En su libro La visión abierta, Victoria Cirlot define al surrealismo en términos de caballería medieval. Según la filóloga, el surrealismo es la apertura al misterio. Caballeros como Artús o Parsifal son evaluados en función de su apertura al misterio absoluto. Lo mismo, dice Cirlot, hace un surrealista. Y definido así, el surrealismo calza bien con David Lynch, cuya ópera prima, Eraserhead, se ha remasterizado y ha de presentarse al público de este mundo atribulado en cuanto vuelva a la normalidad. Es necesario, sin embargo, hacer una precisión: si los caballeros medievales se abren al misterio celeste, Lynch abre su visión al misterio infernal. En efecto, sus obras introducen en la oscuridad, el encierro y el miedo.
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Eraserhead, confiesa Lynch, es la más espiritual de sus obras. Dice que algún tiempo se atoró en la producción de imágenes para este filme, pero encontró un versículo en la Biblia que le dio la clave. El director, claro, se guarda de publicar el fragmento bíblico que lo iluminó. Y es que el auténtico artista no enseña en el sentido tradicional; más bien muestra al espectador modos de entenderse a sí mismo.
Eraserhead, por supuesto, se resiste a una interpretación exhaustiva. La historia de este hombre con pelos de borrador, que vive en un departamento agobiante hasta que le nace un bebé alienígena, tiene que ser interpretada por cada quien. En las pesadillas personales, teoriza Lynch, hay claves suficientes para dar significado a estas imágenes inquietantes. Aun así, vale la pena ofrecer un contexto que guíe la experiencia estética.
Eraserhead es una obra autobiográfica. El terror que de ella emana es la inquietud del director en su adolescencia, cuando dejó los suburbios de Montana para irse a vivir a Washington. Esta obra sintetiza la inquietud de un chico de provincia en la capital del imperio y, más aún, el desagrado ante la posibilidad de tener una familia, un hijo que llegado el momento quiere arrancarle la cabeza. Para dar significado a sus movimientos inconscientes, Lynch dio en esta película un revés al freudiano deseo de matar al padre.
Es él, el padre, quien asesina a un hijo monstruoso en una de las escenas más terroríficas del arte visual. Freud, con su ciencia de interpretar sueños, ofreció al mundo un sentido para lo que se creía sin sentido. Artistas como Lynch utilizan estos descubrimientos para embarcarse en la aventura de poner en escena sus miedos; pesadillas que ofrecen al espectador la posibilidad de hacer vibrar inconsciente con inconsciente para concordar su pensamiento con un autor de la talla de David Lynch.
Cual psicoanalista lacaniano, Lynch utiliza su propia historia, sus propios malestares y neurosis, para construir una arquitectura visual en la que cada quien debe encontrar su lugar. Y en ello estriba el placer de la contemplación.
Cuando se estrenó Eraserhead, tuvo reseñas tan negativas que se le relegó a la función nocturna del circuito de Nueva York. Ahí, entre películas porno y obras de autor, esta película se volvió de culto. Ahí la encontraron John Waters y Stanley Kubrick, y luego la elogiaron tanto que un importante cómico, Mel Brooks, descendió del parnaso hollywoodense para apreciarla. Eraserhead causó tanto impacto en Brooks que poco después, cuando le dieron el contrato para producir El hombre elefante, no dudó: contrató a David Lynch. Fue así que Lynch se hizo famoso, dirigiendo esa película que también habla de la deformidad que habita nuestro inconsciente.
SVS