Entre los millones de personas afectadas por la invasión de Rusia a Ucrania se cuentan cientos de artistas de ambos países que diariamente viven con miedo y dolor ante una realidad trastocada por la guerra. Algunos han huido dejando atrás todo: familia, hogar, trabajo. Otros han permanecido en su país, pero han perdido también cualquier signo de estabilidad.
Las artes escénicas, entre ellas la danza, se han cimbrado a causa del estallido bélico, como muy bien lo sabe la bailarina mexicana Elisa Carrillo Cabrera (Texcoco, Estado de México, 1981), premiada con los tres galardones más importantes de la danza: el Benois de la Danse, el Petipa Heritage Fund y el Alma de la Danza.
“Rusia es la cuna de la danza clásica”, reconoce, con prestigiosas compañías y destacados ejecutantes, muchos de los cuales se han visto obligados a buscar compañías en el extranjero, con el riesgo de enfrentar el rechazo simplemente por su nacionalidad. La situación en Ucrania no es mejor, algunos de sus exponentes más reconocidos han pedido asilo a instituciones europeas o se han resignado a interrumpir su profesión.
Para la bailarina mexicana, la situación ha sido muy dolorosa y le ha afectado de manera personal, porque su esposo Mikhail Kaniskin (Misha), primer bailarín de la Staastoper Berlin, es ruso y tiene familiares cercanos en ambos países.
Recientemente, la célebre bailarina visitó México para presentar la quinta edición de Danzatlán, festival internacional realizado con el apoyo de la Secretaría de Cultura y Turismo del Estado de México en colaboración con la Fundación Elisa Carrillo.
Para esta edición del encuentro artístico, la ejecutante ha logrado reunir a cinco premios Benois de la Danse, además de congregar a otras estrellas quienes, asegura, cuentan con el mismo nivel de calidad de los reconocidos con el máximo galardón de esta disciplina.
En su tradicional gala Elisa y amigos, que tuvo como sedes tres escenarios del Estado de México, interpretó el Bolero, una obra icónica del francés Maurice Béjart, y fue en el Centro Nacional de la Artes, en Ciudad de México, donde se realizó el estreno mundial de The Wall, una coreografía de la mexicana Yeri Anarika, comisionada por Elisa Carrillo y Mikhail Kaniskin.
—¿Cuál es la importancia de una pieza coreográfica como The Wall en el contexto histórico actual?
La obra habla sobre los muros que creamos los seres humanos. La idea surgió hace algunos años por la conmemoración de la caída del Muro de Berlín, en muchas partes había celebraciones por ese momento especial, mientras que en otros lugares como en México se empezaban a construir muros y, sin la intención de hacer política, pensamos ‘hay que hacer algo sobre esto’. Luego vino la pandemia, que ha sido como otro muro para separar a la gente. The Wall trata sobre muros físicos y mentales, muros que uno mismo se pone cuando dices ‘no puedo’, ‘tengo miedo’. Al final, lo que todos queremos es tener esperanza, buscar la luz, ese el tema de la obra. Para mí es importante presentar en Danzatlán también creaciones contemporáneas. La danza también sirve para hablar de temas actuales.
—A propósito de esos temas, ¿cómo ha impactado la guerra entre Rusia y Ucrania al mundo de la danza?
Es un tema que me llena de tristeza y preocupación. Ha sido muy difícil tratar de entender lo que está pasando. Los artistas no somos parte de este conflicto que ha afectado tanto a bailarines rusos como ucranianos. Hemos estado en contacto con compañeros y es desgarrador saber que están sufriendo. Por una parte, del lado ucraniano, la gente, familias completas están muriendo. Por otra parte, en el mundo del ballet hay una gran tristeza porque Rusia es la cuna de la danza clásica, es conocido todo lo que ha hecho la cultura rusa por la danza y ahora grandes artistas de ese país están siendo bloqueados, ya no los invitan y no son bienvenidos en muchos lugares. Aunque no estén de acuerdo con lo que está pasando, muchos artistas no se pueden ir de ahí. Las sanciones impuestas a Rusia ocasionan otro tipo de sufrimiento. la gente está sufriendo por todo lo que significa el bloqueo en contra de su país.
—¿Cómo les ha afectado en el ámbito familiar?
Tampoco ha sido fácil. Hemos sufrido mucho como familia. Misha (su esposo) nació en la Unión Soviética, la mitad de su familia vive en Kiev y la otra parte, su mamá y otros tíos, vive en Moscú. Ucrania y Rusia eran parte de la Unión Soviética, ahora son dos países distintos, pero al final la gente que vive ahí es la misma. Es una situación terrible, de mucha preocupación.
Hemos recibido llamadas de primos de Misha que estaban escondiéndose y finalmente tuvieron que huir de Ucrania con sus hijos. Son días muy tristes y esto va para largo. No es algo que va a terminar de un día para otro.
—¿Cómo han vivido esto en la Staatsoper Berlin, la compañía a la que perteneces?
No tenemos paz en ese sentido. En el teatro tengo compañeros tanto de Ucrania como de Rusia, es muy triste verlos sufrir, ver a algunos llorar porque no saben cómo ayudar a su familia o a sus amigos.
No ha sido fácil. Puedo decir que aquí en México a pesar de que se conoce la situación, no se siente igual. En Alemania sí, porque todos los días están llegando refugiados. Llegan con una maleta en la que cabe toda su vida y por ahora es todo lo que tienen. No saben cuándo van a regresar. Muchos bailarines tomaron su maleta, escaparon de su país y han llegado a los teatros de Europa pidiendo apoyo, aunque sea para seguir entrenando.
Hemos organizado actividades con ellos, como cenar juntos, y en medio de todo esto hemos tenido momentos juntos muy lindos donde podemos compartir lo que tenemos y motivarlos a seguir adelante. He contactado a directores que conozco de compañías alemanas y algunos bailarines ya han sido contratados. Es todo lo que podemos hacer.
—¿Tu esposo y tú también han recibido a bailarines en casa?
Sí, en casa hemos abierto las puertas a compañeros ucranianos y rusos. Hemos tratado de ser neutrales porque, al final, lo que los artistas –y todos quieren— es que esta situación termine.
Nuestra niñera es ucraniana y ella es parte de nuestra familia. No te imaginas lo que es verla sufrir porque su familia sigue en Ucrania… un amigo, un bailarín ruso estaba en casa con nosotros antes de que empezara la guerra y cuando empezó tuvo que quedarse varias semanas más porque no podía irse; después recibimos a otra bailarina ucraniana por recomendación de ese amigo. Hemos visto que la gente de ambos países está unida. Nadie quiere un conflicto, nadie quiere ver sufrir a su gente.
—En la gala Elisa y amigos 2022 participan dos bailarines de prestigiosas compañías rusas, ¿fue difícil lograr que vinieran a México?
Uno es el bailarín coreano Kimin Kin, del Teatro Mariinsky (San Petersburgo), y la bailarina Ekaterina Pervushina, del Teatro del Kremlin. Para ambos va a ser complicado porque van a hacer viajes muy largos. No hay vuelos de Rusia hacia Europa, tienen que salir por Turquía, pero esperamos que todo salga bien.
AQ