Mi encuentro con María João Pires: una experiencia inolvidable

Música

La pianista recuerda los días que pasó en los talleres que la célebre maestra organiza en su Quinta de Belgais, en Portugal, en donde le enseñó, entre otras cosas, que en la música no hay límites.

María João Pires y Ana Gabriela Fernández. (Cortesía: Ana Gabriela Fernández)
Ana Gabriela Fernández
Ciudad de México /

En 2019 y 2022 tuve la enorme fortuna de ser elegida por la eminente pianista María João Pires para participar en uno de los talleres para jóvenes intérpretes que organiza en su Quinta de Belgais, cercana a la ciudad de Castelo Branco, en Portugal. En la acogedora vivienda de la finca se destinan al taller varias recámaras para el hospedaje individual de los participantes y dos salones con sus respectivos pianos. Uno de estos recintos, cercano a los aposentos, se empleaba para el estudio individual; mientras que en el otro, ubicado en el ala contraria de la casa y aledaño al lugar donde nos reuníamos para comer y conversar, tenían lugar las master classes.

Estas clases individuales eran presenciadas por todo el colectivo. Nos escuchábamos unos a otros y, a la vez que forjábamos nuestros criterios sobre la música ejecutada, los enriquecíamos con los comentarios y las indicaciones de João Pires. En estas sesiones fui adiestrada en la interpretación de obras de Beethoven y Chopin. Las enseñanzas superaron los límites de las piezas, no solo porque me nutrí de todo lo relacionado con los repertorios de los otros participantes, sino porque, desde el enfoque, las ideas y experiencias de esta gran intérprete, llegué a percibir y aprehender los detalles de los diferentes modos con los que la música nos envuelve.

María entiende y comunica la música que interpreta de una manera exclusiva y única. Su estilo personal va de la mano de una particular cosmovisión. Como entusiasta admiradora de las disciplinas y doctrinas milenarias del yoga y el budismo, nos hablaba y enseñaba acerca de la meditación y contemplación, prácticas sistemáticas de su entrenamiento espiritual, con las que lograba un mayor control físico y mental, y la armónica unión entre el cuerpo, la mente y el alma. A lo anterior sumaba otros argumentos, como el beneficio de una profunda concentración y relajación muscular, además del establecimiento de las conexiones con nuestro subconsciente. Esto último era una condición imprescindible para el entendimiento de las piezas a interpretar, pues según sus criterios, en la música no hay medidas ni límites, pues este arte proviene de lo instintivo, inconsciente e intangible.

Otra de las conclusiones a las que llegué durante mi estancia en Belgais es que los grandes pianistas tienen una relación muy fuerte con sus cuerpos físicos. Cuando María nos comentaba “... la técnica no existe”, a esto se refería. Nos explicaba que el instrumento y el organismo del ejecutante no son elementos separados y distantes, sino que constituyen una unidad. Por esto y las razones antes mencionadas, nos ejercitaba en la meditación y siempre nos hacía practicarla antes de comenzar a tocar.

Ana Gabriela Fernández y María João Pires durante el taller en la Quinta de Belgais. (Cortesía: Ana Gabriela Fernández)

Ella está muy lejos de las presunciones de algunos afamados artistas, y esto se refleja en el austero estilo de vida que sigue. Acostumbra hornear su propio pan y preparar sus comidas autoabasteciéndose con los productos de la finca. Al despuntar el día, siempre la encontraba sola preparando algunos alimentos para el desayuno. En estos momentos conversamos mucho mientras hacíamos nuestro favorito jugo de naranjas. Debo apuntar que no solo me enseñó muchas cosas en el piano, sino también en la cocina, donde tiene una gran experticia. Aún recuerdo el delicioso caldo verde que nos guisó con las patatas y coles cuove galega recién cosechadas en la propiedad, para que degustáramos el plato nacional portugués.

Tiene, además, el hábito de caminar una hora y media al atardecer. En estos trayectos la acompañé varias veces. Nuestras conversaciones versaban sobre los temas más diversos. Compartió y dialogó conmigo como si nos hubiéramos conocido de siempre; hablábamos sobre las artes y también de los aspectos más naturales y sencillos de la cotidianidad. Además, decía todo el tiempo: “La vida es maravillosa, pero también hay mucho sufrimiento... quizás la música es como la vida...”. Un juicio muy cercano a la realidad.

Ana Gabriela Fernández: La generosidad de Maria João Pires "no tiene límites". (Cortesía: Ana Gabriela Fernández)

Coincidíamos en muchas cosas, desde lo artístico, musical y las ideas humanistas, hasta en ciertas vivencias que nos condicionaron el rechazo por los regímenes totalitarios, cualesquiera que sean sus ideologías.

Ella posee un alma muy cálida y humana, su generosidad no tiene límites; siempre está dispuesta a escuchar y aconsejar a cualquiera que lo necesite. Es también una de las personas más sabias que he conocido. Al día de hoy la estancia en la Quinta de Belgais constituye uno de los sucesos más significativos de mi carrera artística y de mi vida. Esta experiencia marca las maneras con las que me aproximo a la interpretación de las más variadas piezas de mi repertorio. Con María obtuve las respuestas a muchas de mis preguntas. Advertí y asimilé nuevos enfoques sobre las peculiaridades comunicativas de la música y los sonidos, y los diferentes modos de develar y transmitir la vida y espiritualidad que de estos emanan.


AQ

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