Como Spike Lee, Jordan Peele suele combinar la diatriba sociocultural con el sentido del humor, satirizar la hipocresía excluyente del sueño americano, ironizar los defectos de su estirpe. También reniega de la victimización y prefiere la autocrítica. Abomina la inocencia, la fragilidad, aunque sus personajes no son modelos de ingenio o valentía, sino seres que superan el horror y la adversidad por puro instinto de supervivencia. Sus maestros son John Carpenter (Halloween), Tobe Hooper (Poltergeist), Stuart Ronseberg (Terror en Amityville), pero también hay una pizca de Kubrick y de Hitchcock en su narrativa.
En 2017, Peele debutó como guionista y director con ¡Huye!, una espeluznante, burlesca fábula de esclavitud, racismo y perversidad clasista. Chris, un joven negro que mantiene un noviazgo de ensueño con Rose, acepta pasar el fin de semana en la casa de sus padres. La idea de conocer a los Armitage, su futura familia política, le pone los pelos de punta. Y no está equivocado: blancos, ricos y de artificiosas actitudes progresistas, hay algo que lo intranquiliza en esa gente. Conforme pasa el tiempo en la lujosa mansión rural de Nueva York, Chris irá descubriendo los secretos de esa casta que recurre a la hipnosis, las pócimas y otra variedad de trucos para someter, y aprovechar, a sus huéspedes afroamericanos. Sea como esclavos, como sementales, como mascotas, inclusive como material orgánico para curar enfermedades degenerativas o reparar defectos congénitos, los Armitage hacen realidad la diabólica fantasía del supremacista blanco y la vida eterna.
Dos años después, Peele volvió a las pantallas con Nosotros, otro relato oscuro en el que el complot es aún más delirante. Los Wilson van de vacaciones a Santa Cruz. Se hospedan en el sitio en que la madre, Adelaide, pasó su infancia. La primera noche, el primogénito descubre a cuatro individuos apostados en el jardín. El terror comienza cuando los fisgones invaden la vivienda, y los Wilson advierten que son físicamente igual a ellos. Se trata de clones pertenecientes a una comunidad que habita en el subsuelo, diseñados por el gobierno para controlar a sus contrapartes del exterior. Sin embargo, cansados de la marginalidad, de la penumbra, los dobles escapan a la superficie para recuperar lo que también les pertenece.
¡Nop!, su nuevo filme, abre con el versículo de Nahum 3:6. “Echaré sobre ti inmunda suciedad, te volverás vil y haré de ti un espectáculo”. Luego nos muestra un set de televisión hecho un desastre. La banda sonora mezcla gritos de pavor con los alaridos de un chimpancé. Un simio ensangrentado brinca de un lado a otro. Las piernas de una mujer se agitan cuando el mono vuelve a tundirla con sus frenéticas manazas, pero esto únicamente es el preámbulo de una sarcástica aventura sci–fi: los Haywood, descendientes del jinete que Eadweard Muybridge retrató para los primeros fotogramas en movimiento, entrenan equinos para Hollywood. Su rancho, en el norte de Los Angeles, cae en desgracia cuando un misterioso objeto volador mata al jefe de familia y hiere a un caballo con una lluvia de monedas, llaves, trozos de metal. Otis Jr. y su hermana Emerald tendrán que hacerse cargo del negocio, la pequeña empresa que a la industria ya le importa poco, tal vez por el color de piel de sus propietarios.
¡Nop! (jerga urbana de negación), es el lema de batalla de esos hermanos que librarán una guerra desigual con el platillo que se esconde entre las nubes, depredador de hombres y bestias en el campo, una cosa que no es nave ni lleva tripulación porque es de otra naturaleza. Al igual que sus predecesoras, ¡Nop! es una trama de extravagante sencillez, tal y como son las pesadillas impecables: emboscadas, clones vengativos, cazadores sobrenaturales. El suspense según Jordan Peele.
AQ