El tiempo lo destruye todo

Los paisajes invisibles | Nuestros columnistas

Tratamos de olvidar que nada dura para siempre, pero qué curioso es cómo todo se derrumba... incluso la memoria.

Françoise Lebrun y Dario Argento en 'Vortex'.
Iván Ríos Gascón
Ciudad de México /

Qué sabia es la rola “Help The Aged”, de la extinta banda inglesa Pulp. En 4:28 minutos, Pulp interpreta, en voz de Jarvis Cocker, un agrio recordatorio del declive, la advertencia del ocaso, y hace un exhorto a no abandonar o repeler a los ancianos porque ellos son nuestro propio espejo del futuro: “ayuda a los ancianos, alguna vez ellos fueron como tú. Bebieron, fumaron cigarrillos e inhalaron pegamento. No basta con que los lleves a un asilo, no es nada divertido que estén solos. Tú también serás viejo algún día, posiblemente necesites de alguien que te apoye… Mientras tanto, tratamos de olvidar que nada dura para siempre. No es gran cosa, sólo nos da una idea de lo gracioso que es cómo todo se desvanece”.

Esos son unos cuantos fragmentos del track número 4 del álbum This Is Hardcore (1998), una canción cruel pero con mucho de ironía, pues el tiempo se encargará de confirmar que “puedes teñirte el pelo pero hay algo que no puedes cambiar. Huir de ti mismo”, ya que sí, los años pasan, y “si observas las arrugas de su rostro, verás hacia dónde te diriges, a ese sitio que es tan solitario”.

Gaspar Noe dedica su filme Vortex (2021), “a los que cuyos cerebros se van a descomponer antes que sus corazones”. Título puntual de la decadencia y la extinción (vórtice: torbellino, remolino, centro de un ciclón), porque en su relato la existencia, como el agua que corre a la coladera, hace una espiral antes de desaparecer en el oscuro agujero que la lleva al caño: él (Dario Argento) y ella (Françoise Lebrun), son una pareja de ancianos que marchan cuesta abajo a una velocidad inimaginable, dejando tras de sí solo un espacio que concentra sus biografías, el departamento que comparten, y las reduce a una miserable colección de fotos; una ingente cantidad de libros, diarios y revistas; un mobiliario marchito, y lo poco que conservan de recuerdos, tan frío pero rotundo como en La vida instrucciones de uso, la novela de Georges Perec.

Ella, devastada por la demencia, y él por su precaria condición cardiaca, no tienen a qué aferrarse. Su hijo es un ex yonqui mal rehabilitado que no suele visitarlos, mientras que su nieto es tan pequeño que no puede comprenderlos. En dos planos visuales, Vortex muestra las agonías paralelas que sufre cada quien, sin un ápice de sentimentalismo ni condenas morales, porque el realismo con que expone la irremisible fatalidad del porvenir, simplemente es la tormenta repentina que administra sus naufragios.

Como en su película emblemática, Irreversible (2002), en la que acuña el silogismo “el tiempo lo destruye todo”, Gaspar Noe vuelve sobre la insignificancia, la fragilidad del cuerpo en contraste con lo que imaginamos o creemos que es el alma, y a su vez, medita sobre el duelo por medio del barullo que emana de la radio en la habitación conyugal, a manera de ruido de fondo. La génesis del sentido de pérdida del ser querido y el vacío que deja de tras de sí; el simbolismo del sepelio; la introyección de la permanencia de los muertos amados, esa teoría del psicoanálisis que postula la vida eterna a través de la reminiscencia.

El asunto de la vejez y sus tribulaciones, también exploradas en Amor (Michael Haneke, 2012) y El padre (Florian Zeller, 2020), no adopta otro matiz en el filme de Gaspar Noe, por supuesto, pero es un Memento mori quizá más ingenioso al mostrar, en pantalla dividida, las tormentosas experiencias que una pareja sufre por cuenta propia. A fin de cuentas, el sufrimiento se padece a solas. Cada quien tomará el rumbo que le corresponda.

Qué sabia es la rola “Help The Aged”, de Pulp, la banda oriunda de Sheffield, Inglaterra. Tratamos de olvidar que nada dura para siempre, pero qué curioso es cómo todo se derrumba. Incluso la memoria. La evocación de lo que fuimos, el olvido de lo que somos.

AQ

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