El sol naciente de Claude Monet

Arte

El 15 de abril de 1874, con la participación de 39 pintores, se inauguró una exposición en los salones del fotógrafo Félix Nadar; ese fue el despegue de uno de los movimientos pictóricos más influyentes de la historia del arte.

Claude Monet, 'Impresión, sol naciente'. (Wikimedia Commons)
Mauricio Montiel Figueiras
Ciudad de México /

Nacido en 1840 en el noveno distrito de París, en la orilla derecha del río Sena, Claude Monet demostró su talento desde muy temprana edad. Fue el segundo hijo de una pareja compuesta por un comerciante de especias y una cantante; el arte, así pues, le llegó por vía materna. En 1845, cuando tenía cinco años, Monet se mudó con su familia al puerto normando de El Havre ya que el negocio paterno naufragaba. Pese a la renovada insistencia de su padre, que fue empleado por el marido de su media hermana, Monet se rehusó a ser mercader; en 1851, al cumplir once años, entró en la escuela secundaria de El Havre, donde comenzó su educación artística. Su primer maestro de arte fue Jacques-François Ochard, alumno a su vez de Jacques-Louis David. Aunque se inclinaba más por los paseos junto al mar que por el rigor escolar, Monet destacó en las clases de dibujo con Orchard; durante dichas clases realizaba caricaturas de profesores y compañeros que causaban admiración y júbilo. Poco a poco esas caricaturas empezaron a exhibirse en la vitrina de la única tienda de marcos para cuadros de El Havre. En 1855, cuando tenía quince años, Monet ya había ganado renombre en su ciudad adoptiva: cobraba veinte francos por caricatura encargada.

Esas caricaturas que Monet se dedicó a dibujar durante la adolescencia fueron, así pues, el primer paso en su trayectoria artística. Estas compartían espacio en la vitrina de la mencionada tienda de marcos de El Havre con cuadros marinos de Louis-Eugène Boudin, pionero de la pintura al aire libre en Francia que llegó a ser aplaudido por el poeta Charles Baudelaire. Pese a la fama de Boudin, Monet no congeniaba con su obra: incluso se negó a conocerlo a través del propietario de la tienda. Un día, sin embargo, Boudin y Monet coincidieron en el establecimiento, y el propietario aprovechó la oportunidad para presentarlos. Ante el asombro apenas disimulado de Monet, que tenía solo dieciséis años, Boudin elogió su labor como caricaturista y le aconsejó que pintara. Fue así como Boudin se convirtió en el primer mentor verdadero de Monet: lo enseñó a utilizar el óleo y a pintar al aire libre. Ambos se vieron influidos por la obra precursora del paisajista holandés Johan Barthold Jongkind. En 1857, meses después de haber entrado en contacto con Boudin, Monet sufrió una pérdida irreparable: su madre, Louise, murió. Marie-Jeanne Lecadre, la media hermana del padre de Monet, se encargó del joven huérfano.

Al cabo de la muerte de su madre, Monet renunció a la escuela en El Havre y se dedicó a seguir el llamado de la pintura; alojado con su familia en casa de su tía, que también había enviudado, se volcó por entero al paisajismo. Marie-Jeanne Lecadre tenía inclinación por el arte y fomentó las aptitudes plásticas de su sobrino. Gracias a su afición, Marie-Jeanne había establecido contacto con el pintor y litógrafo Armand Gautier. En 1859, después de que por segunda ocasión se le negara una beca en El Havre, Monet viajó a París: allá lo recibió Gautier. Otros artistas con los que Monet coincidió durante su visita fueron Constant Troyon y Charles Monginot. Amigo cercano de Louis-Eugène Boudin, el mentor de Monet, Monginot acogió en su taller al joven paisajista llegado de El Havre. En su estancia en la capital francesa Monet fue al Salón de París, la muestra oficial celebrada anual o bienalmente desde 1725; también acudió al Museo del Louvre, donde le sorprendió que hubiera colegas suyos haciendo copias de cuadros clásicos. Cargado con sus utensilios de trabajo, Monet prefirió sentarse a pintar frente a una ventana del Louvre. El mundo lo seducía con sus múltiples promesas luminosas.

Con los dos mil francos ahorrados por la venta de sus caricaturas, Monet consiguió independizarse del subsidio familiar, una independencia que le permitió que hacia 1860 pudiera inscribirse en la Académie Suisse, escuela privada de arte en París. Fundada por Charles Suisse, quien habría sido modelo de Jacques-Louis David, la academia tuvo a varios alumnos distinguidos entre los que se hallaron Paul Cézanne, Honoré Daumier, Édouard Manet, Camille Pissarro y Pablo Picasso: una auténtica élite plástica. La Académie Suisse se caracterizaba por trabajar con modelos del natural, y así fue como Monet aprendió a pulir su manejo de la figura humana. Durante esa época, el artista también empezó a frecuentar la colonia ideada por los pintores de la Escuela de Barbizon; creada como parte de la oposición al formalismo romántico, esta reputada escuela se instaló cerca del bosque de Fontainebleau, y entre sus fundadores se contaron Charles-François Daubigny, Jean-François Millet y Théodore Rousseau. Considerada una de las principales precursoras del impresionismo, la Escuela de Barbizon logró redefinir la pintura paisajista. Gracias a los artistas de Barbizon, Monet reafirmó el gusto por la pintura al aire libre: la naturaleza contagiaba irremediablemente su pincel.

Durante su periodo de formación artística en París, Monet comenzó a asistir al café llamado Brasserie des Martyrs. Ubicado en el noveno distrito parisino, cuna del pintor, el local se volvió muy popular a partir de la década de 1850 por acoger a la bohemia urbana; entre sus clientes asiduos descollaban Charles Baudelaire, Alphonse Daudet y Louis-Henri Murger. Con artistas y escritores de toda laya convivían modelos decadentes con nombres como Huevos Fritos, Luz de Luna o Uva Blanca. No era raro que en la Brasserie des Martyrs se desataran peleas entre parroquianos en las que la policía parisina prefería no interferir. Monet tenía reservas en cuanto al establecimiento: “La Brasserie des Martyrs no me ha acarreado más que perjuicios y pérdida de tiempo”, declaró en alguna ocasión. Sin embargo, el joven artista sabía bien que le convenía rodearse del ambiente bohemio: allí estaban sus clientes potenciales. Acudía a la Brasserie des Martyrs para dibujar sus caricaturas, mismas que después vendía a precios razonables; gracias a ellas se pudo seguir costeando tanto los estudios en la Académie Suisse como la vida en París. En la Brasserie des Martyrs se daban cita los pintores del movimiento realista. Fue así como Monet conoció la obra de Gustave Courbet.

En abril de 1861, un año después de ingresar en la Académie Suisse, el pintor fue llamado para el servicio militar, que tenía una duración de siete años. Aunque era obligatorio, podía evitarse si se pagaban dos mil quinientos francos. Al no contar con el dinero necesario, Monet acudió a su padre, quien aceptó ayudarlo con la condición de que renunciara a la pintura. Reacio a dirigir el negocio familiar en El Havre, el artista optó por unirse al Primer Regimiento de la Caballería Ligera Africana; destacado en Argelia, no tardó en contraer fiebre tifoidea y su tía, Marie-Jeanne Lecadre, intervino para rescatarlo. Parece ser que el verdadero artífice del rescate fue el paisajista holandés Johan Barthold Jongkind, quien habló con Marie-Jeanne; como haya sido, en el verano de 1862 Monet se encontraba de regreso en El Havre, donde logró entrar en contacto con Jongkind. En noviembre de 1862, la tía de Monet pagó finalmente la cantidad requerida para exonerar a su sobrino del servicio militar. Consagrado de nuevo a la pintura, Monet realizó estudios de paisajes con Jongkind y quedó bajo la tutela de Auguste Toulmouche, que fue quien le dijo que acudiera al taller de Charles Gleyre en París. Eso cambiaría para siempre la vida del joven artista.

A finales de 1862, recuperado ya de la fiebre tifoidea contraída en Argelia, Monet dejó El Havre para ir de nuevo a París; siguiendo la recomendación de Auguste Toulmouche se inscribió en el taller del artista suizo Charles Gleyre, donde coincidió con Frédéric Bazille, Pierre-Auguste Renoir y Alfred Sisley: una confluencia que parecía predestinada por los astros. Los cuatro jóvenes artistas compartían el gusto por la pintura al aire libre y los efectos lumínicos captados a toda velocidad; aunque Charles Gleyre lo ignoraba, en su taller se sentaron las bases de lo que sería el movimiento impresionista. En marzo de 1863, Monet emprendió una excursión al pueblo de Chailly-en-Bière, cerca de Barbizon, acompañado por Frédéric Bazille. Marcados por las enseñanzas de la Escuela de Barbizon, ambos artistas se abocaron a pintar paisajes al natural. Monet y sus colegas permanecieron bajo la tutela de Charles Gleyre hasta que este enfermó en julio de 1864 y tuvo que cerrar el taller. Ese mismo verano, sin embargo, Monet y Bazille volvieron a emprender un viaje juntos; ahora se dirigieron a la costa normanda. Louis-Eugène Boudin y Johan Barthold Jongkind, mentores de Monet, alcanzaron a los jóvenes para completar lo que resultó ser todo un cónclave pictórico.

En 1864, al volver de su excursión a la costa normanda, Monet comenzó a enfrentar serios problemas económicos. Molesto porque el artista se negaba a ayudar en el negocio familiar, su padre le redujo el apoyo financiero, pero Monet no claudicó. Frédéric Bazille, que se había vuelto gran amigo de Monet, salió al rescate con un préstamo, y entonces empezó a llegar el trabajo. Luego de exhibir un bodegón floral en la ciudad de Rouen, Monet conoció al naviero Louis-Joseph-François Gaudibert, que le encargó pintar un par de retratos. Gracias a esa comisión, Monet pudo resolver su supervivencia momentánea, y a partir de entonces pulió una faceta como retratista que fue la contraparte de su labor en el campo de la caricatura. Esa faceta llamó la atención del hijo de Gaudibert, quien junto con su esposa se convertiría en un sostén esencial para Monet. Avecindado en El Havre, el matrimonio Gaudibert llegó a salvar del suicidio a Monet al adquirir varias obras suyas en 1868. Ese mismo año, al pintor se le encomendó retratar a la señora Gaudibert, y el resultado se encuentra en el Museo del Louvre. Las penas vinculadas con el dinero acompañaron a Monet a lo largo de su juventud. Nunca, sin embargo, pensó en renunciar al arte.

A principios de 1865, Monet se asoció con Frédéric Bazille para instalar un taller propio en la capital francesa, y ese mismo año debutó en el Salón de París con un par de paisajes marinos que obtuvieron una buena recepción crítica. Alentado por este triunfo, el artista se dedicó a trabajar en un cuadro ambicioso para mostrarlo en el Salón de París de 1866: El almuerzo, que pretendía dialogar con el célebre Almuerzo sobre la hierba de Édouard Manet. Monet, sin embargo, no logró concluir a tiempo El almuerzo: durante su elaboración conoció a la modelo Camille Doncieux, que no solo trabajaría posando para él sino que se convertiría en su primera mujer. Cuando se dio cuenta de que no iba a poder terminar El almuerzo para el Salón de París de 1866, Monet optó por una salida hábil: en apenas cuatro días pintó Camille con vestido verde, un óleo que tuvo una acogida entusiasta. Desde entonces, Camille se volvió central para Monet: apareció también en Mujeres en el jardín. En agosto de 1867, Monet experimentó un giro radical en su vida cuando Camille dio a luz a su hijo Jean: llegaba la etapa de la paternidad.

En 1867, mientras Camille estaba embarazada de su primogénito, el artista volvió a sufrir dificultades económicas. En un intento por reconciliarse con su familia, a la que solicitó dinero para sobrevivir, simuló su ruptura con Camille. El simulacro duró escasos meses: Monet aceptó pasar el verano de 1867 rodeado de familiares en el balneario de Sainte-Adresse. Frédéric Bazille se quedó a cargo de Camille en París; el 8 de agosto de 1867 nació Jean Monet. Al enterarse del nacimiento de su hijo, Monet canceló la farsa creada ante su familia y regresó presuroso a la capital francesa. Deseoso de ganar sustento para su propio hogar, realizó Mujeres en el jardín (1867), lienzo para el que Camille fue una de sus modelos. Pese a las expectativas que Monet depositó en ese cuadro, el Salón de París terminó por rechazarlo: su estilo no se entendía. Este rechazo agravó la situación financiera del artista; una vez más, Bazille salió al rescate al comprar Mujeres en el jardín. En 1868, al agudizarse la presión monetaria, Monet se refugió con Camille y su hijo Jean en Étretat y posteriormente en Fécamp. Gracias a los encargos del hijo del naviero Louis-Joseph-François Gaudibert, Monet combatió y venció la pulsión autodestructiva. El arte puede ser, en definitiva, un vehículo de salvación.

A principios de 1869, al cabo de su exilio forzoso en la Alta Normandía, Monet se vio obligado a regresar a París. De este lapso de exilio datan los primeros cuadros con vistas marinas en Étretat, adonde el artista volvería en la década de 1880. Reinstalado con su mujer Camille y su hijo Jean en la capital francesa, el pintor se dedicó a trabajar y a evitar acreedores; con la idea de pagar sus diversas deudas, continuó apostando a hacer cuadros que pudieran exhibirse en el Salón de París. El criterio académico y oficial que regía esa muestra anual, no obstante, entorpecía el aprecio de nuevas tendencias plásticas. 1870 resultó ser un año vertiginoso para Monet: fue rechazado de nuevo por el Salón de París y contrajo matrimonio con Camille; además, en julio estalló la guerra franco-prusiana, que se extendió hasta mayo de 1871. Monet se exilió en Inglaterra y, establecido con su familia en Londres, pudo conocer la obra de John Constable y J. M. W. Turner, lo que constituyó toda una revelación. Durante su estancia londinense entró en contacto con el marchante Paul Durand-Ruel, vinculado con la Escuela de Barbizon, quien sería una figura clave para el desarrollo y la difusión del impresionismo: gracias a él, Monet y otros colegas comenzarían a despuntar.

En 1870, cuando estalló la guerra franco-prusiana, Paul Durand-Ruel se exilió en Londres, donde conoció a Monet y Camille Pissarro; con los años su cartera de pintores incluiría también a Edgar Degas, Édouard Manet y Pierre-Auguste Renoir. En diciembre de ese mismo año, Durand-Ruel abrió su galería londinense con la Primera Muestra Anual de la Sociedad de Artistas Franceses; dirigida por Charles Deschamps y ubicada en New Bond Street, la galería comenzó a ganar renombre. La guerra franco-prusiana terminó en 1871; un año después, Durand-Ruel organizó la primera exposición impresionista en Londres. Pese a que el impresionismo aún no recibía ese nombre, el marchante supo identificar una nueva tendencia visual en sus pintores; con el paso del tiempo y la llegada del auge impresionista, amplió el mercado de sus representados por toda Europa. Poco a poco el mercado se extendió al otro lado del océano Atlántico: el impresionismo desembarcó con éxito en Estados Unidos. Gracias a la destreza negociadora de Durand-Ruel, Monet y sus colegas consiguieron conquistar el gusto del mundo.

En mayo de 1871, al concluir la guerra franco-prusiana, el artista abandonó Inglaterra y decidió viajar a los Países Bajos. El destino que eligió para pasar una temporada con su familia fue Zaandam, localidad ubicada en el norte de Holanda; en ese poblado a orillas del río Zaan pudo pintar veinticinco óleos. Aunque la policía neerlandesa llegó a sospechar que se hallaba involucrado en actividades subversivas, Monet siguió trabajando y en julio de 1871, al cabo de efectuar su primera visita a Ámsterdam, recibió la noticia de que su padre había muerto. Pese a las profundas diferencias que había tenido con su hijo, el padre de Monet dejó una pequeña herencia que alivió al pintor. El dinero de la herencia, sumado a la dote de su esposa Camille, permitió que Monet afianzara al fin un futuro para su familia. En noviembre de 1871, el artista debió emprender el regreso a Francia; sin embargo, se estableció en Argenteuil y no en París. Famoso como refugio dominical de los parisinos, Argenteuil ofrecía bellas vistas del río Sena, y allí Monet rentó una casa con jardín. La atmósfera pacífica de Argenteuil resultó ser una fuente inagotable de inspiración: el pintor vivió en esa comuna de finales de 1871 a 1878.

Así pues, avecindado con su familia en el margen derecho del río Sena, Monet produjo varias de sus mejores obras entre las que se encuentra Impresión, sol naciente (1872-1873), panorama del puerto de El Havre que bautizaría el movimiento impresionista. En 1872 el marchante Paul Durand-Ruel consiguió vender diversas telas del artista; entusiasmado por el bienestar económico que finalmente llamaba a su puerta, Monet acondicionó una barca-estudio junto al Sena. En 1873, mientras gozaba su estancia en Argenteuil, entró en contacto con el pintor y coleccionista Gustave Caillebotte; reacios a los dictados de la pintura académica, Monet y Caillebotte convinieron en organizar exposiciones juntos. Para tal efecto, en diciembre de 1873 se acordó crear la Sociedad Anónima Cooperativa de Pintores, Escultores y Grabadores, a la que se afiliaron todos los artistas que originaron el impresionismo; Monet, por supuesto, fue una figura central. El 15 de abril de 1874, la sociedad debutó ante el público parisino con una exposición montada en los salones del fotógrafo Félix Nadar que se extendería hasta el 15 de mayo; con la participación de treinta y nueve pintores, la muestra atrajo la atención de propios y extraños. El impresionismo estaba naciendo, sí, como un nuevo sol que alumbraría el orbe plástico.

Los artistas expuestos en los salones de Félix Nadar se adjudicarían el nombre de impresionistas al cabo de la muestra de un mes que los dio a conocer. Alrededor de ciento setenta obras fueron desplegadas en la exhibición; diez de ellas eran de Edgar Degas, el mejor representado. Sin embargo, el artista más comentado resultaría ser Monet gracias a Impresión, sol naciente. El 25 de abril de 1874, diez días después de inaugurada la muestra, el periódico Le Charivari publicó una crítica virulenta titulada “La exhibición de los impresionistas” y firmada por Louis Leroy, que se burlaba de lo que había visto; el principal motivo de mofa era justamente Impresión, sol naciente: “Me decía a mí mismo que, ya que estaba impresionado, debía haber allí alguna impresión.” Astutos, Monet y sus colegas dieron un giro a la crítica de Leroy: el 15 de mayo de 1874, al clausurarse la muestra, los participantes ya habían decidido bautizar su estilo como impresionismo. Esa fue la primera de las ocho exposiciones independientes que los impresionistas organizaron en París. De ese modo el movimiento pictórico despegó para consolidarse poco a poco como uno de los más influyentes de la historia del arte.

AQ

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