En su libro Resistencia a las tonterías: cómo podemos protegernos de las mentiras, noticias falsas y teorías de la conspiración, el filósofo alemán Phillipp Hübl retoma uno de sus principales temas, haciendo un llamado de atención al modo en que la moralidad se ha convertido en una forma de espectáculo. La manera en que la democratización de los medios ha socavado la posibilidad del diálogo, precisamente uno de los valores principales de la democracia, ha provocado que nos hayamos convertido en una sociedad donde cada cual porta un megáfono que utilizamos para gritarnos unos a otros sin fin, lejos del silencio y lejos de la conversación sosegada que merece cualquier asunto público.
Leo con tristeza el ejercicio de cancelación que se hace en redes sobre la directora de la Revista de la Universidad de México, Guadalupe Nettel; veo como se mezclan ataques ad hominem con epítetos dedicados a la calidad de su obra narrativa, lanzados en su mayoría desde el anonimato, revueltos con llamados a la sorpresa sobre afirmaciones infundadas y sentencias lapidarias de acoso laboral que (siguiendo el viento de los tiempos) decidieron la vía del linchamiento digital en vez de seguir el debido proceso, es decir, por los causes legales donde quien acusa pruebe su dicho y apele por la restitución del daño. Un clásico de la moralidad imperante que es capaz de destruir vidas sin cuestionarse la veracidad de los hechos. Como dice Phillipp Hübl, en los medios digitales nadie te conoce personalmente, pero millones te juzgan.
Como muchos de aquellos que hemos sido sus compañeros de universidad, viaje y generación, conozco a Guadalupe Nettel. Me cuesta creer que, gracias a un sanedrín principalmente masculino, anónimo, encapuchado y digital, se respalde sin filtro el juicio online que busca señalarla con dedos y piedras. La revolución digital ha producido una especie de nuevo puritanismo que extiende su manto por caminos insospechados.
Conocí a Guadalupe en el fragor de un proyecto editorial que encabezamos la primera década del siglo, nos hicimos amigos discutiendo, revisando artículos, sufriendo la nómina, el diseño, la impresión y los pagos. Soy testigo: la exigencia de calidad literaria y profesional que pone en aquellos proyectos en los que participa coincide con su calidad humana. Ella no contará esa historia, pero yo sí. Guadalupe es arquitecta de su prestigio a golpe de un talento e imaginación incuestionables, que se han forjado con disciplina, pasión desmedida, doble jornada (basta conocer la calidad humana de los hijos que ha criado) y a contracorriente del bullying que ha sorteado toda su vida. A ello podemos sumar la enorme labor que, como ciudadana, ha realizado en favor del movimiento feminista, dando voz a muchas voces y también gracias a la lección que, junto con tantas escritoras, nos dieron las mujeres en torno al movimiento #Metoo. Ahora llega el cobro de facturas. La venganza es un plato que se come frío y se presenta con el rostro menos esperado.
Lo cierto es que nadie negará el modo en que Guadalupe Nettel y su equipo levantaron el prestigio, la calidad y la comunidad de lectores de la Revista de la Universidad. Tras inyectarle nuevos aires, tampoco nadie negará la belleza del trabajo editorial, la manera en que un proyecto de papel dialoga con su versión digital y el enorme aporte que, en cada número, hace al tema específico que aborda. La revista de la UNAM es una de las pocas publicaciones en México que bucea profundo y que se escapa del pensamiento rápido y el facilismo en que muchas publicaciones periódicas han caído. Del mismo modo, ha sabido reinventarse porque supo tripular con facilidad el diálogo intergeneracional. Quien lo niegue desconoce la madera con que están hechas las personas que realizan tal portento de revista.
Desde la reflexión que organizó a cincuenta años del movimiento estudiantil de 1968; pasando por la revisión del movimiento zapatista ante la mirada sosegada de su original alzamiento o aterrizando en los temas del cambio cultural que implica la inteligencia artificial, los retos de la sostenibilidad ambiental, la libertad de la mujer en el siglo XXI o la manera en que el covid-19 cambió nuestra vida, esta revista se ha convertido en un verdadero oasis en medio de un país polarizado donde el debate público se ha convertido en un deporte de contacto, insultos y reflexiones que sin prejuicios mezclan la opinión y el ataque personal con las ideas.
Para hablar de los salarios, los pagos a colaboradores y el ambiente de trabajo que sucede adentro de la revista, está el propio equipo de Guadalupe y la UNAM cuya transparencia en materia de nóminas y pago de servicios está ahí, es pública y no se presta a ninguna duda. Del mismo modo, mi experiencia como autor con el equipo de la RUM ha sido impecable. Desde su despacho hasta el trato dado por su equipo editorial, administrativo y digital fueron siempre cordiales y atentos en tono, atención y prestancia. Me refiero en específico a Yael Weiss, Mariana Delgado y Pablo Duarte, con quienes disfruté la experiencia olvidada de una mesa de redacción, donde lo importante es el contenido y no la vanidad, las envidias y las vendettas contra una persona por su éxito literario, el enojo que les produjo la defensa que Guadalupe hizo de las mujeres durante el #MeToo o incluso la crítica a la exigencia profesional con la que la propia Guadalupe se desempeña, sometiendo incluso su vida personal. Si ella ha logrado todo lo hecho es porque tiene la paciencia de una budista.
Algo seguro es que, al final de todo, será nuestra obra la que hable por nosotros. La narrativa de Nettel gira sobre la extrañeza del mundo y la miseria humana, también sobre el desencanto de crecer. Saber leer su tiempo y conectar con los lectores le ha valido el reconocimiento de propios y extraños, adentro de México y en el acontecer internacional de la literatura. Cuando este ataque digital pase quedarán sus libros y esa mirada que tan bien ha sabido reconocer a los paladines de la moral que, desde el sofá, la mirada oblicua, la memoria en silencio y abusando del anonimato, juzgan con ataques personales aquellas obras (vitales y literarias) hechas con verdad y años de trabajo, que el funador activo pretende anular a golpe de tuitazos. Lo siento por el mansplaining. Va un abrazo solidario, querida amiga.
AQ