardín (2007) y Sin ruido (2013).
En los versos de José Corredor-Matheos hay una metafísica de la extrañeza, como reconocer eso de vivir en una realidad (pero no habitarla) o verse rodeado en el silencio de las cosas e intentar asirlo con el pensamiento:
Alcanzar a entender
lo que dicen los árboles
si pasas junto a ellos
y los miras:
solo un ruido de hojas
al caer,
de flores al abrirse,
del crecer de sus troncos
cuando nadie los ve.
Ese magnolio
guarda para ti
este banco vacío
en el que estás sentado.
Con él puedes hablar
de todo lo que callas.
Solo falta que luego,
cuando debas
proseguir tu paseo,
te acerques y lo abraces.
Él te dará las fuerzas
que te faltaban
para seguir viviendo.
Corredor-Matheos publicó por primera vez en 1953: Ocasión donde amarte, en Barcelona, donde ha vivido desde niño. Además de la poesía el ensayo y los estudios sobre arte —por ejemplo, la obra de Joan Miró y el panorama cultural de Cataluña.
En su carrera ha obtenido distinciones tan importantes como la Creu de Sant Jordi (1988) y el Premio Nacional de Poesía (2005).
Su trayectoria fue discreta hasta que a los 80 años, con El don de la ignorancia es reconocido como un poeta de primer nivel.
Escribir un poema
que nada signifique.
Salir a la terraza,
respirar en la noche,
no esperar que alguien vuelva,
no desear ya nada.
Abrir solo las manos
y que de entre los dedos
alcen el vuelo, mudas,
asombradas palabras.
En 2020 Cátedra publicó una justa e importante antología de su trabajo poético: Sin porqué, que reúne poemas de 1970 a 2018.
En el recuento que hace este libro, aparece una Carta a Li Po, lo cual nos lleva a entrever que en la poesía de Corredor-Matheos se bifurca la espiritualidad occidental con la visión del mundo (paradójico y sensitivo) del zen.
Nada que yo toque
que no se vuelva nada.
No hay tiempo por delante
que no esté a mis espaldas.
Nada remoto o próximo
que esté en alguna parte.
Mas, a pesar de todo,
yo sonrío y escribo
diciéndome: es inútil
diciéndome: es inútil.
Bajo esta perspectiva, el gozo de la plenitud acontece en el vacío y se privilegia no solo la mirada atenta del poeta, que también la escucha, de ahí que los versos se desgranen con una sonoridad que asemeja un susurro:
¿Qué músicas son éstas
que hieren mis oídos
como hojas de otoño?
¿Quién es el que me dicta
lo que escribo
y me hace vivir
con la clara conciencia
de la muerte?
Termino este apunte con la hasta ahora última publicación de José Corredor-Matheos: Al borde (Tusquets, 2022), cuando ya rebasa los 90 años y sus versos, desde el título del libro, toman conciencia de estar en un límite, una especie de estado fronterizo que le llevará al misterio de ser nada en el todo:
Estás al borde, al borde,
y no sabes de qué.
Te parece, de pronto,
verlo todo,
saber que tú eres nada,
acaso siendo todo.
Fiel a la tradición de una poesía reflexiva, que se adelgaza para entrar en esa sabiduría de lo esencial, el asombro de José Corredor-Matheos alcanza su plenitud en sus últimos poemarios.
De aquella generación de los 50, con figuras tan visibles como Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente, entre otros, al parecer sólo dos poetas permanecen en pie: Antonio Gamoneda (1931) y José Corredor-Matheos (14 de julio de 1929). En estos días de verano, la invitación está abierta:
El día es ya muy largo
y hay tiempo para todo
si no esperas nada.
……
…el no esperar ya nada
te permite leer
lo que no ha sido escrito.
AQ