Sergio Flores Thorija: “Es más difícil trabajar con tus emociones que hacer un desnudo”

Entrevista

En entrevista, el cineasta habla, entre otras cosas, sobre la experiencia de sentirse extranjero, tema central en su película Travesías.

El director Sergio Flores Thorija en la Cineteca Nacional. (Foto: José Juan de Ávila)
Ciudad de México /

Después de su exitoso debut con 3 Mujeres (o despertando de mi sueño bosnio), el cineasta Sergio Flores Thorija volvió con Travesías (2021), su segundo largometraje de ficción, ambientado en Tijuana y San Diego, en la frontera México-Estados Unidos, con historias que, como la vida, terminan mal.

Flores Thorija tiene a su favor, de entrada, haber recibido una beca del cineasta húngaro Béla Tarr para estudiar tres años en su escuela en Bosnia y Herzegovina y en consecuencia haber filmado en ese país su ópera prima, que abrió la 62 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional en abril de 2017.

Aquel filme contó con la producción del mismo Tarr y de su efímera escuela Film Factory, además de con el apoyo de los multipremiados cineastas mexicanos Michel Franco y Carlos Reygadas. Cinco años después, Flores Thorija regresa no solo a filmar a México, sino a transmitir ese desarraigo que sufrió en Bosnia al sentirse extranjero, al abordar la historia de jóvenes mexicanos que se buscan en la frontera.

Travesías narra la doble historia de Alejandra, una estilista en Tijuana, y Víctor, un microempresario en San Diego, cuyas vidas son tan distintas, a pesar de compartir una geografía solo separada por una frontera artificial. Ella viaja sin documentos a San Diego para buscar a su hermano desaparecido; y él, regresa a Tijuana para saldar una deuda tras una pelea en un bar ahí, durante un festejo de amigos en esa ciudad.

El filme se estrenó en abril pasado en la 71 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, que ahora lo proyecta en su cartelera regular (en paralelo con la edición 72 del festín fílmico) que arrancó el pasado miércoles 9 de noviembre). En entrevista, Flores Thorija, con más madurez como cineasta y ya alejado de sus mentores Tarr, Reygadas y Franco, habla sobre su trabajo con personajes interpretados por personas que nunca habían actuado, sobre el trabajo con el desnudo en pantalla y la honestidad.

Admite que tuvo influencia de Tarr o del rumano Cristian Mungiu, e incluso de sus compatriotas Franco y Reygadas, pero defiende su propia concepción del cine ya desde su ópera prima, que se presentó antes en varios festivales. Incluso comenta que Tarr se enojaba porque en su edición los planos eran cortos, a diferencia de los que suele usar en sus películas el cineasta de El caballo de Turín.

Cuenta que en la escuela del realizador húngaro estuvo tres años becado, el único americano de los 15 estudiantes aceptados en la única generación. Ahí tuvo entre los maestros al mismo Béla Tarr, pero sobre todo convivió con Reygadas. Recibió la beca por su corto Viernes, la historia de un joven de 16 años que tiene una relación con la mamá de su mejor amigo. Sin embargo, dice que ese trabajo no representa el cine que él busca, porque hacía muchas concesiones y tenía muchos compromisos.

“Mi cine lo hago para mí, es un cine que tienes necesidad de hacer, que tiene todas las reglas que yo me impuse, como en 3 mujeres: sin actores profesionales, pocos diálogos, luz natural, pocos cortes, sin música extra, secuencias de una sola toma. Todo eso me ayuda a ser más realista. El cine para mí viene de la realidad. Antes hacía muchas concesiones pensando en que mis trabajos le gustaran al espectador, y ese es un gran error, en esta ópera prima ya no me preocupo por complacer al espectador”, comentó a este reportero en una entrevista de 2017, cuando presentó su ópera prima en la Cineteca Nacional,

Viernes le gustó mucho a Tarr porque percibió que en él Flores Thorija “amaba a sus personajes”. “Y en 3 mujeres eso se nota mil veces más. Si no hubiese conocido a las tres protagonistas, no habría podido hacer esa película”.

Con Franco comparte la cinefilia, pues al igual que el realizador de Nuevo orden, Flores Thorija suele asistir todos los días al cine, a Cineteca Nacional, como si fuera una religión, cuando está en México.

—Hace cinco años vimos su película filmada en Bosnia, donde vivió tres años. Y ahora me pregunto: ¿Qué tiene usted en común con Tijuana?

Originalmente nada. Originalmente, quería hacer una película de alguien que se siente un extraño en el lugar donde vive. Tuve la fortuna de vivir en Bosnia Herzegovina más de tres años, que fue donde estudié cine, una experiencia increíble, un parteaguas en mi vida. Pero, es una sociedad tan diferente a la mexicana que siempre me sentí como un extraño, y cuando sientes eso todos los días durante tres años, como que te queda marcado, y yo quería que la siguiente película partiera de esa idea. Después, cuando empecé a desarrollar la película, filmar en una ciudad fronteriza se me hizo ideal, porque justo este sentimiento se incrementa mucho cuando la gente cruza la frontera. México y EU son países totalmente diferentes en todos los sentidos, cultural, económicamente hablando, la cantidad de oportunidades que tiene la gente en cada país. Entonces, en la frontera este sentimiento crecía mucho y por eso viajé a todas las ciudades fronterizas para encontrar el lugar en donde quería filmar.

Y así fue como, literalmente, conocí Tijuana, descubrí Tijuana. Y me enamoré de esa ciudad, porque es única en el mundo. Al ser el punto más al norte del país, está tan lejos del resto que se creó como una subcultura diferente al resto del país. También hay gente de toda Sudamérica, de Asia, de África, del Caribe, la comunidad haitiana y demás, y esta aglomeración de gente con bagajes culturales diferentes hace que sea un lugar único, además de la influencia gringa que está ahí pegada. Luego bromeaba sobre que en Tijuana, hacia donde uno volteé, puedes aventar la cámara y caería en un lugar interesante; todo es interesante y todo es diferente. Y eso hizo que me enamorara de una ciudad.

—¿Cómo enamorarse de una ciudad y al mismo tiempo enfocarse, como creador, cineasta, en sus problemas?

Ahí es una respuesta un poco compleja, porque, de hecho, de entrada: ¿qué tipo de amor? Es un amor por la ciudad porque a mí me parece un lugar interesantísimo, pero eso no es sinónimo de que sea bello, o de que pasen puras cosas buenas en ese lugar. Me enamoré porque todos los días veía cosas en la calle que no ves en ninguna otra ciudad de México o del mundo, es como una olla exprés de imágenes y de cultura lo que a mí me parece muy interesante. Pero, también sabemos que, por desgracia, Tijuana es una ciudad que tiene muchísimos problemas, es una urbe completamente artificial que se fue creando conforme la gente se aglomeró pegada a la frontera, por falta planeación, por los problemas con la frontera, por infinidad de cosas, drogadicción; es una ciudad que, por desgracia, tiene muchos problemas y hay mucha violencia de todo tipo. Y mi responsabilidad como director es también hacer un comentario sobre el mundo que nos rodea, darle un poco de luz a cosas que no están bien o que yo creo que no están bien. Y, por desgracia, en Tijuana hay muchas de esas cosas. Eso no quiere decir que no sea un lugar muy interesante y que te da cosas increíbles. Por desgracia, también es un lugar que tiene cosas muy feas.

—Repite temas y tratamientos de su ópera prima, ahora son dos historias paralelas; en 3 mujeres (o despertando de mi sueño bosnio) eran las historias de tres personas. ¿Por qué querer abarcar tanto en una película que ya de por sí, por su ambientación, es tan intensa, por qué dos historias?

Cuando inicié ambas películas no es porque fuera mi misión tener varias historias Para la siguiente me estoy esforzando para que sea solo una historia. Por la naturaleza de los temas que toco en ambas, conforme fui desarrollando las películas, era la única opción, o se fue dando de forma más natural. En 3 mujeres quería tener la visión del lado femenino en un país musulmán, en una sociedad tan machista como es Bosnia, y para mí era mejor tener el punto de vista de tres chicas que pertenecieran a clases sociales, edades y bagajes culturales diferentes, y que al mismo tiempo viven lo mismo. Para mí era lo más interesante y un poco también para plasmar que eso no le pasaba solo a cierto sector de la sociedad. En Travesías, quería muchísimo tener el punto de vista de ambos lados de la frontera, porque al final cada uno de los dos personajes es el reflejo de su propio país, de su cultura, de la visión que tienen del mundo, que es en un caso mucho más cuadrada que la otra. Entonces, necesitaba tener estas dos posturas para poder mostrar ambos lados, y después un poco jugar con ellos y que intercambiaran lugares, para ver cómo se adaptaban a estas nuevas circunstancias.

—En Travesías hay desnudos importantes, fuertes. Nagisa Oshima, en El imperio de los sentidos, se plantea no esconder los desnudos ni ocultar las escenas de sexo; para él, me parece, si un espectador se distrae con un desnudo o una escena de sexo, la película es fallida.

Totalmente.

—Usted realiza esas escenas con personas que nunca actuaron. ¿Cómo logró que compartieran su visión del cine en escenas tan complejas?

En lo de los desnudos, de entrada, estoy totalmente de acuerdo. No hay nada que ocultar, la vida diaria no es como la maquillan en las películas hollywoodenses, y yo quiero mostrar la realidad tal cual es. En el caso de los no actores, uno podría pensar a primera instancia que es complejo, e incluso ellos mismos piensan que va a ser complejo. Pero siempre les digo que, a final de cuentas, va a ser lo más fácil. Gran parte de trabajar con no actores se basa en la confianza, y para esto debe haber mucha honestidad. Al principio, cuando les ofrezco el papel, si va a haber este tipo de escenas que alguien podría considerar que son difíciles, como desnudarse o tener sexo, todo eso se los comunico desde el principio. Y, además, también les comento todo lo que yo espero de ellos, qué tan difícil va a ser, muchísimas cosas... Pero, para este tipo de escenas, todo se los cuento desde el principio, para que conmigo luego no vaya a haber sorpresas. Eso de que ya llevamos trabajando meses y no se había dicho que había un desnudo, no, por supuesto que no. Todo eso se basa en la honestidad.

Siempre les digo que al principio puede parecerte difícil porque puede darte un poquito de pena, pero en realidad es muchísimo más difícil trabajar con tus emociones que hacer un desnudo, ahí es donde en verdad te exhibes, cuando tienes que sacar tus traumas de vida, las cosas que te afectan o te han afectado psicológicamente durante años y tienes que contárselas al público. Eso es lo de verdad difícil, no quitarte la ropa. Después de muchísimos meses de trabajo, cuando finalmente llega el rodaje, hasta el día de hoy, todos mis no actores me han dicho que al final fue de lo más fácil desnudarse, porque en verdad sacar tus emociones a flor de piel durante todos los días no es cosa fácil.

Alejandra Carrillo en 'Travesías'.

—Tijuana tiene un contexto, la película los aborda, con todo respeto, como clichés: migración, los mexicanos que ya son gringos, ese tipo de clichés ¿Cómo se planteó, con la cultura cinematográfica, trabajar con clichés, muy para que funcionaran en su película?

Primero que nada, hay que ser muy honesto. La forma en que hice la película es muy honesta, de entrada de los sentimientos que yo tenía, de las vidas personales de estas personas, todo está basando en la realidad. Y yo creo que eso al final hace universal a la película, hace que el espectador se conmueva con estos personajes, con sus historias, traumas. Yo digo que no somos como alienígenas, todo mundo tiene sentimientos, y estas cosas que están viviendo, la gente puede conectar perfecto con ellas. Y, luego, para mí gran parte de hacer cine no es descubrir una historia que nadie haya contado, o un tema que nadie haya contado, eso no existe. Películas ya se han hecho sobre cualquier tema, y si uno no las conoce tal vez es por ignorancia, porque no las hemos visto. Pero a final de cuentas se hacen miles de películas en el mundo todos los años, y todos los temas ya se han tocado.

Para mí, lo interesante de hacer cine es cómo se hace el cine. Y justo tiene que ver con esto de la cultura cinematográfica. Hay muchísimas obras maestras del cine que podrías decir que es la misma historia que tiene la telenovela de las cuatro de la tarde, pero lo que hace que una sea una telenovela y otra una obra maestra del arte es cómo se hizo la película, cómo se filmó. Para mí es uno de mis grandes objetivos —además de conmover al espectador y para eso ser honesto—: evolucionar el lenguaje cinematográfico, cómo filmo la película. Eso queda muy obvio al ver la película, que en cada escena es un reto y fue filmada de una forma para permitir algo que va mucho más allá de las historias de los personajes.

—Más que en su anterior película, Travesías es sumamente pesimista, ¿cómo fue eso si se enamoró de Tijuana?

La película anterior también termina de una forma bastante difícil, pesimista. No es a propósito, tampoco es un comentario sobre Tijuana de que las cosas están mal ni mucho menos. Es un poco coincidencia. Y también un poco volvemos a esta noción de tratar de retratar la realidad. Y, por desgracia, como todos sabemos, la mayoría de la gente cuando tiene sus planes de vida y demás, la mayoría de la gente no se sale con la suya, la mayoría de nuestros sueños no se cumplen. Eso no quiere decir que no debas salir todos los días a partirte la espalda para tratar de lograrlos, en realidad eso es lo hermoso de la vida, pero no todas las cosas se nos van dar como uno quiere. Y, de cierta manera, cerrar ambas películas con todo este drama, tragedias, con un plomazo se resolvieron, me parecía artificial. La vida y las estadísticas dirían que es más probable que las cosas no acaben bien.

AQ

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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